…y Sergio se remangó las sayas

Sayas y Adanero
Antonio Imízcoz
Por
— P U B L I C I D A D —

Que el Congreso de los Diputados dista mucho de ser esa sede de respetabilidad y “fair play” político, maneras delicadas y cortesía parlamentaria que fue, ya no les digo en tiempos de Cánovas y Sagasta, sino en los de Suárez o Felipe González, sin ir más lejos, lo tenemos constatado quienes lo hemos frecuentado por nuestro desempeño profesional desde 2015, cuando los alegres parlamentarios de Podemos accedieron a sus escaños y comían bocatas sentados en las escaleras del noble edificio.

A partir de ahí, ya sabemos, las charlotadas de las camisetas de unos, las impresoras de otros, las palabras gruesas, los gritos, las malas formas… Y todo en eso que dicen representa la soberanía popular, la voluntad —y por extensión, supongo, también los modos y maneras— de todos los españoles. Que sí es así, apañados vamos.

Total, que la Cámara Baja se ha convertido en un circo, un escenario para la boutade, los gestos, la gesticulación más bien, antes orientada a las imágenes de los telediarios que al interés común de España y de los españoles.

La última charlotada ha tenido lugar, ya saben, hace unos días, en la votación de la no derogación de la Reforma Laboral, con todos los ingrediente de una comedia bufa, si no fuera por lo que entristece semejante panorama: el oscuro manejo de un voto telemático presuntamente manipulado, el asomo de prevaricación de la presidenta de la cámara, Meritxell Batet, la turbia tranquilidad de Sánchez tras perder la primera votación, como si supiera que tenía el conejo en el fondo de la chistera, y la votación sorprendente de dos parlamentarios navarros saltándose a la torera las indicaciones del partido que los sentó en sus escaños.

Tengo para mí que Sayas y Adanero, que tales son los diputados de Unión del Pueblo Navarro que votaron en contra de las instrucciones recibidas desde Pamplona, obedece a su decisión de alcanzar la gloria de ser ellos quienes derrotaran a Sánchez, convencidos de que su indisciplina se vería al cabo justificada por la trascendencia del roto que iban a hacer al Gobierno.

Y sí, se convirtieron en protagonistas, ya lo creo; pero no en el sentido que posiblemente perseguían, sino todo lo contrario. Porque el error del mamporrero de Teodoro García Egea, o el pucherazo decidido al alimón por Sánchez y Batet los dejaron con el culo al aire. Su “rebelión” no sirvió a sus fines. Todo lo contrario: ahora se encuentran con el muy posible escenario de que sus carreras políticas vayan a acabar en unos días.

Porque su partido, UPN, les ha pedido sus actas de diputados que, contra lo que muchos repiten ahora, no llevan un apellido, el suyo, sino unas siglas, las del partido que ha confiado en ellos para que los representara en Madrid.

En otra ocasión, ya pasó, no ocurriría nada, porque los dos rebeldes encontrarían acomodo en la bancada del Partido Popular. Pero esta vez no, porque resulta que el PP forma parte de Navarra Suma, la coalición que UPN promovió en Navarra con éstos y con Ciudadanos para dar fuerza a la posición constitucionalista en el Antiguo Reyno, vista la fuerza de los nacionalistas vascos y la deriva del partido socialista en la Comunidad Foral. Una fórmula que luego se trató de poner en marcha, por su éxito, también en Cataluña e incluso a nivel nacional. Y que Pablo Casado va a tener que sudar para recomponer, so pena de volver a estar solo en Navarra, donde el PP obtenía muy flacos resultados.

Creo que Sergio se remangó las sayas y arrastró a Adanero por afán de protagonismo —ya quiso tenerlo disputando la presidencia de UPN a José Javier Esparza, y mordió el polvo—, con el argumento de que no se podía apoyar a un Sánchez que chalanea con Bildu, para acabar votando, en contra de lo que ordenaba su partido, precisamente lo mismo que votaron los abertzales en el Congreso. Lo dicho, un circo.

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