Este 28 de octubre se cumplen 40 años de la aplastante victoria socialista en 1982. El PSOE liderado por Felipe González obtuvo 202 diputados. En aquel entonces, Alfonso Guerra era parte de un binomio, como Guillermo Galeote y Luis Yáñez eran parte aparente de una tetrarquía andaluza. Sin embargo, las que siempre se recuerdan son las medallas de oro.
Javier Cercas señala en El País este viernes como se distorsiona ahora la Transición y se desmerecen los méritos de Adolfo Suárez y de Felipe González. Añade como algunos prefieren fijarse en la II República y en la Guerra Civil más que en la Transición. Lo mismo hubieran podido hacer, se puede aventurar, nuestros tatarabuelos si se hubieran eternizado en las guerras carlistas, unas guerras civiles, más que en la Restauración. La lección es que, sin eliminar los retrovisores, hay que mirar la carretera que va delante al futuro para no acabar de nuevo en la cuneta.
Felipe, como señala Cercas que le llaman los que le apoyan y reconocen sus méritos, más que González, designación preferida por sus opositores y detractores, ha sido, y sigue siendo, el referente político español más importante después del franquismo y los hay que no dudarán en extender este periodo desde principios del siglo XX si se considera que a diferencia de algunos que, esperanzadores, no perduraron y de otros que sí se perpetuaron dictatorialmente, Felipe representó establemente las expectativas anheladas y logró transformar profundamente el país de un modo pacifico.
No le quita ello méritos a Suárez que hizo el trabajo previo y necesario de pasar sin traumas exagerados de la dictadura a la democracia a pesar de los muertos apilados por ETA, cuya siniestra labor no condena Bildu, y de ciertos militares nostálgicos que conspiraron y fracasaron en su golpismo.
Tras 40 años de la victoria electoral que le llevó a La Moncloa, Felipe sigue siendo el referente esencial de un progresismo sensato y socialdemócrata, ese que ya no parece tan popular en el PSOE de Sánchez y menos aún en ese conglomerado denominado bondadosamente como la izquierda a la izquierda del PSOE o, más acertadamente, la izquierda radical, conformada por IU, dominada por el Partido Comunista, Podemos y demás confluencias así como los independentismos con piel de oveja, como el PNV, y los con dientes de lobo como Bildu, ERC o Junts, partidos entre los cuales se sitúan, como señalan los medios, los actuales socios preferentes de los socialistas.
Tampoco la extrema derecha representada por Vox es un referente que podamos considerar con agrado para sustentar gobiernos municipales, autonómicos o el nacional, sin perjuicio de que este radicalismo conservador sube como la espuma en el mundo occidental y sin olvidar que actualmente impera en Rusia como la extrema izquierda prevalece en China por muy capitalista que sea.
Ciudadanos tuvo una oportunidad de oro en 2016 para situarse en el fiel de la balanza entre los dos partidos mayoritarios de derecha y de izquierda. Albert Rivera la tiro displicentemente a la basura ante la impasibilidad de un Sánchez asesorado por Iván Redondo. Prefirieron la aventura con Podemos.
La vida es gris y no blanca y negra. No se trata de cuestionar logros del actual gobierno ni aciertos de la oposición, que todos tienen sus activos por presentar, pero lo que es aún más evidente es que tanto el PSOE como el PP se complacen actualmente en cavar cada vez más profundamente el foso entre todas las dos Españas que se puedan definir o inventar
Es pues una segunda transición lo que el país necesita que no sería más que la prolongación de la primera donde sobre las diferencias, muchas veces legítimas, prevalecieron el entendimiento, el consenso, el futuro, la convivencia en paz y un debate educado más que virulento. Eso es lo que sigue representando Felipe que, con sus 80 años, es mucho más joven e ilusionante que la mediocridad política que actualmente nos abruma.
Estimado amigo: parece que hemos vivido en países distintos o en circunstancias diferentes.
Estuve en política desde antes de la Transición y por eso ya no cuelan los «cuentos» elaborados sobre algunos personajes del momento por mucha propaganda mediática que tenga más de «constructo» artificioso, que de realidad política.
Primero: La Transición ya estaba definida y preparada en esa línea socialdemócrata que marcó el llamado «franquismo» (basta con ver las líneas maestras del régimen en sus leyes fundamentales o en el interés social de sus obras). Por eso fue fácil para los llamados «azules» pasar «de la ley a ley» (como dijo Torcuato Fernández Miranda) y la Reforma Política, la Constitución de un «estado social y democrático de Derecho» (artº 1º C.E.).
Segundo: Hay que saber quien pilotaba con el «mando a distancia» la sustitución de un régimen por otro y los «apoyos» que, en su momento (Suresnes 1974) recibió el PSOE desde EE.UU a través de «Flick» y «Flock» para pasar de «OTAN de entrada NO» al «OTAN, SI». Las reticencias de Suárez ante la entrada de España en la OTAN, hicieron que «perdiera la confianza» depositada en él en un principio.
Tercero: De esta forma y siguiendo el diseño convenido, el PSOE entra en el gobierno desde el abandono del «marxismo» inicial, más atento a los privilegios del poder que a la ideología (como Podemos en su apoyo al gobierno), y por ello incia el camino de «enterrar a Montesquieu», poner «patas arriba» las instituciones y seguir lo acordado en Suresnes sobre la «autodeterminación de los pueblos de España» (algo ya conseguido en buena parte) y la destrucción de la nación.
Cuarto: Parece que no les fue mal el asunto, dados los cambios de «status» social y económico de muchos de ellos que les ha llevado a diversos negocios. Eso sí, dando ocasión a otros de participar en ellos o con cargos institucionales.
Quinto: En esa línea se llega a la destrucción del tejido productivo, a la privatización de empresas públicas y a la enajenación de las privadas incómodas. A la «okupación» del Estado y sus muchos aledaños o excrecencias públicas. A la política clientelar en una palabra que es lo que se lleva ahora.
Podría seguir, pero ya da pereza tener que recordar lo que casi todos los que vivimos esa Transición
hemos conocido y que, parafraseando a Ortega «no era eso, no era ésto….»
Un saludo.