La proximidad de unas elecciones cualesquiera en nuestro país se adivina en la cantidad de veces que tenemos que aguantar al presidente del Gobierno presumiendo de esto, anunciando lo otro, prometiendo aquí, asegurando allá. Y todo sin la menor conexión con la realidad.
Como en algo menos de tres semanas tocan elecciones autonómicas en Madrid, Sánchez se ha remangado y decidido bajar a la arena, a por la región que la izquierda siente que perdió en el 39 y no ha conseguido recuperar desde entonces. Y como no es capaz de reconocer otra cosa que su belleza y mismidad en el reflejo de un lago que no sabe distinguir como espejismo, el resultado es el habitual: donde presume, engaña; lo que anuncia, incumple; donde promete, miente; donde asegura, finge.
Cuando afirma que «España se sitúa hoy entre los países con mejor desempeño en la vacunación», olvida que vamos muy por detrás de los ritmos alcanzados en Francia o Alemania, que la gente se lo piensa seis veces antes de que le inyecten Astrazeneca, que no llegaremos al setenta por ciento de vacunados en verano (mantra que se empeña en repetir ad nauseam) ni en sueños, según la opinión de los expertos.
Cuando habla del megasuper plan que dice haber preparado y que ha llamado de Recuperación y Resiliencia -lo que quiera que sea eso-, no concreta, porque no lo sabe (o lo sabe y es peor), cuando va a liberar la Unión Europea esos 144 mil millones de euros que dice él, el Iluminado, van a suponer el proyecto más ambicioso de nuestro país, al nivel de la llegada de la democracia, la Constitución y la entrada en la Unión Europea. Y ni se despeina, el tío.
Y puesto a prometer, a anunciar, a presumir y asegurar, pues ¡hala! Que va a crear 800.000 puestos de trabajo, que prorroga tres meses más la prohibición de desahucios sin alternativa habitacional, que habrá una moratoria de la renta del alquiler de la vivienda… Ah, y lo de manosear otra vez el Valle de los Caídos, que se cree que en 2019 le salió muy bien.
Sánchez vive tan absolutamente desconectado de la realidad que se cree sus propias mentiras -una cascada equiparable a las mayores del Monasterio de Piedra-, promete sabiendo que no cumplirá y anuncia sin el menor sonrojo lo que ni siquiera está en su mano.
Lo que no sé es si ha sopesado las consecuencias que todo eso puede tener en las elecciones madrileñas. De momento, ha ensombrecido irremediablemente a su candidato, Ángel Gabilondo, de suyo ya suficientemente sombrío, como si no fuera Pablo Iglesias el único de su Gobierno que se presenta a las mismas. Y después, tendrá que afrontar personalmente unos resultados que parece ser que no van a serle muy favorables y podrán achacarse a su excesiva, narcisista, intervención en la campaña. Aunque, tratándose de Sánchez, eso sea mucho esperar: él no se hace responsable de nada.