Estoy convencido de que, si pudiéramos reunir hoy a John Locke, a Adam Smith o, a cualesquiera de los padres del liberalismo, a un debate con los que hoy se dicen liberales para analizar como representan y entienden el pensamiento liberal, no tardarían ni dos minutos en replicar ¡¡¡No han entendido nada, esto no tiene nada que ver con lo que nosotros pretendíamos!!!
El liberalismo nació como un discurso público y privado, de la virtud individual que tenía la vocación de frenar cualquier arrogancia despótica. Pero en la segunda mitad del siglo XX una tendencia neoliberal y libertaria convirtió el mercado en una abstracción dogmática que justificaba un egoísmo descontrolado y sin límites.
El pensamiento liberal suponía un freno, una estrategia que combatiera al poder político y religiosos de la época, con el tiempo lidero un nuevo orden político basado en la separación de poderes; Legislativo, Ejecutivo y Judicial, así como la defensa de la conciencia, la libertad y la propiedad.
Es necesario, por no decir, imprescindible volver en estos momentos a la recuperación de los principios liberales, a la esencia del pensamiento liberal de sus fundadores, John Locke, Adam Smith e incorporando nuevas aportaciones de liberales como John Rawls, un filósofo de pensamiento liberal del siglo XX, aportaciones con las que intenta dotar de un fundamento moral que carecía el liberalismo desde los escritos de John Locke.
Reflexiones sobre las implicaciones de un liberalismo que, a diferencia del original, contempla políticas para contrarrestar la concentración de la riqueza y redistribuir parte de ella a favor de los individuos menos aventajados de la sociedad. Lo que Rawls denomina la justicia de la equidad.
Economistas liberales reconocidos, así como los máximos organismos europeos y mundiales han reconocido también la obligación y la necesidad que tienen hoy día los Estados de mantener un sistema de protección social para los mas humildes de la sociedad, un sistema de prestaciones que, por supuesto no condicione la eficiencia económica y el nivel de vida del conjunto de la sociedad, ya que eso pudiera erosionar y por último impedir el cuerpo ideológico que alimenta dicho sistema.
No se encontrará, en otros economistas liberales de orientación similar ninguna especificación de la filosofía económica liberal que no asigne al Estado la obligación de garantizar la satisfacción de un conjunto de necesidades básicas a los individuos que por cualquier causa no sean capaces de cubrirlas con su propio esfuerzo. Solo desde la demagogia o desde la ignorancia y la mala fe se puede afirmar —como tantas veces se hace— que la filosofía liberal se preocupa únicamente por la eficiencia económica e ignora la suerte de los más desfavorecidos.
El liberalismo autentico y los liberales de convicción, tienen por delante la responsabilidad de enfrentarse a sus propios fantasmas y liderar nuevamente la defensa de una política del deber, y no del beneficio. Una política al servicio de la libertad, preocupada por el control del poder; que asegure el establecimiento de mecanismos institucionales que impidan la corrupción y las conspiraciones contra el mercado que se urden a las sombras de los gobiernos; que combata el dogmatismo y que defienda la tolerancia como una seña de identidad de nuestra cultura.
Urge recuperar la virtud y los valores
Ante la mayor crisis de las últimas décadas, urge recuperar la virtud y los valores, una tarea para la que los liberales están mejor capacitados que nadie.
Corren tiempos en los que se ha confundido el liberalismo con la especulación, el libre albedrio. Los mercados están dominados y controlado por las oligarquías capitalistas, por el neoliberalismo. El control sobre las oportunidades impide el libre acceso a todos aquellos emprendedores que aspiran a hacerse un hueco en los mercados.
Es un verdadero desafío y una gran oportunidad para marcar un antes y un después en la historia del liberalismo, para los verdaderos convencidos de las posibilidades que el pensamiento liberal ofrece, están en el mejor momento de unir esfuerzos, recomponer a la familia liberal y llevar a la práctica las reformas que tanto necesita el sistema democrático. Los tiempos han cambiado y no cabe duda de que hay que actualizarse para recomponer la situación que han generado los que con una ambición desmedida han revestido al capitalismo radical disfrazándolo de pensamiento liberal sin miramiento alguno.
Decía Marañón sobre ser liberal:
«Ser liberal es estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo y […] no admitir jamás que el fin justifica los medios»
Gregorio Marañón
Totalmente de acuerdo.
Yo lo resumiría en dos puntos:
1. La confusión entre una teoría filosófica (o política) llamada liberalismo con una teoría económica llamada neoliberalismo, y
2. La creación de organismos supranacionales tras la segunda guerra mundial (Unión Europea, pero también el Banco Mundial o la ONU).
Saludos.