Plutocracia o ¿la prostitución de la democracia?

Siglo XXI: Libertad o Tiranía.

Jesús de Dios Rodríguez
Por
— P U B L I C I D A D —

«La plutocracia es una forma de gobierno en la que los más ricos tienen el poder y la influencia sobre el Estado. No es una teoría política, sino un riesgo para la democracia, que puede ser distorsionada por las élites económicas»


Con el comienzo del nuevo milenio, en septiembre del año 2000, los 189 países que conformaban las Naciones Unidas firmaron la Declaración del Milenio, un manifiesto con el que se comprometieron a erradicar la pobreza extrema en todas sus formas para el año 2015. Con el fin de contribuir a registrar los progresos hacia estos compromisos, se establecieron una serie de objetivos y metas con un plazo específico y cuantificados: los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). La finalidad de los ODM es combatir la pobreza en todas sus dimensiones: reducción de la pobreza de ingresos, el hambre, la enfermedad, la degradación del medio ambiente y la discriminación entre los géneros. Agenda 2030: ¿Qué es en realidad y adónde nos lleva?

Nadie, o casi nadie, podía imaginar que los planes que se habían proyectado para el nuevo siglo XXI consistirían en utilizar de una forma perversa y despiadada las nuevas tecnologías y al sistema globalizador (Competitividad, productividad e integración en el plano económico y Marginalidad, fragmentación y exclusión en el plano social) para reducir de tal manera el margen de actuación de los gobiernos nacionales que estos terminarían perdiendo la mayor parte de su poder tradicional y como consecuencia encorsetados sus objetivos sociales. Cuesta trabajo creer como los ciudadanos hemos podido ser tan indiferentes, tan ingenuos y por supuesto tan ignorantes y soberbios para no evitar que nos hayan convertido el sistema que, en teoría, habíamos elegido por una partitocracia y en último extremo por una oligarquía económico-política o plutocracia.

Mucho se ha escrito y se ha avisado sobre lo que se nos venía encima, no podemos decir que no se nos había anunciado por los pensadores más lúcidos del siglo pasado y que hoy es una realidad incuestionable. ¿Qué tipo de interés nos ha llevado a ignorar esta situación? Hemos mirado para otro lado, nos hemos dedicado a parafrasear y confrontar sobre ideologías y nociones de liberalismo y democracia de toda clase, hemos dado de lado a una realidad político-económica que se estaba imponiendo silenciosamente, de como un reducido y selecto grupo de capitalistas financieros nos estaban imponiendo sus intereses globales, que estaban abriéndose camino arrollando cualquier sistema que encontraba a su paso para llegar a la meta que ya tenían trazada y planificada.

Hemos sido testigos presenciales y corresponsables de que la política se haya convertido en un negocio y los partidos compitan en un mercado inspirado por el lucro personal apoyado en la corrupción más descarnada. Lo público se ha disuelto pasando a una gestión privada completamente especulativa y desgobernada en cuanto a los intereses sociales y colectivos pero muy rentable para los gestores. «El modelo político-económico de la llamada civilización occidental continúa deteriorándose inexorablemente y, lo que más asombra, no es su decadencia acelerada e inevitable ya, sino que todavía haya quien la defiende y justifica contradictoriamente, prolongando su duración y su supervivencia agónica».

Como es posible que no seamos lo suficiente decididos para aceptar la cruda realidad en la que nos hemos ido adentrado, negando tozudamente una realidad que nos desborda y nos destruye, ¿Qué intereses banales nos llevan a mantener nuestro apoyo a un sistema fracasado, manipulado y sustentado por ideologías y pensamientos liberales tergiversados maliciosamente? Decía Teócrito: «Los hombres libres tienen ideas, los sumisos, ideologías» ¿Qué nos impide ver cómo estamos manejados y dirigidos por un reducido grupo de ambiciosos y psicópatas, sin escrúpulos, «Yonquis del dinero y el poder» (como se denominaba a sí mismo un arrepentido empresario español) que pergeñaron un plan macabro para apropiarse de todos los bienes de la tierra incluyendo a todos las personas e implantar un gobierno global gestionado y dirigido por manos privadas? No cabe duda de que este tenebroso poder ha terminado por finiquitar al capitalismo tradicional para implantar su propio sistema de cuño capitalista.

La globalización ha provocado la descentralización y fragmentación del poder, ha vuelto crecientemente ineficaces las normas y mecanismos tradicionales utilizados, ha redefinido las funciones del Estado, ha abierto el paso a nuevas formas de acción política, nuevos modelos de legalidad y nuevos patrones de legitimidad, relativizando principios y categorías tales como soberanía, legalidad, jerarquía normativa, derechos subjetivos y ciudadanía. Es esta una situación que invita a reflexionar sin ningún tipo de impedimento sobre el sistema político y jurídico presidido por nuestra constitución de 1978. La experiencia acumulada sobre el funcionamiento del sistema político demuestra las sombras que muestra el sistema constitucional español.

Uno de los más graves problemas por los que estamos atravesando, no es otro que la judicialización de la política. Nos han acostumbrado a dar por bueno el discurso «políticamente correcto», o lo que es lo mismo, a una realidad maquillada, a la verdad silenciada y al elogio habitual. El Poder Judicial está demostrando que no es un Poder constitucional, desde el momento en que está subordinado al Poder político. Que sus miembros, diga lo que diga la Constitución, no son independientes ni responsables. Y que la organización judicial en su conjunto no es sino un mero servicio público, el de la Administración de Justicia, que más que administración es desgobierno. Queda patente como cada día se informa de los desastres de esta Administración –de sus retrasos, de sus costes, de sus disparates– dejando completamente clara su sumisión al gobierno y su dependencia de los partidos políticos mayoritarios a través de un Consejo General del Poder Judicial descaradamente manipulado por estos. Lo que nos lleva a deducir que hay quien padece por la Injusticia disfrazada de Justicia y a aquellos que buscan encontrar lo que hay detrás de las leyes hipócritas, de las palabras altisonantes y de las ideologías huecas. Es una realidad ya de como el modelo político y económico de occidente se ha deteriorado de una forma inexorable. Pues, curiosamente parece no preocupar excesivamente a nadie; nos encontramos en un periodo de la historia en el que nos encontramos con el binomio «Éxito/Fracaso» por una parte estamos mejor que nunca y al mismo tiempo nos argumentan y esgrimen todo tipo de amenazas apocalípticas, pero la realidad es que la fiesta continua y, aunque somos conscientes de la realidad, parece no importarnos lo más mínimo dejar una deuda cada vez mayor a las generaciones futuras. Una deuda ya impagable a día de hoy, que se compensa con la fórmula más fácil, seguir dándole a la manivela para fabricar dinero y seguir tapando huecos.

Me vino el otro día un escrito que hacía referencia a la obra de John Kenneth Galbraith «La sociedad opulenta» —«The affluent Society»— publicada en 1958.Obra que fue considerada un ejemplo de obra económica por las ideas planteadas, no dude en consultarla para conocer sus teorías económicas.

A través de ella, John Kenneth Galbraith comienza por plantear la necesidad de colocar en suspenso lo que se conoce como «sentido común», o que en el caso de Galbraith se denomina «sabiduría convencional», la cual a lo largo –por la creencia de que es el deber ser- termina por ocasionar retrasos, problemas y hasta decisiones erradas en las sociedades, pues se admiten los procesos como ciertos, sin que impere la necesidad de replantearse estas ideas de vez en cuando.

En este sentido, Galbraith sostenía que era momento de analizar la realidad económica capitalista, partiendo de la afirmación de que el Capitalismo es dado por sentado, y considerado como la fórmula correcta, pese a que en realidad debería analizarse de forma lógica, para que sea la razón, y no las corrientes históricas, las que interpreten si realmente este sistema económico es lo que más le conviene a los países, llamados desarrollados. Es así como Galbraith se centra por describir las grandes diferencias sociales que el sistema capitalista va creando a lo interno de la sociedad, desmintiendo de esta forma la creencia aceptada por todo de que el Capitalismo se traduce en un bienestar inmediato y global, o en un estado de riqueza e igualdad de oportunidades para todas las clases sociales. Al respecto, La sociedad opulenta señala también cómo el Capitalismo ha ido precisamente creando distintos mecanismos, económicos y sociales, para los diferentes niveles sociales, contradiciendo su propio discurso de posibilidad de riqueza y disfrute para todos, y por el contrario fragmentando la sociedad, y diseñando distintos mecanismos para cada uno de estos sectores.

Galbraith defiende la necesidad de que toda nación, que desee tener una Economía sana, deberá contar con un Estado, que asuma su papel como coordinador de la Economía, ya que, si se dejara al sector privado ejercer este papel, tarde o temprano se cometerían grandes excesos, al tiempo que no se velaría por el crecimiento y la expansión económica global de la nación. Queda claro que para Galbraith el sector Público debe dominar sobre el privado, y no al contrario. Estando de acuerdo o no con lo público y lo privado de Galbraith ¿no estamos inmersos ya en un paradigma social, político, económico, emocional, científico, o en otro cualquier terreno, que es tenido y venerado como como (dogma) fundamento o puntos capitales de un sistema descriptivo de la realidad y, en consecuencia, obedecido como regla obligatoria y necesaria de conducta? Los paradigmas son como lentes a través de los cuales observamos el mundo, y determinan nuestra forma de pensar, de interpretar y de actuar.

Quiero dejar claro que, bajo mi punto de vista, las teorías que fueron diseñadas en otros tiempos no deberían ser tomadas como dogmas. Si fueron acertadas en su época ello no debe de significar que lo tuvieran que ser en el futuro. Los cambios que hemos experimentado a todos los niveles hacen que se tenga que replantear cualquier teoría pasada, por muy buena que esta haya sido.

1 Comentario

  1. En definitiva. Que debemos ser críticos con lo que está pasando y razonar sobre sus causas y consecuencias. Si no, nos espera el vernos ineludiblemente manipulados y explotados. Cada momento requiere su reflexión y este es con el que nos ha tocado abordar y mejorar.

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