No podía suponer que mi artículo El partido soy yo publicado en El Mentor, diera lugar a la llamada telefónica que recibí al día siguiente. No tenía identificado el número que aparecía en mi pantalla, pero contesté. Era una mujer que se identificó como antigua alumna mía en los cursos de Master de ICADE que impartí años atrás. Al decirme su nombre pude recordarla. Inteligente, activa, hábil para las relaciones sociales. Su carrera —me explicó— había sido exitosa y por razones que desconozco había tenido relación con Moncloa desde su amistad con la primera dama y no desde su trabajo en altas instancias. Tras breve prolegómeno tuvimos la conversación que sigue:
—He sabido de tu artículo por terceros. Al leerlo detenidamente considero injusto que acuses al presidente de patrimonializar el PP cuando lo que ha hecho es el inmenso sacrificio de salvarlo.
Quedé ligeramente perplejo por lo sorprendente de su afirmación, pero recordando su agudeza no protesté.
—¿Cómo es eso? —Inquirí con tono amable.
—No es cuestión de discutirlo por teléfono. Te llamo para proponerte una entrevista con el propio afectado. Escucharás sus razones. No sé por qué tu artículo le ha hecho mella, teniendo en cuenta los sapos y culebras que se traga cada mañana.
R quería darme explicaciones
Mi inicial perplejidad se trocó en indecible sorpresa: R quería darme explicaciones. Inaudito pensé, pero inmediatamente lo tomé por una broma. No me dio tiempo a expresarlo. Ella siguió hablando.
—Mañana te recojo a las 9 en tu propio domicilio. Todo será rápido, un simple desayuno y a las 11 habrás terminado.
Asentí. Ni siquiera le pregunté cómo es que sabía donde vivo. Eso era subvalorarla. Tan inverosímil resultaba todo que no le di muchas vueltas. Volví a pensar que sería una broma. Por tanto solo cabía esperar a la mañana del día siguiente para salir de dudas. Y ocurrió a las 9. Ella conducía y tenía el tiempo marcado: el desplazamiento en su coche, la cafetería de Aravaca y la duración de la entrevista. Iba a estar presente con la conformidad de R. A mí ni me preguntó. El presidente estaba esperándonos en una mesa, con dos o tres periódicos encima junto a una botella de agua mineral. Ella me presentó. Lo hizo con un encomio breve, sugiriendo que me guardaba afecto y que respondía de mi proceder recto, sin dobleces. R tenía una mirada dolida, que inspiraba confianza desde el fondo de sus ojos húmedos, tendentes a esconderse entre sus cuencas denotando cansancio. No hubo prólogo, sino que comenzó a hablar, incluso con cierto grado de pasión, algo que nunca le fue apreciado en sus manifestaciones públicas. Creo que no le interrumpí, pasmado como estaba y sintiéndome culpable por mi desmesura al compararlo con Luis XIV en mi artículo pasado. Encima había escrito que su muerte (política) careció de belleza según exigía el poeta Petrarca. Esto fue lo que dijo:
en el PP solo ha habido dos dueños: Fraga y Aznar
—Mire Usted, Cádiz, en el PP solo ha habido dos dueños: Fraga y Aznar. El primero era el padre por lo que no cabe reproche; el segundo lo heredó y quiso convertirlo en su cortijo. ¿Acaso cree Vd. que su famoso cuaderno azul era un plan al estilo del «Qué hacer» de Lenin? Desengáñese, el cuaderno eran solo nombres; nombres a eliminar políticamente y nombres a proteger por serle fieles. El PP que Aznar me entregó, eso no lo niego, estaba configurado para obedecer. Así lo había decidido. Estaba nutrido por restos de UCD , los restos más peligrosos por otra parte. No ha leído usted el chiste que ha recordado Rosell en EL MUNDO, sobre los democristianos. Cuántas veces lo hemos repetido entre chanzas. Por eso yo mismo no podía democratizar al Partido. Para eso necesitaba una catarsis más profunda que perder unas elecciones. Y la ocasión me la ha brindado Sánchez cuando por fin hemos podido mantener una comunicación sincera. Ha sido gracias al 155, en su dos visitas a la Moncloa. El peligro que hemos visto amenaza al PP y al PSOE. Tantos años cogobernado, porque el bipartidismo es cogobernar. Ya sabe usted el consejo del rey Alfonso XII en su lecho de muerte a la regente, su esposa: Cristinita guarda el coño y ya sabes, de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas. Pero yo estoy cansado, no aguanto más y nadie comprende la dimensión de mis actos por España. Ahora ha llegado el mayor de mis servicios. Es verdad que le he hecho perder el gobierno y dárselo a Pedro, pero el resultado es que él sabrá reducir a Pablo Iglesias al techo que tuvo Anguita. Un partido comunista no debe pasar del 10% electoral. Si, si, adivino su pregunta: ¿Y qué será del PP? Ese es el otro gran servicio que presto, diría más, es un sacrificio redentor, porque gracias a él, el Partido vibrará y sabrá medirse a Ciudadanos que carece de trayectoria y de mimbres vitales. Creo que no quieren ser un partido de masas sino administrar el poder que consigan de manera que les llegue a todos. Cuando el PP ha mencionado la cifra de 800.000 afiliados, créame Cádiz, no mentíamos. Así fue y así volverá a ser cuando el partido elija a su nuevo líder.
Permítame el lector tomar aire. Aún no me creo lo que estoy reproduciendo. Ha ocurrido de forma tan inesperada que debo volver a reflexionar, no sin darles la primicia sin más dilación. Prometo volver sobre la cuestión en breve.