La cabra siempre tira al monte (I)

El clan de la tortilla
Jesús de Dios Rodríguez
Por
— P U B L I C I D A D —

Me ha parecido oportuno titular este artículo con un adagio popular (del latín Adagium, sentencia breve) que ha sido utilizado para hacer referencia a aquellas conductas difíciles de cambiar, a todas esas personas que han dejado llevarse por hábitos y costumbres adquiridos o heredados en los que se habían criado y educado y que, a pesar de sus negativas consecuencias, no les ha interesado o no han podido enmendarlas y contener sus impulsos; es un adagio utilizado para definir a todos aquellos que con regularidad tienden a comportarse y actuar con la intención de dar una imagen determinada e interesada, cuando su verdadera tendencia no es otra que la de insistir en conductas instintivas o aprendidas en la infancia, de acuerdo a su verdadero origen y naturaleza. Se ha empleado en sentido peyorativo, para determinar la vinculación a una tendencia política e ideológica heredada que, tarde o temprano, termina por identificar la conducta y la mentalidad de una persona.

Las deficiencias de aquel cambio, de una transición que fue diseñada por los progenitores de un régimen de marcado carácter fascista y totalitario, de personas de ideología fascista, falangista y el nacionalcatolicismo, un nacionalismo de corte clerical que sigue estando todavía presente en dirigentes del PP y especialmente de VOX en el sentido de que España es su patria. ¿Cómo podíamos creer que personas, que carecían de los más mínimos ideales democráticos nos habrían de instalar en tal sistema? Para ellos la democracia y los partidos políticos eran considerados un peligro para la estabilidad y la seguridad del del régimen franquista.

Muerto Franco y finiquitado su régimen, fuimos excesivamente ingenuos y generosos para confiar en aquellos que haciéndose los protagonistas de la transición enterrarían para siempre la dictadura y darían paso a un cambio total del sistema ¡¡ojo con el proceso de aquel cambio!! pues los que protagonizaron tal cambio no eran otros que todos aquellos que habían participado en el golpe de estado del 36 y que posteriormente defendieron y colaboraron con el dictador y su régimen, posteriormente se fueron incorporando sus vástagos y allegados, así como muchos jóvenes que ambiciosos por conseguir poder y protagonismo político ya venían haciendo sus pinitos revolucionarios progresistas en las universidades, muchos de estos grupos estaban formados por jóvenes de «buena y bien acomodada clase social», a estos, poco a poco se les irían uniendo otros de clases más populares que ya empezaban por aquellos entonces a tener la oportunidad de acceder a los estudios superiores. En este contexto, la educación universitaria se convirtió en un espacio de resistencia y de lucha contra el régimen. Una gran mayoría de estudiantes presentaron batalla al Sindicato Español Universitario (SEU) vinculado a Falange Española, promoviendo múltiples protestas y manifestaciones en las universidades contra la dictadura franquista. Esta fue denominada la generación de los «Baby Boomers» destacó por ser idealista, creativa y emprendedora, fundamentó su lucha en conseguir las metas que ambicionaba y amaba.

Ya por esa época un grupo compuesto mayoritariamente por jóvenes provenientes de la clase conservadora, como fue el de la famosa foto del «Clan de la Tortilla, quintaesencia del socialismo andaluz» habría de tener un protagonismo determinante para el cambio que se avecinaba; conviene aclarar que en la foto que se sacó de aquella reunión de amigos, había truco, ya que se metió a gente que no estaba olvidando a otros participantes que estaban; en realidad fueron catorce personas más el autor de la foto, el cual no quiso salir en ella. Allí se encontraba representado el núcleo duro del socialismo renovado, de un nuevo PSOE refundado por Felipe González. La renovación ideológica y política de aquel PSOE tuvo sus comienzos a partir de 1970 y culminaría en el Congreso de Suresnes en 1974, a partir de ese día nace un nuevo PSOE encabezado por Felipe González y acompañado por una nueva generación de socialistas; tuvieron el apoyo y la solidaridad de la Internacional Socialista lo que les daría la fuerza y la relevancia necesarias para ser protagonistas activos en la transición, gracias a ello se convertirían en la segunda formación más votada en las primeras elecciones democráticas de 1977, preludio de lo que iba a ser su llegada al poder en las elecciones de 1982 donde obtuvieron una mayoría absoluta como no se había conseguido por ningún otro partido.

El cambio era inevitable, estaba escrito. Las enormes presiones internacionales que ya venía soportando el régimen fascista, hicieron inviable el mantenimiento de aquel régimen, lo que dio lugar a que se vieran obligados a dar un vuelco total al sistema y a la imagen de país tercermundista (políticamente hablando) que estábamos ofreciendo, no quedaba otra que recomponerse y actualizarse con los tiempos que corrían. Esta nueva situación motivo que tuvieran que cambiar de camisa y de chaqueta apresuradamente, pero no nos engañemos, su espíritu, su condición e ideas siguieron vigentes, estaban muy arraigadas.

Esto no fue óbice para que con habilidad se pusieran manos a la obra para poner en marcha una monarquía parlamentaria. El 20 de noviembre de 1975, cuando fallece el dictador, Juan Carlos de Borbón ocupa la Jefatura del Estado y es coronado con el título de rey de España en base a la Ley de Sucesión franquista de 1969.

El 29 de diciembre de 1978 entraba en vigor la Constitución Española, sin embargo, conviene aclarar, que el ya rey Juan Carlos de Borbón no juró ni prometió la Constitución que institucionalizaba la monarquía dentro de un sistema parlamentario. El rey se limitó a sancionar y promulgar la Constitución, porque su poder era previo a la «democracia». La propia Constitución sólo prevé la realización de este juramento en la proclamación del monarca, que en el caso de Juan Carlos de Borbón ocurrió en 1975, tres años antes del nacimiento de la Carta Magna. De esta forma, Juan Carlos de Borbón como Jefe de Estado, juró defender los principios del régimen franquista, pero no los principios fundamentales de la Constitución del 1978.

Todo lo que ha venido sucediendo a continuación de aquellos días, no ha sido otra cosa que la degradación de un sistema establecido por unos personajes acostumbrados a mandar sin derecho a réplica. ¿Quién podría enfrentarse a un jefe de Estado con las espaldas bien guardadas por una centuria generalicia que había jurado apoyar y defender los principios del régimen franquista y de igual manera a Juan Carlos de Borbón como rey de España en base a la Ley de Sucesión franquista de 1969? Resulta paradójico y hasta grotesco ver como Franco, Caudillo de España por la gracia de Dios, se salta los principios que rigen la sucesión de la Corona y que son uno de los elementos básicos de la legalidad en que la Monarquía Tradicional se asienta, unos principios que no pueden ser modificados sin la actuación conjunta del Rey y de la Nación legítimamente representada en Cortes. Pues a partir de 1978 nos vimos instalamos en el fénix del sistema democrático ¡¡qué maravilla!! ¡¡que proeza!! ¡¡ya somos demócratas!! Pero en unas décadas han empezado a saltar las costuras de una operación mal hilvanada, estamos experimentando que sistema de democracia fue en la que nos instalaron; la democracia conquistada ha resultado ser un espejismo, una vaga ilusión. No deja de ser paradójico que los que presumieron de ser poseedores de una cultura y de un espíritu democrático, alardeando de su gran implicación y contribución en aquel cambio paradigmático de democracia, de instalarnos en un estado de justicia, de paz y de libertad; lamentablemente, cuarenta años después de tal proeza, se estén dedicando a prender la mecha de un nuevo enfrentamiento ante la frustración y la imposibilidad de ver cubiertas sus ambiciones de continuar manejando a su antojo los acuerdos políticos y los intereses y recursos que están pasando por las manos del gobierno actual. Es lamentable los comentarios y críticas que están haciendo personajes que desde su más tierna juventud se han promocionado desde sus partidos para hacer carrera, llegando a ocupar cargos y puestos de responsabilidad; hoy día, muchos de ellos a pesar de sus muchos años cumplidos y de la responsabilidad que en su día ejercieron desde sus cargos de gobierno, se dediquen a intentar condicionar decisiones políticas de futuro argumentándolas con viejos eslóganes y trucos políticos ya obsoletos, que fueron empleados cincuenta años atrás, argumentos que resultan contradictorios con las normas que ellos mismos establecieron; nos intentan convencer de que lo mejor sería volver a los pronunciados de aquel cambio de país que nos vendieron y que sería la panacea de nuestro futuro.

Aquellos que se erigieron como los profetas del cambio, no nos informaron de todas las implicaciones que conllevaría el mismo, de cómo nos iban a ir introduciendo en un sistema que estaba perfectamente estructurado desde algún lejano y oculto lugar, y que tenía como fin convertir nuestro país en una sucursal de los grupos financieros, de los fondos buitres, de las élites capitalistas. ¿Cómo es que no queremos entender que para cualquier asunto de gobierno que se intenta llevar a efecto hay que pasar por el filtro de Bruselas? Cualquier gobierno nacional ha de obtener la aprobación del Parlamento Europeo, de los Bancos Centrales, del FMI y hasta del Tribunal de Justicia de la Unión Europea para llevar adelante cualquier cambio de política. Nos podríamos preguntar: ¿Qué impide que Puigdemont no haya sido ya extraditado a España?

La cuestión es muy simple, nos han limitado la posibilidad de poder confrontar los argumentos que utilizan unos partidos contra otros para tratar de llegar al poder, falta conocimiento y criterio para poder enjuiciar la legalidad de las artimañas que utilizan los políticos en sus campañas y a las instituciones y organizaciones que marcan las normas y las reglas que rigen la vida social y económica de un país a nivel nacional. Es una forma de tener entretenido al personal para que piense lo menos posible y ¡¡cómo no!! llevarlo a peleas y confrontaciones ideológicas y morales que nada tienen que ver con la realidad de lo que está en juego a nivel mundial. Es lamentable ver con la soberbia y el descaro que estas viejas glorias de la política están actuando para seguir marcando territorio con el fin de demostrar que no hay ni habrá tiempos mejores que aquellos en los que ellos impusieron sus normas y gobernaron, estos imprudentes actores de aquel bipartidismo imperfecto excluyente que les facilito hacer carrera para situarse en la cúspide del poder y que les permitió vivir sus mejores momentos políticos (y algo más). Una vez fuera ya de la profesión deberían demostrar más prudencia y cordura a la hora de hacer sus pronunciamientos; pues miren ustedes, parece que les ha sabido a poco y siguen, erre que erre, intentando que retomemos el camino que ellos marcaron. Nunca mejor dicho: «La cabra siempre tira al monte».


FOTO: La famosa foto de «El clan de la tortilla» fue tomada en La Puebla del Río, en 1974. En la foto pueden verse a (Arriba I-D) Juan Antonio Barragán, Isabel Pozuelo, Pablo Juliá, Josele Amores, Rosa Rodríguez, Carmen Romero, Alfonso Guerra… (Abajo I-D) Carmen Hermosín, María Martín, Felipe González, Luis Yáñez-Barnuevo y Manuel Chávez.

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