Eso le gritaron al entrenador del Barcelona, Xavi Hernández, en el estadio Santiago Bernabéu cuando hace pocos días le ganó el Real Madrid al equipo catalán. Xavi les hizo caso. Sánchez tampoco se fue. Casi nadie lo pensaba salvo algún iluso desconocedor de que está pegado con “Super Glue” al poder. Al menos un 55% deseaba que Sánchez dimitiera, pero sólo un 9% pensaba que se marcharía. Eso sí, hubo 80.000 madridistas en el Bernabéu frente a 12.000 adoradores en Ferraz el sábado pasado ante la sede socialista.
Sánchez dirigió a los españoles una carta arremetiendo contra la derecha que interesadamente mezcla como si solo hubiera una y fascista toda ella mientras habría muchas izquierdas aceptables, incluidas las extremistas y separatistas, así como un par de derechas transmutadas en izquierdas. Subrayando su enamoramiento conyugal, señaló que se retiraba cinco días para meditar si le valía la pena aguantarnos.
¿Una dejación temporal de funciones porque un juez investiga si su pareja ha realizado algún tráfico de influencias? ¿Que hubiéramos hecho en esta orfandad si hubiera ocurrido un terremoto, un atentado terrorista o si el misil ruso de Robles nos hubiera caído en la cabeza?
Una sobreactuación del “Liderísimo” que debiera mantener el tipo durante la investigación para sonreír ampliamente cuando se archive el caso por, es de esperar, la inexistencia de corrupción sin perjuicio de que pueda considerarse una imprudencia sus favoritismos dado el cargo de su marido. Una reacción de adolescente y no la de un Presidente de Gobierno para el Jefe de la oposición, Feijoo, que calificó con gracia de “fijo discontinuo” al inquilino de la Moncloa.
Una auto victimización sin precedentes en España ni en otras democracias occidentales donde también sufren duras críticas y si salen del escenario político se van sin organizar un espectáculo circense con el mago Houdini encadenado en un cofre cerrado a llave y tirado al rio de donde el prestidigitador salía incólume tras tener al público acongojado aun sabiendo que todo era un truco.
Cinco días de ausencia injustificada por la que debieran de rebajarle el sueldo y hacerlo constar como falta grave de cara a un eventual despido por acumulación de faltas como las de asegurar unas cosas y realizar las contrarias, cambios de opinión o mentiras según se vea. Todo para, como Houdini, agitar el pañuelo y acabar diciendo “nada por aquí, nada por allá, yo me quedo”.
Su resurrección no tuvo espontaneidad. Fue un “suspense” calculado revelador de una arquitectura populista incluso previa al retiro. Ahora que se arroga regenerarnos, como si fuese un cirujano de hierro, el superhombre o dictador benévolo de Joaquín Costa, puede uno preguntarse cómo va a tapar la boca a propios y ajenos que dan noticias falsas o a quienes actúan, según él, torticeramente desde la judicatura. ¿Cómo separará la paja del grano? ¿Puede volver la censura de los medios y un control de los jueces como con Franco?
Si tras esta espantada no hay más que una actuación legítima judicial referente a su mujer es inexplicable su retiro. ¿Pudiera tener este “show” otros objetivos? ¿Impresionar al juez que investiga a su esposa? ¿Buscar un respaldo popular callejero que resultó escaso, aunque eso le de igual? ¿Adoptar medidas políticas importantes en contra de más de media España, como la amnistía? ¿Han de preocuparse jueces y periodistas? Algunos que no son forzosamente de extrema derecha temen un caminar hacia una tiranía bolivariana. Ignacio Varela, un analista serio, afirma que, si bien no habrá otra guerra civil, los hay que reviven su espíritu con complacencia gubernamental.
Lucia Méndez, prestigiosa periodista que estos días pasados empatizaba con Sánchez por lo de su mujer, tuiteó luego que no esperaba que utilizase a su esposa como pretexto para quedarse en el poder. “Yo jamás lo hubiera creído”, concluía. Seguirá siendo, pues, el “puto jefe” como dijo refinadamente Oscar Puente, hombre de confianza de Sánchez que igual le sucede algún día salvo que sea Cerdán. Socios suyos como Puigdemont, Otegui, Junqueras, Aragonés u Ortuzar le acusan de consumar una maniobra electoralista. Pablo Iglesias, “de hacer el ridículo”. Una tomadura de pelo para un socialista como Tomás Gómez.
Continuará Sánchez con la polarización que alienta, como comprobamos leyendo su carta, contra la oposición, jueces y periodistas. Las elecciones catalanas y europeas se verán afectadas por una nueva inquisición. En la que hubo contra los cátaros en siglo XII quemaron a la vez a propios y ajenos. “Dios los separará”, afirmó Simón de Monforte, entonces la espada al servicio de la Iglesia. En otros casos seleccionaron solo a los herejes.
Si Sánchez da un zarpazo a la judicatura, el PP, incluso dificultando la renovación de CGPJ, podría aparentar ser el verdadero defensor del Poder Judicial y de su independencia. Su Presidente interino, Guilarte, que consideró excesiva la reacción de Sánchez a las diligencias previas sobre Begoña Gómez, ha ofrecido una solución personal para reformarlo traspasando funciones del Consejo a los propios tribunales para despolitizar la elección parlamentaria del Consejo.