A los españoles había que canonizarnos. A todos, de todo sexo, edad y condición. Sancti súbito, porque qué paciencia para tener que aguantar este gobierno, este (mal) presidente, tantas Yolandas, Belarras, Echeniques, Rufianes (ésto latu sensu) y hasta Macarenas Olonas.
No, no hemos olvidado ni un minuto lo que pasó el 28 de mayo, el domingo que una gran mayoría de españoles le dijeron a Pedro Sánchez, con la contundencia de las urnas, lo que pensaban de su gestión, de sus compañeros de viaje, de sus mentiras, del interrail y las entradas de cine a dos euros (porque lo de las viviendas de birlibirloque pasó al olvido después de la primera semana). El mensaje era alto y claro, y hasta pareció que Sánchez lo había entendido: “estamos de ti hasta los venerables tegumentos”.
Y él, que no puede soportar que no se le ame con devoción rayana en el fanatismo –como demostraron los parlamentarios socialistas en el teatrico que montaron en el Congreso–, decidió vengarse de todos los españoles, por su notable desprecio hacia Su Sanchidad, hacia El, que se rompe de lo guapo, lo bueno, lo aventajado, lo inteligente, lo progresista y medioambiental que es: “pues ahora os jodéis y a votar el 23 de julio”.
¿Que es puente en varias comunidades autónomas? ¿Que es en plenas vacaciones de una buena parte de los ciudadanos? ¿Que hace por esas fechas y calorazo que pa qué te voy a contar? Nada, a joderse, a votar, si queréis que siga el camino que ya le han marcado las urnas el último domingo de mayo; porque como no lo haga y le ofrezcamos la mínima posibilidad de atornillarse al Falcon y La Moncloa, entonces sí que va a ser dramático para España y los españoles.
O sea que a votar. El 23 de julio, sí, porque le ha salido al felón del forro de sus respetos, que es lo único que le importa. A ver, no le vamos a importar los españoles, que somos un hatajo de fachas desagradecidos incapaces de valorar su enorme esfuerzo, su carisma, toooooodo lo que ha hecho él por…
¿Por? Por sí mismo, básicamente, porque a los narcisistas de manual es lo único que les importa y mueve. A votar ¿cómo? Si un cuarenta por ciento de los españoles por esas fechas están fuera de su localidad de residencia, en bañador y chancletas. “Pues por correo, claro”, ¿no? A ver si con un poco de suerte se nos han olvidado los casos de Melilla, Mojacar, Albudeite y demás, y con fe ciega depositamos nuestra decisión soberana en manos de la empresa pública presidida por un amiguete.
Yo no, miren. No sé dónde estaré el 22 de julio, si con bañador y chancletas (ya me extrañaría que me pillaran así), pero tengo claro que, desde donde esté –cinco semanas para mí es ciencia ficción–, cogeré el coche, el autobús, el tren o el blablacar que mejor me pille y el 23 estoy en mi colegio electoral, a pie de urna, para asegurarme poner mi granito de arena para que Pedro Sánchez se vaya a su casa.
Por cierto, tanto problema con el miedo de la gente a ver qué van a hacer si los designan miembros de una Mesa electoral y ¿a nadie se le ha ocurrido que podría haber ciudadanos que, puestos a tener que ir a votar, a lo mejor se presentaban voluntarios para cubrir esa necesidad? Porque podían darle una vuelta a la idea, a lo mejor…