Con motivo de la festividad de San Jorge el presidente catalán ha vuelto a mover ficha en el camino del autoproclamado derecho de soberanía, insistiendo en ese laberinto en que se pierde cada día un poco más.
Siempre se ha creído que era más importante sumar que restar. De este axioma lleno de lógica se desprende que resultan más beneficios a la hora de sumar esfuerzos, talentos, recursos y proyectos comunes que si se produce una diáspora empobrecedora. Siempre se ha pensado que es preferible construir entre muchos que destruir entre pocos.
Obnubilado Mas, todavía, por una manifestación que no era independentista (aunque se intentara identificar como tal) se lanzó de cabeza a un charco, removiendo lodos y sedimentos para enturbiar las relaciones de los catalanes con el resto de las regiones de España, proclamando las supuestas excelencias del separatismo o del secesionismo, frente a la unión de todos los ciudadanos españoles.
No ha ahorrado esfuerzos por intentar demostrar lo indemostrable: la existencia y vigencia de un estado catalán en el seno del estado español, la existencia y vigencia de instituciones propias de un estado en lo que es -con toda la dignidad e importancia del término- una región tan importante como Cataluña. Una región construida por una gran mayoría de no catalanes donde la mezcla de gentes, como en otras muchas zonas de España, ha enriquecido genética y culturalmente lo que ahora se trata de llamar “pueblo catalán”.
He tenido y tengo excelentes amigos de esa región a los que he admirado por sus cualidades al igual que, supongo, ellos han recibido las mías, quizá más modestas. Tanto ellos, como yo nos negamos a que nadie nos disponga o predisponga a enfrentarnos sólo para que Mas y compañía sigan subidos en la ola falsa del independentismo que han creado aquellos que tienen intereses en mantenerlo.
Olvida el Sr. Mas que el proceso evolutivo de la especie humana se produce por la suma y no por la resta de genes diferentes, por el cruce de razas produciendo las excelencias del mestizaje, por sumar las diferencias para enriquecer la especie, por saber adaptarse mejor a un medio cambiante permanente, que los llamados “relictos” se consideran un nicho ecológico que impiden el progreso y la mutación adaptativa, que los endemismos, por muy interesantes que sean para estudios especializados, son un fracaso evolutivo y que la endogamia siempre ha producido efectos perversos.
Deberían bastar estas consideraciones para comprender que, el hecho de querer aislar una zona identificando a los vecinos como enemigos, es el fracaso anunciado para el aislacionista y para quienes le sigan por esos derroteros. Es una perversión histórica y hasta biológica, aludir a unas señas de identidad racial o cultural propias de los “catalanes”, cuando este término se diluye ya en una población cosmopolita en pleno proceso de globalización mundial. Es un contrasentido decirles a los habitantes de Cataluña de origen no sólo español sino internacional, que están marginados en este proceso secesionista haciéndoles abjurar de sus costumbres y tradiciones, pero es mucho peor utilizarlos como número para apoyar procesos que suenan a rancios en el siglo XXI.
El Sr. Mas y la organización política que lo mantiene son conscientes de que se han metido en un charco que ha resultado ser arenas movedizas. De ahí su actitud cambiante (pragmática dirán algunos) ante la forma de salir del atolladero. Desde el pulso altivo al resto de España hasta la petición de ayudas económicas para saldar las deudas originadas por el despilfarro y mala gestión de quienes han gobernado. Desde las palabras rimbombantes de su autodeterminación a la incapacidad de sacar adelante sus compromisos electorales, muy marcados por cierto por una fuerza política antagónica con los ideales burgueses de CiU.
En aquella formación que fue Alianza Popular ya se dijo que “la política hace extraños compañeros de cama”. Esta es la extraña pareja que forma hoy la burguesía capitalista de Cataluña (mucha de ella cristianodemócrata), con los descreídos, ateos e izquierdosos miembros de ERC. Unos con acusaciones graves de utilizar los paraísos fiscales para preservar sus patrimonios, algunos de ellos de discutible origen, en vez de invertir en esa Cataluña en la que parecen creer; otros con escrúpulos y recelos hacia las oligarquías dominantes pidiendo el esclarecimiento de estos hechos. Agua y aceite removidos para intentar hacer algún caldo comestible políticamente, pero seguramente condenados a ser rechazados finalmente por quienes no tienen las tragaderas tan grandes.
Hay que volver a la Biología y aprender de ella. La soledad y el aislamiento pueden tener una connotación positiva en el plano intelectual o creativo, pero resultan perjudiciales cuando se trata de sociedades humanas destinadas a entenderse y a ayudarse mutuamente. No hace falta remontarse a aquel aislamiento geográfico y político de la dictadura anterior para saber cuanto perdimos con ello, cómo un orgullo nacional mal entendido, nos hizo despreciar a los demás para después solicitarles asilo.
Esperemos que el Gobierno de Cataluña tenga la valentía de aceptar su equivocación en el camino del progreso y la construcción de voluntades comunes que tanta falta nos hace, aún a riesgo de romper acuerdos de imposibilidad manifiesta. Es hora de sumar y no de restar. De construir y no destruir lo ya levantado tan penosamente por todos los españoles. De evitar el nicho ecológico especializado en el que estarían expuestos a la degradación evolutiva, cuando no a la extinción como grupo aislado.