En 1984 Felipe González emitió un decálogo sobre paz y seguridad que estableció un marco de referencia para España como nación europea y occidental, así como atlántica y mediterránea.
Sirvió ello de soporte doctrinal para ganar en 1986 con suficiente amplitud el referéndum para la permanencia de España en la Alianza Atlántica, la OTAN, sin que el desarrollo ahora de una defensa europea, necesaria, lo contradiga pues se trata de reordenar el peso del esfuerzo en defensa dentro de la imprescindible relación trasatlántica lo que produciría, entre otras consecuencias, un incremento del peso europeo y, consecuentemente, de la autonomía estratégica europea.
Felipe VI acaba de abordar en Oviedo una visión complementaria para el logro y mantenimiento de la paz en su discurso con ocasión de la entrega de los premios Princesa de Asturias de 2024. Unos premios en los que le ha pasado definitivamente el testigo a su hija y heredera, la Princesa Leonor, que al igual que su padre sigue una educación amplia, larga y difícil para poder sucederle en su día como un valor añadido y útil para nuestra sociedad democrática al igual que ocurre en otras monarquías parlamentarias europeas que ofrecen también una referencia para la estabilidad por su carácter histórico.
Se ha consumado el tránsito de estos importantes premios de Príncipe a Princesa no sólo respetando así la igualdad de género en el marco sucesorio de la Corona española (si bien nuestra Constitución requiere una nueva formulación al respecto) sino asimismo porque en la Historia de España las mujeres también han reinado, como lo hará Leonor, y no sólo han transmitido derechos como en otros lugares con una visión de predominio masculino.
Felipe VI ha enlazado varios conceptos importantes que forman parte de un esquema completo para que la paz y la seguridad puedan convivir porque, entre otras cosas, la primera no es verdaderamente posible sin la segunda. El Rey ha situado a la persona como sujeto principal y se ha preocupado por la deshumanización. La persona ha de estar en el centro de toda decisión porque “la historia nos alerta de las graves consecuencias de apartarse de ese camino» y «nos alerta de los graves riesgos de la polarización, de la negación del otro por sus convicciones o creencias; porque piensa, reza o vota distinto».
Aplicándolo a la situación actual en el Oriente Medio se puede decir que constituye un llamamiento para, al menos, un alto el fuego inmediato por todas las partes concernidas para acabar con un ciclo infernal de acciones y represalias continuas que no conducen ni hacia la paz y ni hacia la seguridad e inciden cada vez más en una deshumanización de la política regional.
El Rey ha interpretado bien el sentir español sobre los acontecimientos en el Oriente Medio originados el 7 de octubre de 2023 cuando Israel fue atacado desde Gaza por numerosas fuerzas paramilitares terroristas palestinas que mataron a más de 1.200 personas y secuestraron a 251 de las cuales más de un centenar sigue en poder de sus captores, las milicias de Hamás que se enfrentan con Israel como hacen también las de Hezbollah en el Líbano, las de los Hútis desde el Yemen con Irán como madre patria y apoyo de todos estos terrorismos y que han provocado una reacción del gobierno israelí de Netenyahu que excede de una mera defensa legitima para una mayoritaria opinión pública española con acciones militares contra Hamás en Gaza y su población que han costado ya casi 45.000 muertos entre milicianos terroristas y, mayormente, civiles según datos de Hamás.
En Ucrania, como en otros conflictos, la paz sólo puede ir de la mano del reconocimiento del “otro”, como señala Felipa VI, respetándole y renunciando a la violencia para imponerse por la fuerza. Un mensaje muy difícil de aplicar, sin duda, pero preferible à aniquilar al adversario tanto por las armas como con dialéctica, tan destructiva a veces como una bala de cañón que, además, a veces rebota y vuelve al lanzador que tanto en el marco internacional como en el nacional pretende a veces ser un virtuoso.
No hemos de irnos muy lejos los españoles para encontrar a tantos flautistas del mal y a tantos seguidores incautos incluso ilustrados. ¿Se arregla eso con elecciones? Puede, pero sobre todo con reflexión, humildad y trabajo, tendiendo la mano, algo que en nuestro mundo político no abunda tan llenos están de pillería y mala fe. A veces, como ahora con algún moralizador, algún corrupto, algún mentiroso compulsivo, el cielo manda rayos sobre sus cabezas. ¿Justicia divina?