La confirmación del Tribunal Supremo de Justicia de Madrid de las elecciones del próximo 4 de mayo, la sorpresiva concurrencia a las mismas de Pablo Iglesias y las incógnitas de Ciudadanos y Partido Socialista dejan a Madrid como centro, más si cabe, de la política española. Un centro que va más allá de la situación geográfica y aún de la ubicación ideológica en que se sitúe la capital de España.
Hay cuatro claves que van a pesar en lo que pase ese día de urnas y, sobre todo, después del cinco de mayo. La primera, sin duda, es la aparición en el cartel madrileño del ya exvicepresidente segundo del Gobierno de Pedro Sánchez, la mitad de los Picapiedra, el líder de Podemos. Las razones que explican la decisión de Iglesias son tantas y tan variadas como analistas las abordan, empezando por quien les habla.
Que no da puntada sin hilo, está claro. Así que no sabe uno si quedarse con la preocupación del líder testosterónico por la previsible debacle de su formación en los comicios a la sede de la misma Puerta del Sol en que nació; o si la preocupación personal por su propio ego y mismidad, ante el indicio de que los arrumacos de Sánchez con Arrimadas —o las Arrimadas de Sánchez con arrumacos, que viene a ser lo mismo—, podrían gestar un adelanto de las elecciones generales precio desalojo de los podemitas de los aledaños del gobierno.
Y como Iglesias es como es de soberbio, de pagado de sí mismo, de altivo, inmodesto, presuntuoso, arrogante, vanidoso, engreído, jactancioso, endiosado, fatuo y pedante se pensaba que la izquierda toda de Madrid iba a tender alfombra (roja, claro) para su llegada la Asamblea de Madrid, ahí en Entrevías. Y resulta que no, que la que será candidata por Más Madrid, el partido de su exdelfín Errejón, ya le ha dicho que tururú, que verdes las han segado y que si quieres arroz, Catalina.
La segunda clave va a estar en la decisión que adopte la derecha, si PP y VOX serán capaces de arbitrar —y contar para ello con lo que quede de Ciudadanos— una plataforma como la Navarra Suma que ganó las elecciones en la Comunidad Foral, aunque el minoritario partido Socialista no dudara en hacerse con el gobierno regional negociando con nacionalistas, comunistas y etarras. Un Madrid Suma, que es la solución que ha propuesto Toni Cantó, daría garantías de que puede ganar la libertad al comunismo.
La tercera clave la constituyen los ahora penitentes de sus conspiraciones, el PSOE y Ciudadanos. Está por confirmar quién encabezará la candidatura naranja, pero no parece que Aguado vaya a repetir cartel. Sus deslealtades en el gobierno regional lo han inhabilitado del todo para cualquier cosa que no sea arrimarse a la izquierda. Y Gabilondo, el pobre, si repite candidatura, ya puede abrocharse los machos; porque aunque gane como en junio de 2019 y, con el resto de las formaciones de izquierda lleguen a un número de diputados que les permitiera constituir gobierno, Sánchez, que sigue necesitando los votos de Podemos en el Congreso de Diputados, lo forzará a hacer presidente al marques de Galapagar, a Pablo Iglesias.
Pero va a ser la cuarta clave la que vamos a empezar a padecer antes los madrileños y todos los españoles: el frentismo descarado con que van a plantear los partidos de izquierda la campaña electoral y todas sus acciones hasta el día de la votación. Se anuncian ya movilizaciones de “mareas” de toda laya —no olvidemos que la candidata de Errejón se proclamaba fundadora de la “marea blanca” de los sanitarios— y liberados sindicales que solo se mueven a la voz de sus amos.
Menos mal que, al cabo, esto estará en manos de los madrileños. Y en Madrid, hoy, en la calle, la sensación que se percibe es la que es y ustedes imaginan. Afortunadamente.