Mi palabra es la ley

El rey emérito, Juan Carlos I
Serralaitz
Por
— P U B L I C I D A D —

Cuatro años sin el emérito Juan Carlos de Borbón y todos los Borbones del pasado han dado mucho de sí, y están muy contentos en las costas del Atlántico y en las rías de Galicia con sus regatas por las aguas del noroeste de España, según cuentan o desmienten, porque hay opiniones contradictorias sobre el recibimiento. 

Y porque hay ciudadanos en ciudades y aldeas recogiendo firmas para que, de una vez por todas, ese país vuelva a ser la república que ya fue dos veces en los dos últimos siglos del primer milenio.

Y porque el emérito no volverá a pisar esta vez al Palacio Real de Madrid de donde salieron otrora sus predecesores Alfonso XII y su abuelo Alfonso XIII.

Porque un hombre-rey se les antoja a muchos ciudadanos un ser engendro espurio de la divinidad y de hombre y mujeres, y quieren ver al gobernador de España como un ciudadano mondo y lirondo, ni más ni menos que cualquier otro ciudadano, encumbrado al cargo por sus votos y por sus capacidades y honestidad.

Un gobernante así nos habría ahorrado la vergüenza de tantos chistes y bromas de dudoso buen gusto que han llenado las televisiones y la prensa española desde que se supo en nuestra piel de todo que venía a espantar nuestros sueños beatíficos.

Y nos habría ahorrado las tentaciones de repetir aquel verso malhadado:

“No queremos reina puta / ni queremos rey cabrón / que queremos un presidente / que gobierne bien la nación”. Que ya sabes, le cantaban a tus antepasados…

Y nos habría dejado la suficiente paz para reflexionar en los quehaceres que tenemos pendientes en favor de la paz y el bienestar de todo el planeta.

Así que, Juan Carlos ciudadano como uno más, nuestros respetos a tu condición de ciudadano español, que pongas en orden tus cuentas y tus deudas con Hacienda y con el país como cualquier ciudadano, que aligeres el bolsillo si lo tienes más pesado de lo debido. Y que te acomodes en el lugar del país o del mundo que te apetezca.

1 Comentario

  1. Por desgracia, la saga dinástica de los «borbones» no ha sido -en general- muy positiva para España.
    Juan Carlos ha sido «rey» por decisión del general Franco, si bien hay que matizar que la ley de sucesión era para la «jefatura del Estado» en el «reino de España».
    Fue su juramento constitucional ante las Cortes lo que definitivamente le colocó en el trono a pesar de los derechos dinásticos del conde de Barcelona.
    Luego su blindaje de «inviolabilidad» más la «muerte de Montesquieu» por el PSOE, hicieron lo demás. Cada uno a sus negocios (sólo hay que seguir la pista de los mismos) y «a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga»
    Un saludo. .

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