Según el diccionario de la lengua española el miedo es una emoción caracterizada por una intensa sensación desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado… La máxima expresión del miedo es el terror. Además, el miedo está relacionado con la ansiedad.
Empujados por el miedo, los ciudadanos ceden sus libertades al Estado a cambio de seguridad, un hecho que planta al liberalismo ante uno de sus mayores retos.
El temor ha sido siempre uno de los métodos más utilizados y eficaces por el poder. Ha sido calificado por muchos como “La ideología del miedo”.
El miedo se ha convertido en un arma de dominación y control de la sociedad, esta herramienta se ha venido utilizando como si fuera un arma de destrucción masiva en la lucha de clases. A través de la historia se ha comprobado como infinidad de movimientos sociales y culturales han estado fundamentados bajo los efectos de esa ideología.
El miedo ha prendido en la vida social, su omnipresencia y arraigo producen inseguridad y desconfianza produciendo como consecuencia de ello conflicto con el “otro” culpándole de todo lo que ocurre o de lo que pudiera ocurrir. Somos testigos como en el último tercio del siglo pasado y sobre todo en lo que llevamos de este, los promotores de este sistema utilizan constantemente a los medios de comunicación y de internet para trasmitir sus demoledores mensajes.
Hemos pasado del miedo a la muerte, a la enfermedad, la vejez, la contaminación o las catástrofes ambientales a priorizar nuestros miedos a un nuevo poder mas concreto y devastador para nuestra subsistencia, el miedo a “la dictadura de los mercados”, a quedarnos sin trabajo, a ver reducido nuestro poder adquisitivo, al sufrimiento como consecuencia de la marginación económica y social.
Su presencia es poco ostentosa y palpable pero no por eso deja de crecer invadiendo y determinando día a día nuestras vidas, así lo demuestran los distintos muestreos de opinión que se publican periódicamente, anteponiéndolo a cualquier otro problema cotidiano.
En tiempos de crisis la gente no entiende muy bien lo que pasa, no reacciona, deja pasar el tiempo en espera de mejores noticias, de que alguien arregle la situación, lo malo por termino general es que en tiempos de crisis es el sistema el que deja de funcionar creando frustración y desanimo y ese es motivo principal de la paralización general de la sociedad.
El miedo nos hace a todos presa fácil a la dominación y subyugación del poder que inyecta el veneno a los miedosos y a los pasivos, privándoles de su sistema de vida cotidiano (en estos meses nos encierran en casa) nos culpabilizan del problema y nos sancionan reduciéndonos en nuestro nivel social, en beneficio de sus predicamentos.
Un estudio de La Fundación Pfizer en 2010 (época de una gravísima crisis económica y de perversión de valores) indicaba que más del 44,3% de los encuestados tenia el temor de perder su trabajo mientras que el 86% de los desempleados consultados veía muy difícil encontrar trabajo en un plazo razonable, el estudio reflejaba que la población española “esta asustada”; destacaba el “miedo al futuro”, que puede convertirse en una autentica paralización, y afirmaba que “del pavor puede pasarse a la desesperanza y de ahí a la rabia social, que hará que el problema sea infinitamente peor”. Otras cifras complementarias daban las siguientes opiniones: el 28% confesaba que su calidad de vida se había deteriorado, debido a que sus ingresos son menores o su salud peor; el 44% sufría más estrés y tensión y más de la mitad aseguraba haber tenido que renunciar a ocio, vacaciones o costumbres gratificantes. Tan graves como estos síntomas son las percepciones de que los servicios públicos ofrecerán peores prestaciones, al 70% le preocupaba que se deteriore la atención sanitaria; al 69% la calidad de la enseñanza en el sistema público y más del 70% se muestra inquieto respecto a la suficiencia de recursos públicos para el pago de las pensiones a los jubilados y pensionistas.
Desde entonces, ya somos conocedores de la evolución de la situación a nuestros días. La sociedad se ve incapaz a si misma de influir en las decisiones políticas, una sociedad civil pasiva y desmotivada por la política y un sistema de representación caracterizado por su lejanía de los ciudadanos y por su falta de sensibilidad y respuesta a los problemas de aquellos. Hoy en día, no se si somos lo suficientemente conscientes, de la cesión que estamos haciendo de nuestras libertades a cambio de una supuesta seguridad y progreso, seguridad que no veo muy factible nos la puedan garantizar las personas que manejan los designios de nuestro país, y que en estos días las graves turbulencias que nos están castigando nos hacen ver con alarma la incapacidad y falta de acuerdo necesarias para atajarlas y combatirlas devolviendo la normalidad en la vida civil y social.
Termino con una frase de Benjamin Franklin:
«Aquellos que sacrifican libertad por seguridad no merecen tener ninguna de las dos»
Benjamin Franklin