¿Quién gobierna el mundo?

Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

Tras los miles de años de Historia que tenemos a nuestras espaldas y los cientos de avatares históricos, culturales y sociales, llegamos por fin en un alarde de “progresismo” al final de la tragedia: el suicidio colectivo de una humanidad que trata de esconder tras tecnologías dudosas, el fracaso de una convivencia solidaria, el fracaso de la política, en definitiva.

Anclados todavía en las rancias ideas de “izquierdas” y “derechas” procedentes de la Comuna de París durante la Revolución Francesa, el mundo avanza ciego hacia su propia destrucción, a una velocidad cada vez mayor, que nada ni nadie parece advertir.

La Historia nos cuenta la creación de imperios y civilizaciones que, antes o después, entran en un ciclo destructivo y fatal que las hace desaparecer. Así ocurrió desde los sumerios, acadios, babilonios, escitas, hititas, arios, chinos, egipcios, griegos, romanos, bizantinos, godos, manchúes, eslavos, indostaníes, mayas, aztecas, incas, hispanos, ingleses, franceses, etc. extendidos a lo largo y ancho del planeta. Guerras, conquistas y colonizaciones hicieron ampliar o reducir el poder de cada cual, pero también las condiciones de los entornos y fenómenos naturales tuvieron que ver en los diferentes procesos.

Al frente de cada grupo o nación organizados surgían líderes y caudillos, reyes y emperadores, que lucharon siempre por ser más poderosos, más ricos, más fuertes que los demás, hasta que esos ciclos históricos llegaban a su final. Sólo sus hechos quedaron en los relatos para una gloria efímera y dudosa. Cada uno de ellos buscaba finalmente la gloria, otro aspecto “virtual” que intentaba plasmarse en una forma de gobierno que conviniese a sus intereses de poder y expansión sobre los demás. Cada uno de ellos ejercía el poder absoluto sobre sus pueblos e imponía sus normas en los que eran sometidos.

Toda esta peripecia nos ha llevado en una especie de vuelo al siglo XXI, donde se conservan la codicia del poder sobre los demás y en cierta forma las guerras clásicas, para pasar a otro sistema de “guerras” que tienen más que ver con las mentes, la propaganda, la cultura o las ideologías modernas. La lucha ya no está en un tablero de juego con fronteras definidas, sino que más sutilmente se ha introducido en el mundo de los medios de comunicación y las ondas de radio, en la publicidad y en la manipulación de las mentes, para los que no hay fronteras, ni límites, ni escrúpulos morales: es una guerra larvada que sigue respondiendo a intereses particulares de unas plutocracias y oligarquías que hunden sus raíces en la búsqueda de ese poder absoluto que ya se creía fuera de juego.

Pero no. Son los mismos perros, pero con distintos collares y mandíbulas más poderosas, quienes luchan por imponer su poder personal, en la depredación o en la pelea por la carroña. Son élites que no proceden del intelecto o de la moral, sino de operaciones financieras y “políticas” donde los principios y valores morales tienen poco que hacer. Son los “amos” del mundo (“los putos amos” como se reconocía públicamente al presidente del gobierno de España por uno de sus ministros) y, por lo tanto, se supone que están en la cima de la pirámide. Pero, insistimos, ellos son simples y pequeños peones que se venden y ponen la cara mediática a los que de verdad gobiernan el mundo: “el gobierno invisible que detenta el verdadero poder… nos gobiernan merced a sus cualidades innatas para el liderazgo, su capacidad de suministrar las ideas y su posición de privilegio en la estructura social”. ” (Bernays). A ello habría que añadir las enormes sumas de capital que tienen disponibles para satisfacer sus deseos o caprichos, las redes sociales que controlan y las instituciones que ellos mismos imponen. El ejemplo más destacado fue el intento de “acuerdo” bajo las siglas TTIP o TAFTA (“Transatlantic Free Trade Area”) que EE.UU. quiso imponer a Europa en 2015, ampliamente rechazado por los ciudadanos europeos.

Quienes gobiernan de verdad el mundo no necesitan pasar por elecciones presuntamente democráticas (a la vista de su fácil manipulación) para ejercer el poder verdadero. Les basta con infiltrar en todas las instituciones públicas “emanadas de las soberanías nacionales”, peones propios, asalariados directa o indirectamente de los “putos amos”, a través de los muchos medios de que disponen, tras haberlos pasado por instrucciones precisas sobre sus intereses.

Más aún, influyen en órganos de carácter transnacional capaces de imponer al mundo políticas determinadas en todos los ámbitos: económico, social, cultural y hasta religioso. Un sistema totalitario hábilmente disimulado desde la comedia que se exhibe de cara al público y que, como la farsa, permite el engaño y el cambio de careta entre bastidores. Tales organizaciones se llenan de supuestos “expertos” que avalan desde su responsabilidad social, auténticos disparates políticos.

Pero el mundo ha cambiado. La bipolaridad o bipartidismo imperante hasta hace poco, ha dado paso a una multipolaridad (pluralismo político e ideológico) que ha puesto “patas arriba” las piezas del “puzzle” que debe construirse de nuevo. Países y naciones que pretenden seguir siendo soberanas (esto es, no sometidos a hegemonías imperiales), se ponen de acuerdo para formar otra imagen diferente en el tablero mundial. Y forman nuevos bloques en los que el instinto de supervivencia supera a antiguos antagonismos e ideologías.

Y los “putos amos del mundo” empiezan a estar noqueados en economía, en cultura, en tecnología y en fuerza social. Corren de un sitio a otro de sus redes pidiendo respuestas cuando creían que las tenían todas: “descarbonización”, “pactos de colores”, “cambios climáticos”, “inteligencias artificiales” y otros proyectos infantiloides debidamente planificados como la llamada “agenda 2030”. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

Así, los países agrupados en nuevos bloques más jóvenes y pujantes y con mayores recursos, empiezan a establecer alternativas. Arabia Saudita (antes aliado), ahora presenta el proyecto “Vision 2030” como un nuevo contrato social en los aspectos de industrialización, educación y trabajo, tecnología, investigación y desarrollo (sobre todo agrícola) que oponer a la “Agenda 2030” occidental, cuando en fecha 9 de junio de 2024, expiró su acuerdo con EE.UU. respecto al mundo del “petrodólar”, mientras las guerras híbridas amenazan a la Humanidad en demasiados frentes.

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