El sector del automóvil español se enfrenta a un tsunami difícil de parar, donde además de la falta de decisiones estratégicas en el ámbito de la movilidad eléctrica, le acompaña una fiscalidad obsoleta, y una administración compleja e ineficiente, para adaptarnos a la futura propulsión eléctrica, en la próxima década.
Todo el mundo sabe que, después del sector del turismo, la industria de automoción española es el sector más importante de nuestra economía.
Bajo estas premisas, y aun sabiendo el enorme cambio disruptivo que se está produciendo en esta industria, tenemos que reflexionar un momento acerca del tsunami que nos viene.
Desde el anuncio de la primera planta de baterías, comunicada en el año 2016, por el Gobierno de la República federal Alemana, unido a un fabricante de origen asiático, el escenario de la futura fabricación de automóviles Europa ha cambiado radicalmente.
Desde nuestra privilegiada posición como segundo fabricante europeo en el 2019 y noveno fabricante mundial, estamos observando los rápidos movimientos que se están produciendo a lo largo de la Unión Europea para afrontar el nuevo reto de la descarbonización de la economía, y como consecuencia de ello, la eliminación de la faz de la tierra de los motores de combustión interna, que ayudaron al liderazgo económico de Occidente en el siglo pasado.
Ahora bien, en esta nueva era de digitalización que hemos comentado hace unos pocos años y que aún estamos en los albores nos enfrentamos a un cambio estructural en el modelo de negocio de fabricación de automóviles motivado principalmente por el cambio de propulsión que la Comisión Europea ha determinado de forma radical en el continente dónde el número de vehículos por 1.000 habitantes está en los lugares privilegiados en la economía mundial.
Este nuevo escenario al que nos enfrentamos nos lleva a reflexionar acerca de nuestra propia industria doméstica, donde por todos es conocido que, aun siendo el segundo fabricante europeo de automóviles, no tenemos en nuestro país, ninguno de los centros de decisión de los fabricantes mundiales, al ser meramente un país productor cualificado y de gran calidad en los productos de los fabricantes de automóviles con el marchamo de «made is Spain».
A pesar de la advertencia de las diferentes asociaciones que agrupan los distintos elementos de la cadena de valor de la industria de automoción española, como son ANFAC, FACONAUTO, SERNAUTO y, GANVAM, el Gobierno de España se ha tomado un poco a la ligera este nuevo escenario, en el que, de no tomar decisiones en breve, y que deberán ser eficientes y radicales, cambiarán nuestro panorama económico en la próxima década, pero lamentablemente de forma negativa.
La candidez de nuestro Gobierno actual, en relación con los cambios geopolíticos y estratégicos que están produciendo en el ámbito macroeconómico global, unido a un pragmatismo pueril, con una pátina de visión arcaica de la economía, hará que nos enfrentemos a un impacto terrible, y con un efecto devastador, tanto en el empleo cómo en la industria de automoción española, en la que la tan cacareada estrategia de reindustrialización de la economía española, no se producirá.
Hay que recordar que, actualmente no hay ningún sector económico, en el ámbito global, que sea capaz de sustituir en España, el enorme peso que tiene para nuestra economía la industria del automóvil, donde la aportación al producto interior bruto supera la cuota del 10%.
Tras la reciente visita del presidente del grupo alemán Volkswagen a Martorell contando con la presencia del Rey, donde su presidente Herbert Hertz, ha anunciado que tiene la intención de desarrollar 6 plantas de baterías en Europa, no coincide con los planes del Ministerio de Economía, puesto que él presidente del mayor grupo de automóviles europeo, ha dejado muy claro que la primera planta se levantará en el norte de Europa, la segunda planta se producirá en Alemania, y la tercera estará ubicada en el sur de Europa, dónde por cierto, no ha quedado claro si estará finalmente en las cercanías de planta de Martorell o en la región autonómica de Aragón o Valencia.
No hay que olvidar tampoco por otro lado que, también con la presencia del rey de España, el CEO del grupo Renault, Luca de Meo, comunicó oficialmente que el grupo va a fabricar en España durante los próximos 5 años, vehículos híbridos únicamente, dónde a claras luces se entrevé la previsible salida de este grupo industrial francés, al no tener ningún suministrador de baterías para sus plantas de Valladolid y Palencia.
La reciente confirmación por el presidente de la república francesa, Macron, en la que las empresas francesas como son Grupo Renault y Total han llegado a un acuerdo para desarrollar en el norte de Francia, dos plantas de baterías, unido a un proyecto estratégico francés de la futura movilidad conectada, da mucho que pensar, a pesar del enorme esfuerzo del presidente de Renault en España, en todas sus comparecencias públicas y de interlocución con nuestro gobierno, puede que su posición empiece a estar en entredicho, en la «Regie».
Hace pocas semanas ha terminado el Campeonato de Europa de Fútbol, donde el equipo italiano consiguió alzarse con el título de campeón, y donde también nos desalojó, a nuestra errática selección española, de la posibilidad de poder disputar la final, a los anfitriones del estadio de Wembley. Parece que este hecho también se reproduce en la industria de automoción, al integrarse el grupo Fiat con el grupo francés pese a, creando el actual Stellantis, donde las fábricas de, Zaragoza Madrid y Vigo, pueden estar en el ojo del huracán, si no se actúa con diligencia, para garantizar el suministro de baterías, en la futura movilidad eléctrica.
No me puedo olvidar la diligencia con la que ha estudiado el primer ministro italiano, que a la semana de haber tomado el poder, en la que uniendo a las dos familias turinesas más importantes en el ámbito industrial, como son la familia Agnelli, y los antiguos propietarios de los electrodomésticos de la marca Whirlpool, decidieron en tan solo una semana, presentar y confirmar el proyecto de la mayor planta de baterías de Europa, ubicada en Turín, con una capacidad de 72 GW, y que semanas más tarde, también se ha confirmado una segunda planta de fabricación de baterías en suelo italiano. Con esta decisión solo se ha buscado mantener el empleo, y la producción, del conjunto de marcas qué componen la actual Fiat, con sede en Turín. Quizás nuestro Gobierno debiera copiar la enorme diligencia del Ejecutivo italiano en este ámbito.
No quiero olvidar que el reciente anuncio por parte de Ford Europa de producir los vehículos industriales eléctricos en Turquía e incrementar las inversiones en su planta del Reino Unido, hace que se cree un gran interrogante sobre la posible viabilidad de la planta de Ford en Almussafes. El tsunami del cambio de propulsión en la futura movilidad eléctrica, hace que parezca que nada es lo que parece, ante la falta de acciones concretas de nuestro Gobierno actual.
España para poder mantener la capacidad productiva y el empleo en el año 2030 con los niveles pre pandémicos de 2019, necesitará indefectiblemente al menos 4 plantas de baterías en nuestro territorio para poder decir, que el sector de automoción español se encuentra dentro de los sectores económicos, que reactiven nuestra economía y que garanticen el acercamiento de la renta per cápita a la media europea.
Estimado amigo: gracias por su espléndido artículo sobre la situación del automóvil en España y bienvenido a «El Mentor». En todo caso y con el mayor respeto, desearía hacer unas puntualizaciones sobre el «mantra» de la «descarbonización» que, como usted sabe, obedece a intereses particulares económicos más que a intereses ambientales. El CO2 procedente del automóvil tiene una mínima incidencia ambiental negativa (ahora las mascarillas nos obligan a tragarlo) mientras que su influencia en la fotosíntesis de las plantas es positiva (millones de hectáreas de nueva vegetación en el Sáhara y otros lugares).
En cambio sólo se habla de «producir» baterías sin tener en cuenta la contaminación ambiental de las mismas (mucho más grave que el CO2) por su composición, tanto en su tiempo operativo como cuando se amontonen sin saber cómo reciclarlas.
¿No es más fácil hablar de una forma de obligar (imponer) la reposición del parque automovilístico, para mantener el tinglado industrial de algunos países?
Un cordial saludo.