Mientras que algunos países y organizaciones terroristas juegan al póker en el Oriente Medio pudiendo los acontecimientos descontrolarse, en España, con las elecciones vascas de este pasado 21 de abril podemos ver un terrorismo blando que no mata, pero recuerda su existencia pasada cuando sus herederos políticos no reconocen que ETA fue terrorista.
Ciertamente, van abandonando cierto chantajismo inaceptable. Primero, el tiro en la nuca y la bomba lapa. Hay que alegrarse, pero no agradecerlo porque nunca debieron matar. Desde ese momento prefirieron correr un velo sobre los crimines cometidos pretendiendo que se acepte el fin de una etapa justificada de reclamaciones contra una España opresora (que lo seguiría siendo).
Los admiradores de ETA parecen haber dado un nuevo paso al pedir perdón a sus víctimas el candidato de Bildu acorralado por su resistencia a admitir que ETA fuese terrorista. Sin minusvalorarlo, sigue siendo insuficiente. ETA asesinó a 850 personas, dejó heridos e inválidos y dolor en muchísimas familias. No se puede limitar a estos dos pasos la censura y seguir justificando las actuaciones terroristas.
Del terrorismo asesino pasaron al callejero, más que desorden y vandalismo porque su objetivo seguía siendo amedrentar. Tras los escenarios mortales y amenazantes se continúa con un terrorismo festejante al celebrar públicamente con alegría la salida de la cárcel de los etarras no arrepentidos.
El candidato de Bildu, Otxandiano, justificó las actuaciones etarras como una lucha contra la dictadura franquista (un error en el que ya cayeron ingenuamente algunos opositores a la dictadura) para luego lamentar que hubiese una “deriva” posterior. ETA mató a 669 personas desde 1975 hasta 2010, más que en la dictadura, anunciando en 2011 su final 36 años después. Una eternidad antidemocrática.
Bildu, así como sus electores y partidarios justifican a ETA que, además, provocó un importante éxodo de ciudadanos amenazados. Más difícil de comprender es que un partido que se precia de democrático y progresista, que también sufrió de ese terrorismo, se alíe políticamente con quienes siguen sin condenar a ETA. Este blanqueamiento estimula apoyar a Bildu. Una responsabilidad históricaa pesar de ponerse la venda de las mejoras sociales en los ojos cubriendo lo improcedente con lo legítimo. Al final de la campaña hubo que soportar que quisieran hacer creer que se acababan de dar cuenta.
El argumento de que es mejor así que cuando mataban es inaceptable. Con este simplismo se está diciendo que, si no gusta, igual podrían volver a sacarse las pistolas. La reconversión de terroristas antidemocráticos en demócratas de toda la vida requiere contrición, rechazo a lo ocurrido y, en algunos casos, quedarse al margen y volver a casa.
Los resultados electorales de las elecciones vascas sólo pueden verse, pues, con preocupación. Bildu casi “sorpassa” al PNV en voto popular (32, 5 % frente a 35,2 %) y le iguala en escaños (27). Bildu ganó en Álava y Guipúzcoa mientras Vizcaya es más peneuvista.
Si bien el partido de Sánchez ha logrado subir dos escaños (consiguió 12) y mantener su modesto rol de coronar quién gobernará, Bildu se lleva los votos de Podemos (tenía seis escaños, los que sube Bildu). El PNV pierde cuatro. Sumar añade otro fracaso como en Galicia, aunque logra esta vez un escaño.
El PP gana también un escaño, pero sin entrar en la liga de los imprescindibles. El votante prefiere un partido regional tanto a la derecha como a la izquierda que uno nacional. A misma oferta, vasco y no maqueto. Vox mantiene escaño en Álava. Algunos votantes siguen sin entender que la derecha dividida no va a ninguna parte.
Por escaños los dos partidos nacional-separatistas empatan sin airear ahora excesivamente su independentismo y suman juntos 54 escaños sobre 75. Ideológicamente, toda la izquierda tiene 40 escaños y el conjunto conservador 35. El balance de moderados/extremistas es de 34/1 (Vox) en la derecha y de 12 (PSOE)/28 en la izquierda.
La independencia no estará a la vuelta de la esquina, pero sí profundizar la desespañolización. Más fácil y cómodo que una independencia que sigue como espada de Damocles encima de cualquier Moncloa. Por ahora, un vinagre renuente a mezclarse con el aceite en la vinagreta nacional.