“A cada romano que reciba este boletín se le ordena sacar de él cinco copias y hacerlas llegar, con el mayor secreto, a otros cinco que sean de la misma opinión o a quienes pudiese persuadir a compartirla. Estos, a su vez, deberán hacer otro tanto”. Esta fórmula de campaña política, según Thornton Wilder, fue realizada hace dos mil años para lograr derribar a César. Eran los prolegómenos de los Idus de marzo, el tiempo en que los augures anunciaban la caída del emperador. Veinte siglos nos separan del suceso y poco ha cambiado en la estrategia de los hombres, salvo que ahora los mensajes circulan por correo electrónico y la red de Internet se ha convertido en la herramienta más barata para anticipar la propaganda partidista, antes de que nos llegue el gran aluvión por las televisiones y la prensa. Por fortuna no hace falta un Marco Bruto con puñal afilado. Sólo hay que afilar las palabras y confiar en las urnas para defenestrar al adversario: en marzo lo sabremos.
Un votante de veinticinco votantes decide la victoria
Un millón de votantes que cambie el sentido de su voto, restándolo al partido que votó, cambiará el Gobierno de España. Bastará que cuatro de cada cien ciudadanos que apoyaron a Zapatero le muestren su rechazo, para que Rajoy logre su ambición de alcanzar la presidencia. El efecto de la abstención es mirado con lupa por los analistas, mas por muchas lecturas que se haga de la abstención, el resultado está dentro de las urnas: las papeletas que formen los dos montones característicos, como saben bien los miembros de cada mesa electoral, determinará Quién es Quién, al llegar al recuento final del día señalado.
Para quienes tienen interiorizados los valores del humanismo liberal y consideran importante no desentenderse de la política (pues si tu no te ocupas de la política, ella si se ocupará de ti) lo que diga ese recuento tiene importancia. Es verdad que el liberalismo conservador está bien representado en el PP, conviviendo como hermano ideológico menor con la democracia cristiana. El social liberalismo no aparece con perfiles bien definidos en ninguno de los dos grandes partidos. Más parece atisbarse en el discurso valiente de Rosa Diez pero ¿Qué posibilidades tiene de llegar al Parlamento con la actual Ley Electoral? Sólo en Madrid y Barcelona puede lograrse un escaño si se llega al 3% de votos. En el resto de las provincias hay que desbordar notablemente dicho porcentaje para entrar en el reparto, y eso es una hazaña difícil para un partido recién creado al que la Ley niega presencia en TV, salvo en el espacio de la madrugada para candidaturas marginales.
Con todo, la emoción va a estar garantizada: el sistema electoral español hace posible que uno o dos puntos porcentuales de diferencia en las encuestas previas, y eso es lo que hay en las publicadas, no suponga tener garantizado el resultado en cuanto a número de escaños. Y es sabido que la formación de gobierno se encomienda por el Rey al partido que tenga un diputado más en el Congreso. Los potenciales aliados para asegurar la investidura no se guían por motivaciones de afinidad o proximidad ideológica, sino por el provecho que saquen con su voto: es el caso de las minorías nacionalistas. Izquierda Unida no cuenta como decisor en esta matemática electoral. El mecanismo la condena a ser mero satélite del PSOE, sobre todo tras el lejano y fallido intento de Anguita de abrir brecha seria en el electorado de la izquierda. Por tanto es en el reparto de escaños más que en una diferencia corta de votos, donde radicará la cuestión.
La complicada matemática del reparto de escaños
El resultado del año 2004 asignó al PSOE 164 diputados, frente a los 148 que obtuvo el PP. Algunos de esos escaños se decide en provincias donde se eligen tres diputados. El caso de Teruel, por ejemplo, fue llamativo: el PSOE obtuvo 160 votos más que el PP y, en consecuencia se llevó dos de los tres diputados en juego. Basta que pierda 90 de esos votos a favor del PP en las elecciones del próximo marzo, para restar un escaño y que lo sume el PP. Pues bien, esta circunstancia va a estar presente en una decena de provincias. El cuadro siguiente ofrece el ejemplo de las más claras para un posible cambio electoral. Como puede verse, el desenlace puede ser imprevisible:
2004 |
2004 |
escaños |
SIMULACION 2008 |
diputados psoe-2008 |
diputadosPP-2008 |
|||
provincia |
votos PSOE |
Votos PP |
PSOE |
PP |
PSOE |
PP |
164 |
148 |
Alava | 30,84 | 26,82 | 2 | 1 | 1 | 2 | -1 |
1 |
Barcelona | 41,68 | 19,25 | 14 | 5 | 13 | 6 | -1 |
1 |
Teruel | 41,02 | 40,87 | 2 | 1 | 1 | 2 | -1 |
1 |
Valencia | 45,78 | 42,18 | 7 | 8 | 6 | 9 | -1 |
1 |
Madrid | 44,99 | 44,16 | 16 | 17 | 14 | 19 | -2 |
2 |
Ciudad Real | 48,08 | 46,61 | 3 | 2 | 2 | 3 | -1 |
1 |
Sevilla | 58,28 | 27,92 | 8 | 4 | 7 | 5 | -1 |
1 |
Cadiz | 50,67 | 33,63 | 6 | 3 | 5 | 4 | -1 |
1 |
Almería | 47,64 | 44,4 | 3 | 2 | 2 | 3 | -1 |
1 |
Número de diputados resultante del escenario descrito: | 154 |
158 |
En un día ya lejano de la transición democrática, escuché decir a Juan José Rosón, entonces Ministro del Interior en el Gobierno de UCD, que un partido bien afianzado en las dos Castillas y en provincias de población escasa, podría tener mayoría en el Parlamento con quinientos mil votos menos que el partido opositor. En tiempos más remotos los partidos monárquicos superaban a los partidos republicanos en los núcleos rurales. Azaña se refería a ellos como “los burgos podridos”. Pocos habrían sospechado entonces que más de medio siglo después, el Partido Socialista ganara con holgura en esos burgos menores de 20.000 habitantes, como ocurre en Andalucía, y perdiera las elecciones en tantas grandes ciudades. El hecho real, aquí y ahora, es que los estrategas electorales van a vivir en la incertidumbre durante los próximos setenta día. No estamos, pues, ante un pronostico cerrado y aunque el PP no haya sabido aprovechar las zonas de sombra que ha dejado la política de Zapatero con sus cesiones al nacionalismo rampante y su bienintencionada política de cerrar el capitulo terrorista con la consecuencia de que el independentismo radical ha cobrado nuevos bríos. Lo cierto, en definitiva, es que la balanza va a inclinarse de uno ú otro lado por media docena de escaños. Y si no, al tiempo, que bien corto es.