Vuelve el «bipartidismo»

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Juan Laguna
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— P U B L I C I D A D —

Esta era una de las frases más repetidas desde el movimiento “15-M” cuando España vivía todavía atrapada políticamente entre los dos grandes partidos que se repartían el poder. Cuando los más ingenuos seguían pensando y hablando de teóricas “derechas” e “izquierdas” que se contraponían ideológicamente pero que, en realidad, guardaban simplemente las apariencias del supuesto pluralismo político. Sólo estaban ellos, los nacionalistas y algún resto del naufragio provocado a golpe de cargo de IU. Todos en el mismo espacio de “centro” consagrado en la Transición y todos manchados en mayor o menor forma por los muchos casos de corrupción que, desde los “pelotazos” a la compra de adhesiones a costa del presupuesto, han teñido nuestra muy incipiente democracia. Nuestro cambio de régimen político.

Ambos, PSOE y PP, vuelven a intercambiarse apoyos mutuos en lo que se trata que sea “más de lo mismo”: seguir manteniendo el tinglado existente (al que llaman “estado de bienestar”) a costa de endeudarnos a todos y, como en la Edad Media, coaccionar a los muy sufridos ciudadanos con más y más impuestos. Todo con tal de no meter mano a las desproporcionadas. amén de ineficientes muchas veces, AA.PP. Empezando por las propias “autonomías” que, al final, cuestionan al propio Estado y los muchos órganos o “excrecencias administrativas”, externalizadas o no en sus discutibles funciones. Pero no, ahí no podemos hacer nada porque representan muchas “fidelidades” en la gente que vive (recibe) “de la política”.

El “15-M”, hábilmente manipulado en su justa indignación por unos y por otros parecía traer aires nuevos, pero éstos debían circular por los mismos conductos formales partidarios. Muchos de los “rebotados” de otros partidos, se acomodaban en los nuevos “Ciudadanos” o “Podemos” aprovechando su tirón mediático. Los “medios” volvían a esgrimir su “cuarto poder” para demostrar lo fácil que es crear “líderes” y los “fácticos” movían sus peones en el tablero. El mismo tablero, el mismo juego, aunque las piezas tuvieran un diseño nuevo (al menos en su apariencia). El pensamiento único se llamaba “transversal” con el fin de crear adhesiones, pero ya hemos visto cómo éstas tiene un precio.

Tras el período “sin gobierno” (en que, por cierto, parece que funciona mejor la sociedad al menos económicamente), donde se dramatizaba y exageraba la situación del supuesto bloqueo institucional y se difundía por los medios, se llegaba al pacto de investidura. Para ello era preciso un movimiento sísmico en el PSOE que ha desplazado a su secretario general, contrario a apoyar al PP y el apoyo ingenuo de “Ciudadanos” con sus “exigencias” (poco a poco diluidas en vagas promesas de “ya hablaremos de ello”). Mientras, la formación de “Podemos” va perdiendo fuelle en disputas internas y el espíritu del “15-M” sigue sin sentirse representado políticamente. Ahí está la abstención electoral con las diferencias entre censos y electores.

El “bipartidismo” siempre fue un diseño importado consistente en el reparto del poder: “hoy por mí y mañana por tí”, sin más tinte ideológico que el pago y el mantenimiento de sus estructuras por ese “pueblo soberano” llamado a consultas cada cuatro años con las reglas de un sistema electoral injusto y discriminatorio.

Durante un cierto tiempo el “no” del PSOE presidía el debate mientras buscaba apoyos de carácter transversal en “Podemos” y “Ciudadanos” para un gobierno en mayoría. Durante un cierto tiempo el “postureo” de unos y otros, iba dejando al descubierto la desnudez de los proyectos alternativos. Todos bajo el único y “correcto” pensamiento ideológico permitido en Occidente pero con un cierto tufillo de anacronismo histórico. Los “indignados” con la “casta” anterior, veían frustradas sus ilusiones de nuevos aires y frescura política. Entonces ¿para qué molestarse en votar?

Hace unos días leía el siguiente titular: “ Sólo una de cada siete personas en Europa, está de acuerdo con sus gobiernos”. Si nos atenemos a los miles o millones de personas que viven a costa de la política o de los presupuestos públicos, se entiende tal proporción. Los demás son los que pagan la fiesta con un esfuerzo cada vez mayor, presionados coactivamente por unos lados y por otros. La cuestión es la legitimidad (que no la legalidad) de la representación de la sociedad en un porcentaje de 1/7.

Ahora las aguas vuelven a su cauce porque siempre estuvieron bajo control. Los díscolos se enfrentan entre sí, tanto en las regiones como en el conjunto del Estado. Unos porque ya han conseguido el ingreso en la “casta” y están borrachos de un poder mal digerido. Otros porque intentan participar y obtener también sus días de gloria e influencia. Las nuevas siglas se hacen cada vez más complicadas con las “confluencias” o “plataformas” de pelajes parecidos pero de intereses contrapuestos. Ya no son ni la sombra de lo que prometían ser sino que exhiben sus propias contradicciones sin ningún pudor, mientras las navajas silban en el aire o se esconden tras las túnicas y las togas.

Vuelve el bipartidismo pues. Vuelve la conjunción de los únicos intereses que se han consolidado en el poder, con la bendición y el apoyo de los demás poderes. El PSOE no sólo apoya una investidura de gobierno del PP, sino que va a apoyar sus propuestas como el “techo de gasto” (¡qué sarcasmo!) o los presupuestos públicos por mucho “postureo” de crítica verbal que se exhiba. La “gran coalición”, esa tan deseada por quienes están en todas las pomadas y manejan los hilos en la práctica de las posturas políticas, ya es una realidad incuestionable y los peones de brega ensalzados, manipulados y hasta con apoyo mediático anterior, quedan en el arcén contemplando como se alejan los vehículos de sus competidores sin que la buena e inocente voluntad de ayuda que creían prestar, vaya más allá de un chasco que les puede (les debe) servir de experiencia y rebajar la soberbia con que se han creído “dioses” por un momento efímero.

“Podemos” y “Ciudadanos” son como los personajes en busca de autor (en busca de un verdadero proyecto) que vagan y salta del comunismo a la socialdemocracia o de ésta al liberalismo del que se han mofado antes. Van y vienen. Corren como “pollos descabezados” de un sitio a otro. Dicen unas cosas y luego hacen otras. Están desorientados e inseguros porque reconocen y temen sus propias limitaciones. Mientras tanto, el gran jefe “colmillo retorcido” les observa en la distancia y ha decidido amortizarlos.


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1 Comentario

  1. Hace unos días, en una cena navideña de una institución privada de estudio y reflexión, me tocó abrir el un coloquio formal. La introducción duró cinco minutos escasos. Unas mil palabras.

    Traigo su texto porque de alguna forma muestra importantes diferencias entre lo que se publica y lo que se habla privadamente.

    Lo que se publica en los Medios hace caso omiso del entorno geopolítico. Lo que se habla privadamente comienza a tenerlo en cuenta aunque solo sea porque ya no se puede hacer nada mínimamente serio que no venga fortísimamente condicionado por el entorno exterior.

    El tono “ideológico”… del grupo, unas 40 personas, era entre centro-Izquierda y centro-derecha. Unas tres o cuatro personas eran antiguos miembros del PC y de otros partidos de izquierda.

    Este es el texto:
    Hace unos días me preguntó nuestro presidente si podía abrir el coloquio de esta cena.
    Agradecido por el honor he preparado unas palabras intentando que sean a la vez navideñas, fraternales y con los pies en el suelo.

    Uno de los libros más y mejor anunciados este mes de Diciembre por el New York Times y otros grandes de la prensa es de Walter Schleider, de Princeton. Se titula The Great Leveler. Podríamos traducirlo por «La gran apisonadora».

    Su tesis es que todos los periodos de grandes desigualdades terminan en grandes guerras o en desigualdades crónicas al límite.
    Occidente no solo está mostrando graves y crecientes desigualdades. También se está empobreciendo.

    No hace falta ir a las ciudades de los EEUU o a los barrios pobres de Hamburgo o de París. Visiten los soportales de la Plaza Mayor de Madrid una noche cualquiera de este otoño benigno.

    Un horizonte plausible ya incorpora la palabra Guerra.
    No solo es el Papa Francisco quien avisa. Nuestros mandos militares y más veteranos diplomáticos parecen pensar privadamente que este escenario no es descartable desde mucho antes de que Trump apareciese en la escena.

    Es una postura lógica ante un escenario en el que numerosos grupos como el nuestro han coincidido –desde sus diferentes perspectivas– en las graves fallas estructurales de nuestro sistema social. Fallas muy perceptibles desde el final de Bretton Woods y desde el fin de la Unión Soviética.

    Estos cambios en las necesidades estratégicas del Poder Global dieron paso a un ciclo de “Financiarización” y de dinero sin valor intrínseco, a un desplazamiento de la producción industrial hacia el Oriente emergente y al inicio del empobrecimiento y precarización gradual de la clase media-trabajadora de Occidente. Con pocas excepciones en pequeños países.

    En paralelo, tras Vietnam, nos encontramos hoy inmersos en un número creciente de guerras en cuyo origen está, nos guste o no, nuestra mano, nuestras armas y en ocasiones hasta nuestros ejércitos.

    Durante este periodo España sufre una fortísima disminución de capacidad industrial que ha seguido paso a paso la ruta de la integración primero en la UE y luego en el Euro. El Estado “autonómico” pone la guinda y el modelo económico en el que nos encontramos es, en dos pinceladas…….

    1. Asintótico con quien quiera que sea el productor de más bajo coste en un mundo en el cual las diferencias de conocimiento y tecnología desaparecen.

    2. Dependiente del endeudamiento indefinido de un dinero de puro papel y de solo papel.

    Así estaban las cosas cuando dos eventos de los últimos tres años, verdaderos cisnes negros, producen un shock instintivo.

    1. En Kiev vemos la plaza Maidan incendiada y tres ministros Europeos animando el cotarro. Para muchos ciudadanos españoles fue como ver a Manuel Fraga y a Jaime Mayor Oreja, en el ejercicio de sus cargos, en el Bulevar de Donosti aplaudiendo la quema de autobuses por la Kaleborroka.

    2. El descubrimiento de que Turquía, miembro clave de la OTAN, estaba comprando al Daesh 200 camiones cisterna diarios. Dato conocido por sorprendidos mandos de las FFAA europeas desde 2014 y 2015.

    El resultado es una pérdida de Credibilidad Sistémica Irrecuperable.
    Pérdida que se produce no en la base, que también, sino en las cúpulas sociales.

    Luego vendrían el Brexit, los consejos del Sr. Juncker sugiriendo parar las consultas a los ciudadanos porque… “Si seguimos preguntando se largan”(sic), Trump, el Hillary-Gate, las trampas a Bernie Sanders y el fallido cambio constitucional Italiano que nos hace recordar el patético “caso” del Art. 135 de la vigente Constitución Española.

    En España estalla la corrupción en los medios.
    Pero vemos que fundamentalmente se centran en los trajes de Camps, el bolso de Barberá, las tarjetas de Rato, los 40 millones de Bárcenas, los mil euros de Rita Barberá, que en paz descanse, o los 80 millones de Gürtel. Todos ellos de momento presuntos y algunos ya absueltos.

    Mientras tanto los cientos y miles de millones blanqueados por actores perfectamente identificados discurren en libertad sin fianza.
    Cuando lo importante nos supera, lo accesorio se convierte en instrumental.

    En estas circunstancias ¿Cómo se puede conservar la Credibilidad Institucional?

    A partir del “Maidan” los comentarios de los lectores –en toda Europa– son tan contrarios a las líneas de los grandes medios que Figaro, The Guardian y otros actores de la gran prensa publican editoriales preguntándose ¿Por qué?

    Un poco más tarde la propia Sra. Clinton diría alarmada ante las cámaras: ¡Estamos perdiendo la guerra de la información!. We are losing the information war!

    Mientras tanto vemos que nuestro problema, sumado al Mutatis Mutandis, ya no parece tan soluble con reformas menores y que quien adopta esta vía pronto se ve superado por los acontecimientos porque el público va por delante de los liderazgos.

    Nos guste o no, esta es una versión benévola de la situación de salida del año 2016.

    Omito, por ejemplo, el monstruoso sobrecoste de la ineficiencia estructural y otros efectos perversos de nuestro sistema Autonómico. Tema para otro instante.

    Las Navidades son momento de echar una mirada reflexiva al pasado, de renacimiento y de nuevos propósitos.

    Las cosas están así porque el segmento peor representado políticamente es, precisamente, el mayor de todos: la clase media trabajadora. A ambos lados del Atlántico.

    Se trata del segmento social que todo financia con una fiscalidad desbocada y que cada vez pinta menos. Un segmento de la sociedad que parece estar en derribo buscado.

    La solución en caso alguno vendrá de la Izquierda o de la Derecha: ambos forman parte del entramado del poder global de la Postguerra que establece constituciones Socialdemócratas en el continente. Constituciones que, también hasta aquí nos han traído.

    La salida exige grupos humanos capaces de discernir desde dentro del cuerpo social y de comunicar leal y eficazmente. Ninguna de las dos cosas es sencilla.

    Grupos humanos que sientan la necesidad moral y vital de cambiar a mejor el rumbo de las cosas.

    Este, pienso, es un buen propósito de fin de año. Difícil pero realista. Un propósito que, como dice un buen amigo, debe ser llevado a cabo……..”más que para servirnos, para servir”.

    Feliz Navidad

    PS. El coloquio duró, ordenadamente por turnos, unas dos horas. Me sorprendió sobremanera la general aceptación de lo anterior.

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