Los nacionalistas catalanes no pierden ocasión para hacer el ridículo. Este martes acudieron al Parlamento Europeo para hacer su ‘performance’. Llenaron de curiosos y algún que otro eurodiputado despistado de Escocia, Irlanda del Norte o flamenco. Exotismo digerible por las instituciones comunitarias.
Eso sí: ni una sola autoridad de la Comisión, ni un solo eurodiputado del PP, PSOE, ALDE o conservador. Si algo ha hecho bien el gobierno en relación al ‘problema catalán’ es cortocircuitar la aspiración secesionista de internacionalizar el ‘conflicto’.
Puigdemont, Romeva y Junqueras ‘vendieron’ en inglés, francés y catalán que en Cataluña habría referéndum en el 2017. La foto la ha consumido todo el mundo. El mensaje, también.
Las autoridades comunitarias trataban de restar importancia a la ‘performance’: es un acto privado, no ha habido recepción oficial, etc. Y no por ser presidente de comunidad autónoma, sino por pretender utilizar Bruselas para su ‘desvarío’ secesionista. Y para que quede claro, bombo y platillo a Page a cuenta de los cuchillos de Albacete… Spain is different.
De nuevo regresan los independentistas sin una foto que echarse a la boca. Eso sí, su viaje lo paga el contribuyente. No hay dinero para ambulancias, pero no hay limitación presupuestaria para el ‘process’. Cuestión de prioridades. Disfruten lo votado…
Llueve sobre mojado porque ya Mas intento -sin éxito- internacionalizar su locura ‘separata’. Las autoridades comunitarias insisten en que si se independizaran, se pondrían a la cola para ser miembros de la Unión Europea. Pero ellos, al ‘raca-raca’. Si no fue suficiente la experiencia del Brexit, ahora trabajan por el ‘Catexit’…
Lo que inquieta es la pasividad del gobierno. Toda la respuesta ha consistido en un magnánimo ofrecimiento presidencial: “les iría mejor si recogieran mi mano tendida”. No es suficiente. Tampoco el diálogo. Ni siquiera el Constitucional. Hay que hacer política: poner en valor el bien de España y denunciar el coste de los ‘sueños’ emancipatorios. Y aquí a Rajoy, ni está ni se le espera.
Mientras, Cataluña sufre la factura de la incertidumbre. “Las empresas huyen de Cataluña como de la peste”, señala el presidente del Círculo de Empresarios, Vega de Seoane. Gráfico y exagerado, pero esencialmente cierto. Barcelona sufre el ‘síndrome Montreal’: caída del peso económico por las tensiones separatistas. ¿Cuándo escucharán a la burguesía catalana que lleva años con la tarjeta amarilla levantada?