Patriotismo y confianza

Abel Cádiz
Por
— P U B L I C I D A D —

Este primero de mayo del 2011 no ha sido una fiesta del trabajo más, con sus ritos preestablecidos para que los líderes de los dos grandes sindicatos se den un baño de masas aguerridas y digan lo de siempre. No. Este primero de mayo venía precedido por el dato estadístico de que el desempleo sigue aumentando y la cifra de 5 millones de parados se roza dramáticamente, pero acaso porque las cifras redondas cuando son tal llamativas tienen su propia fuerza, el hecho es que la gran prensa se ha dedicado a mostrarnos más de cerca con entrevistas variadas en cuanto a perfil humano, circunstancia vital, edad, profesión, etc., una muestra extensa de parados sufrientes en sus propias carnes del problema concreto de su triste cotidianeidad.

Cuando se leen esas entrevistas sin perderse una coma, entonces uno se mete en los zapatos del entrevistado y frases como las oídas de los grandes lideres sindicales (tanto monta, monta tanto) nos parecen lamentables. Todo gira sobre lo mismo: maldito capitalismo que está en las últimas como consecuencia de su fracaso palpable; reivindiquemos a la izquierda real que tendría soluciones alternativas que el perverso sistema impide; para que la reforma laboral, si es un fracaso. Junto al discurso manido, los que ocupan el poder político insisten en que, por fin, esta es la última subida de la cota de desempleo. Y, entretanto, de todos estos parlantes no ha salido un mínimo análisis, sobre el efecto negativo que ha tenido sobre Occidente el estrepitoso fracaso del socialismo real ¡Como debemos lamentar ese fracaso! Sin él, es decir, si las economías del socialismo real hubiesen funcionado razonablemente, no tendríamos a la vista lo que ocurre. Es leve digresión, pero vale la pena dejarla anotada: el trabajo en Occidente está desapareciendo por causa de su propio fracaso. Que país occidental –allí donde el capitalismo iba a destruir la dignidad, alienar al hombre, anularlo, explotarlo- habría sido capaz de llegar a una situación como la que han denunciado dos ONGs británicas en las factorías de Foxconn en las ciudades chinas de Chengdu y Shenzhen. Nada menos que 500.000 trabajadores en plantilla ¡Quien los pillara ahora en España! Hasta 100 millones de los iPad que consumirá el mundo capitalista, prevén fabricar al año estas factorías chinas. Pero en ellas —advierten las ONGs— la jornada diaria laboral puede ser de 16 horas y las horas extras al mes superar el centenar. Ítem más, en caso de incumplir objetivos el trabajador puede ser humillado públicamente en los tablones del personal. Eso sí, para evitar suicidios (en 2009 se suicidaron 17 en la fabrica de Shenzhen) les obligan a firmar un documento comprometiéndose a no hacerlo.

Volvamos a lo nuestro. Si reparamos en cuanto se ha visto y leído estos días, aquí nadie, absolutamente nadie, ha sido capaz de llamar a la inteligencia a realizar un diagnostico objetivo sobre lo que está pasando, sobre el por qué no se crea trabajo y el por qué la reforma laboral es de verdad un fracaso, pero no por lo que esgrime Cándido Méndez, sino porque no existe ninguna reforma real para el pequeño empresario y sí un nuevo andamiaje burocrático que se aleja de lo que precisan los emprendedores para crear empleo.

Si “el cristal con que se mira la realidad social” no estuviera velado por las ideologías, podríamos formular una serie de preguntas y pedir que fueran respondidas por quienes tienen poder de decisión para influir en la situación. Hay quien hace preguntas, pero no deja de sorprender que la mayoría de las opiniones recabadas, corresponden casi siempre al catedrático de turno, al profesor, al tertuliano, al investigador institucional; pocas veces a emprendedores de los que pagan una decena de nóminas cada mes. Así podemos leer perlas como las de un tal Antonio Baylos, catedrático de Derecho de Trabajo que a estas alturas del nivel de paro declara que muchas medidas que se barajan solo sirven para “disciplinar y someter a los trabajadores al poder del empresario” He aquí un lenguaje rescatado de cualquier estudiante de Facultad de los años 70. Hoy habría que preguntar a miles y miles de parados si tanto les repugna pensar en que quieren disciplinarles y someterles al poder del empresario. Por favor seamos serios señor alto funcionario de nómina asegurada de por vida.

Anticipemos una postura clara para dejarnos de eufemismos. El marco para crear empleo es urgente que cambie y eso empieza por algo que ya no le es posible a este Gobierno: infundir confianza. Aquella frase de El “España va bien” emitida por un personaje tan insípido como era Aznar al llegar al Gobierno por los pelos, fue repetida hasta la saciedad mientras se hacían visibles medidas del Gobierno. Y terminó generando confianza. CONFIANZA ES LO QUE FALTA. Y Zapatero, pato cojo, no es ya capaz de generarla y él lo sabe. Si se siente patriota y reflexiona debería convocar elecciones de inmediato; darse un año más en la Moncloa es un drama insoportable para millones de trabajadores sin empleo porque, aunque no fuera el culpable principal, retrasa un año la esperanza de cambio. Si no lo hace el Presidente, debería funcionar el patriotismo del PSOE para hacérselo comprender. Los partidos son maestros en ejercitar patriotismo de partido, pero ahora hace falta patriotismo de Estado. Es duro perder el poder del gobierno, máxime cuando la superestructura política que nos hemos dado tiene un componente económico laboral para sus decenas de miles de integrantes. Muy en el pasado, un Presidente como Antonio Maura dimitió con una queja ¡Que gobiernen los que no dejan gobernar! Hoy Zapatero tendría 5 millones de razones para decir ¡Que gobiernen los que dicen tener las soluciones para evitar este drama! Y después de la confianza necesaria, vendrá lo demás, pero esa es otra historia.

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