Los penitentes

Antonio Imízcoz
Por
— P U B L I C I D A D —

Antes, no hace tanto, no se crea, estas fechas venían teñidas de un folklórico recogimiento, de un aroma —o tufillo, según usted lo vea— a oscuridad, introspección, reflexión y devoción. Cierto, sí, en unos sitios más y en otros menos, según fuera la cultura de cada lugar, las tradiciones de cada sitio. No es lo mismo, para nada, una procesión en Murcia (y lo mismo me da la de los Salzillos, que las más castrenses de Cartagena o los impactantes desfiles Bíblico-Pasionales de Lorca), que la sombría, silenciosa y reconcentrada de mi Pamplona, pasando por todas las que considerarse quieran en esta España nuestra.

“Oiga, relator, que no ha dicho nada de las de Sevilla, Málaga o Granada”. No, ya, ni de las de Zamora, Ávila, Valladolid, Cáceres o Toledo. Es lo que le digo, que tenemos en España, acervo cultural al fin y a la postre, pese a quien pese, tan variadas y reseñables Semanas Santas como tierras somos en este crisol de culturas que es España.

Pero, eso, que nos descubrimos y revestimos de un cierto espíritu penitente, una disposición a la reflexión y el ensimismamiento, tanto como al disfrute y el turismo, por mor de las fiestas y el periodo vacacional, que lo mismo integra a quienes, desde unos usos generalmente heredados (yo llevo el hábito de penitente —mozorro, en Pamplona—, de mi padre), que haría pensar que hasta estamos más ajenos del cotidiano ajetreo, de las diatribas políticas, de Pedro Sánchez y sus mastuerzos.

Pero ¡quiá! Se vaya usted —o se quede— a donde se vaya —o se quede—, tenga claro que van a seguir imponiéndonos la penitencia de aguantarlos, en perpetua campaña electoral como están, y con el panorama de recibir en la espalda los azotes de Nuestro Señor, que los merecía bastante menos que ésta cuadrilla de mangarranes.

Posiblemente, la única virtualidad de estas fechas es que nos ahorraremos los lamentables espectáculos del “hemicirco”, del Congreso de los Disputados [sic], que cada vez avergüenza más a nuestra sociedad como nación y como democracia.

Puestos a soñar, imagino a Pedro Sánchez de papón, de nazareno o cofrade —él que tanto tiene que penar— en cualquier estación de penitencia de la geografía española. A ser posible en la modalidad de flagelante, azotándose la espalda desnuda por sus malas acciones, por su constante incumplimiento de los diez mandamientos en los que supongo también el se educó —si es que se educó en algo—. Y acompañado por sus plañideras —hoy reconvertidas en gritonas, alborotadoras, gruñidoras, escandalosas, vociferantes y desaforadas— como la siempre excesiva, en la celebración como en el ataque niña Montero (la otra, la del PSOE, la que amenaza con echarte encima a Hacienda si te portas mal); esa Ana Redondo histérica que se crio a la sombra del mamporrero macarra de Sánchez, el tal Puente; y la delicada rubita que pasa por ser portavoz del Gobierno y del PSOE, pero solo es la portavoz de Sánchez. Jo, eso sí que sería una procesión para la que compraba palco.

1 Comentario

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí