“Los grillos machos utilizan su repetitivo canto para atraer a sus potenciales parejas. El frotamiento de sus alas produce una vibración intensa que permite distinguir por su potencia a los ejemplares de mayor tamaño. No obstante, el canto no depende sólo del tamaño. Hay grillos pequeños, más escasos, que son capaces de cambiar de canto de acuerdo con la temperatura ambiental.”
A pesar de que he pretendido “pasar” un poco de esta supuesta nueva campaña electoral y mantenerme al margen de los mensajes que, pretendidos expertos, han elaborado, al final me he sentido cercado por esos “debates históricos”, tertulias televisivas y espacios electorales, con que se nos bombardea diariamente desde la mañana a la noche.
Por una parte están los representantes de los partidos en sus debates formales que, en lugar de presentar proyectos sólidos y rigurosos que partan de realidades sociales, políticas, económicas o situaciones internacionales, siguen con riguroso método los argumentarios (tan escuchados) que les ofrecen sus jefes de campaña. Son como grillos cantando y desafinando al mismo tiempo, cuando no soltando datos incorrectos o exhibiendo su parafernalia de gráficos y recortes de prensa, todos ellos convenientemente plastificados, como armas arrojadizas unas veces y como escudos defensivos otras. Su lenguaje, su modo de cantar a la socialdemocracia, es tan semejante como el de uno u otro grillo pero apenas lo advierten empeñados en mostrar diferencias o registros tonales inexistentes.
Por otra, esas endogámicas tertulias políticas convocadas por distintos medios televisivos que han encontrado el filón que compite con los programas de color rosa copiando los mismos formatos: protagonistas políticos, periodistas y algún analista especializado en desentrañar el oráculo en las entrañas de polémicas absurdas y repetidas mil veces, donde el presentador convertido en “estrella” de la noche a la mañana, se empeña en sacar de donde no hay y ganarse así el protagonismo creciente que hará subir su “caché”. Son los mismos grillos en otros debates que, al igual que los anteriores, suelta su canto en la mejor forma posible y, en algunos casos, también se sirven de los consabidos esquemas, gráficos o cachivaches tecnológicos, para sacudirse mutuamente y obtener de paso el galardón del polemista. Desde fuera, unas manos invisibles mueven los hilos de unos y otros para conseguir las adecuadas audiencias.
La rotación por emisoras, cadenas de televisión y platós, solo sirve para comprobar que el canto no varía, que se repite y sólo pretende sobresalir del de los demás compañeros de la jaula. Así vamos comprobando como en cada caso se presenta un “look” distinto: sin corbata y con aire deportivo unas veces, otras con el traje azulado que sirve de “modelo ejecutivo” y la corbata a juego, otras en simples mangas de camisa…. Los espectadores ya vamos conociendo lo que da de sí el vestuario personal de cada tertuliano, como vamos conociendo el de los presentadores, unos con uniforme pretendidamente informal y otros más formales, mostrando al sufrido espectador gestos sobreactuados, nacidos de cualquier escuela de interpretación. A eso le llaman “comunicación”.
Por si eso no fuera suficiente, los “espacios electorales” con grabaciones de lo más variopinto, demuestran la capacidad de quienes nos quieren representar para el “reality show”. Cada caso es más penoso. Los hay de todo tipo: los que intentan dar un toque onírico y feliz a su marca, los que pretenden sembrar el temor a los adversarios, los que muestran al pretendido “pueblo soberano” en forma de figurantes, etc, etc. En todos ellos suena la “grillera” de fondo de los supuestos mensajes políticos.
La guinda de esta polifonía desafinada la encontramos en los puntos de información electoral, donde una buena parte de militantes y cargos orgánicos de las formaciones intentan atraer a posibles votantes.
Hace unos días, en la Puerta del Sol de Madrid, punto emblemático del 15M, un punto de información de “Podemos”. Me acerco y pregunto a quien atiende porqué está “bunkerizada” la sede del partido en la calle Princesa, al igual que ocurre con los demás partidos de la “casta”. La respuesta es a la defensiva y me la proporciona un joven con el “estilo podemita”: “¿Para qué quiere Vd. ir allí?” Obviamente para conocer el proyecto político en directo. “Eso es en los círculos de los barrios” (me suena a copia organizativa de la “casta”) Interrumpe otro militante, mayor, grueso… “Si lo que quiere Vd. es hablar con Pablo Iglesias…. eso no se puede”. Le comento que todo lo que veo no tiene nada que ver con aquel 15 M de los “indignados” y la nueva política… “¡Nosotros no somos el 15 M!” me dicen… ¡Ah! ahora todo está más claro…
A su lado, en otro lateral de la estatua de Carlos III, otro punto informativo de republicanos románticos me dicen sobre sus vecinos: “Estos ya no dicen lo de el ciudadano Felipe, cuando hablan del rey… Son simplemente unos listos que depende de lo que les convenga, dicen una cosa y la otra… El otro día en el Ateneo, Monereo salió escaldado…”
Sede de Ciudadanos, cuando aún estaban en la calle Carranza de Madrid. En el minúsculo “hall” de entrada una militante en una mesa intenta atender a nuevos afiliados remitiéndolos en todo caso a la “webb” del partido. Intento hablar con alguien más a fondo sobre el proyecto político. Perplejidad y sorpresa. Otra vez remisión a la “webb”. “Nosotros somos ciudadanos normales y no entendemos de política, me dicen…” Más tarde llegarían los “entendidos” que se harían cargo de la nave con su experiencia partidaria anterior. Más de lo mismo. ¿Socialdemocracia, liberalismo o centro….?
Acabo en la sede del PP. Una oficina de atención al ciudadano y otra militante educada y correcta que, como es lógico, no puede hablar de lo que no conoce y se limita con amabilidad a escuchar algo que la sobrepasa: el proyecto político concreto de su partido.
Este es el desolador panorama de nuestros partidos políticos que, según el artículo 6º de la C.E. (esa que tan pocos han leído y menos aún entendido), van a representar y expresar de nuevo el próximo 26J “el pluralismo político” de la nación. Un panorama lleno de sonidos vibrantes electorales que, más que otra cosa, confunden a quienes los perciben, a menos que sean ejemplares de la misma especie y su voto sea incondicional.