Las últimas encuestas conocidas marcan de una u otra forma el ascenso de los llamados “naranjitos” por el inefable Rafael Hernando, portavoz del PP en el Congreso y la subida al “podium” del reconocimiento público del portavoz de la formación “Ciudadanos”, por encima de todas las demás figuras políticas. Esto ha hecho que los cimientos del Partido Popular empiecen a resentirse cuando, además, sigue el rosario de casos de corrupción salpicando a este partido junto con el resto de las formaciones políticas que pretenden representarnos (para más sarcasmo, se atribuye la corrupción a la función de gobernar, como si eso fuera lógico en la gestión pública).
Lo cierto es que la tensión entre los supuestos “aliados” ideológicos (donde se han utilizado términos como “segunda marca” del PP) parece estar alcanzando unas cotas de enfrentamiento abierto, de cara a un electorado adoctrinado de forma sistemática desde los medios de comunicación, donde no parecen existir muchos criterios impermeables a la manipulación. Las próximas elecciones ya empiezan a remover el sistema electoral injusto (que tantas veces hemos denunciado) escondido tras la pretendida “gobernabilidad” del Estado. Ya era hora de que nos demos cuenta de que el valor constitucional de la “igualdad” chocaba frontalmente con las diferentes valores del voto en España.
Ciudadanos condicionó en su día la investidura del Sr. Rajoy al cumplimiento de unos acuerdos previos a la misma. Unos acuerdos que suponemos aceptados íntegramente por las dos partes, cuyas cláusulas, limitaciones, excepciones o interpretaciones, estarían meridianamente claros para las dos partes. ¿O solamente se trataba de ganar tiempo para un PP ya muy tocado confiando en dar luego largas a sus compromisos? La regeneración (o al menos intento) de regeneración de la política en España, no admite componendas ni segundas lecturas y, de ello, no sólo se han dado cuenta los ciudadanos, sino que la marca política que dice representarlos, ha percibido que ha llegado su tiempo porque están en condiciones de exigir y, en su caso, saltar como una opción de gobierno legítima en España. Para ello tienen que cumplir fase por fase una estrategia de afianzamiento social y de preparación de alternativas reales.
En medio de unas ideologías imprecisas (como son todas las europeas llamadas “moderadas”) donde todo cabe, Ciudadanos se ha decantado al final por adoptar el sello liberal. Ha hecho bien. La defensa de las libertades es un valor a la baja en un mundo sometido a poderes económicos globalizados. Una sociedad “orwelliana” diseñada desde las tecnologías y la ingeniería social, es una sociedad “zombi”, dependiente y, por lo tanto, alienada y robotizada. Ahora es el momento de decidir si preferimos que las inteligentes sean las máquinas o que sean las personas. Esperemos que la formación liberal sepa distinguir entre lo que nos libera y nos esclaviza.
El Partido Popular por su parte anda perdido en su propio laberinto, sin entender siquiera lo que significa su nombre. “Popular” es aquello que emana del pueblo, no de las élites que lo pastorean. Aquella “Alianza Popular” que en su momento defendía valores tradicionales o conservadores, ya no sabe lo que es, lo que son o lo que dicen representar. Cuando -según convenga- tratan de presumir de “liberales”, sus hechos demuestran lo contrario, desde la creación y mantenimiento de estructuras “parapolíticas” con cargo a los presupuestos públicos, hasta el aumento impositivo o contributivo destinado a financiar todos los dispendios públicos. Cuando son “sociales” crean normas que permiten el aumento de la brecha salarial, el despido libre, los salarios de risa (si no fueran para llorar) y el predominio del capital “full” en los convenios laborales que hacen cada día nuevos millonarios que acaban en paraísos fiscales. A eso le llaman “centro” político tratando de mantener una formación socialdemócrata convenientemente disfrazada de supuesta “derecha”. Al final no han conseguido más que crear confusión, rechazo y aburrimiento en sus electores y en estos momentos estar salpicados por corrupción (por haber tenido que gobernar, según se desprende de sus propias palabras) que tratan de cubrir desde “legalidades” creadas por ellos mismos.
Ciudadanos empieza a posicionarse frente a todo ello con firmeza. Insisto, hacen muy bien. Durante mucho tiempo han ejercido la dudosa función de apoyos indiscriminados a la “gobernabilidad” desde una prudencia exquisita. Una gobernabilidad que no implica nombres de personas, sino instituciones fuertes y sólidas al servicio de los ciudadanos. Desde un territorio como Cataluña (virreinato del 3, el 4 o el 5% claramente contagioso y pernicioso, escondido en supuestos nacionalismos), con un sistema clientelar muy peculiar, supieron defender valores que ahora pueden trasladar al resto de la nación. Ya han madurado y se han dado cuenta de las “trampas” escondidas en acuerdos más o menos “tramposos”. Se han dado cuenta del calado moral y político de quienes los firman como si fueran “papel mojado”. Y empiezan a poner distancias con sus socios. De momento ello le ha valido aparecer en las encuestas como formación más valorada, pero…. todavía falta mucho.
Para empezar deben mostrarse abiertos y flexibles a cualquier cambio o reajuste de los muchos que se necesitan en los distintos ámbitos. Desde la propia Constitución, hasta toda la “orgía” legislativa que hace de España el símbolo de la contradicción y el caos jurídico, convertido hoy en una marca “España” que es preciso borrar por su negatividad. Desde la estructura territorial del Estado donde el mundo autonómico debe rediseñarse en su contexto real: la descentralización de la gestión no implica la fragmentación política ni social. Menos aún el despilfarro, los innumerables cargos públicos, las instituciones sometidas al capricho y al criterio de quien manda, los aforamientos, inviolabilidades, impunidades, la deuda pública, el desmantelamiento (cada vez mayor) de nuestro tejido productivo real en beneficio de otros, las desigualdades obscenas injustificables para unos frente al desamparo de otros, etc, etc…
Empieza una segunda Transición en España que puede hacer volver la ilusión a una sociedad mortecina y resignada. Es una gran tarea para todos, no sólo para Ciudadanos. Una gran tarea que vuelva a mostrar nuestra capacidad de afrontar los retos del futuro desde la inteligencia humana, no desde las cosas llamadas “inteligentes”.