[Extracto de R. Sánchez Berlín recibido en nuestro Portal]
En 1948, cuando el general Marshall, Secretario de Estado del Presidente Truman, con un ambicioso Plan de apoyo para la devastada Europa, llamó a Alemania para preguntarle a Adenauer cuántos millones necesitaba para proveer de leche, huevos, legumbres y ropa a una población que sobrevivía a la posguerra en situación de indigencia, éste le respondió Adenauer “Para eso no queremos ni un céntimo. Ahora bien, para industrias, carreteras y plantas generadoras de electricidad, todo lo que nos quieran enviar. Préstamos blandos y no tan blandos. Todo será bienvenido”.
En esta conversación telefónica quedaron establecidas las bases del milagro alemán, con crecimientos de la producción industrial del 25% en 1950 y 18% en 1951: austeridad en el gasto, inversiones a largo plazo y pocas alegrías en las vacas gordas. El mismo modelo es el que ha sacado a Alemania de la actual crisis.
El milagro siempre estuvo ahí, aunque durante 20 años fue poco visible debido a los incalculables costes de la reunificación. En 2003, para afrontar los retos competitivos de la economía globalizada, el gobierno lanzó la Agenda 2010. Jubilación a los 67, flexibilización la contratación y el despido y recortes en los subsidios por desempleo. En definitiva, se reorientó el sistema de bienestar en forma que permitiese mantener el empleo.
Con Merkel, Alemania siguió arando el surco de la moderación salarial y de la productividad, lo que aumentó su competitividad respecto a la media de la zona euro. Aproximadamente el 20% de los alemanes trabaja por salarios de menos de 9 euros por hora. En 2004 el salario neto medio por empleado era de 16.471 euros anuales, hasta el año pasado, cuando quedó en 15.815 euros, pero el paro se ha reducido de 5 millones a menos de 3 millones y la competitividad de sus productos ha mantenido muy vitales las exportaciones. Uno de sus grandes aciertos ha sido dotar a las empresas de cláusulas de escape en los convenios que permiten ajustar la jornada y los salarios a la caída de la demanda. De este modo, las horas extraordinarias por trabajador se han reducido en 2009, al igual que la duración de la jornada, con lo que ha salvado millón y medio de puestos de trabajo y esto, más que un milagro, parece magia.
Con todo esto, Alemania ha pasado en un año de una recesión de -5% del PIB a un crecimiento superior al 3% en 2010. Pero, por admirable que resulte, no nos dejemos despistar por toda esta combinación de políticas que han desembocado en un crecimiento portentoso porque el milagro, el verdadero milagro que está sucediendo hoy en Alemania, a la vista de todos, es la determinación en las políticas de consolidación presupuestaria. A pesar de que ha dejado atrás la crisis, crece a un sano 3,7% anual, mantiene el paro en el 6,7% que en más de la mitad de su territorio supone pleno empleo, y con el segundo superávit comercial del mundo, el gobierno de Berlín no se apea de su plan aprobado en mayo para recortar 80.000 millones de euros del gasto público hasta 2014 con el objetivo de reconducir el déficit. Sólo en 2011, gastará 11.100 millones menos que en 2010.
El coste electoral de esta política puede ser elevado, pero el gobierno está convencido de que con ella se está gestando el milagro alemán del que hablarán los titulares de los periódicos de la próxima década, y del que la propia Merkel ha recordado, “lo que llaman milagro alemán no existe; existen los alemanes que madrugan cada mañana, trabajan duro y afrontan sus responsabilidades”.