Información y opinión

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Juan Laguna
Por
— P U B L I C I D A D —

Por si la flamante alcaldesa de Madrid Dña. Manuela Carmena no tenía suficientes fuegos que apagar en los inicios de su gestión, la puesta en marcha en la web del Ayuntamiento de un enlace de información oficial bajo el título “Versión Original” (no muy “original” por cierto al ser extraído del mundo de la cinematografía), ha empezado a levantar ampollas en la sensible piel de quienes están al acecho de cualquier “fallo democrático” de la plataforma “Ahora Madrid”, cuyos componentes, en algunos casos, son considerados unos advenedizos por el sistema político, social y mediático que, durante todos estos años, se acostumbraron a unas formas de relación determinadas, donde predominaba un cierto “colegueo” corporativo alrededor del poder. En todo caso sorprende que, existiendo oficialmente una portavocía municipal, le toque siempre a la Sra. Carmena salir al quite de cada cuestión que se suscite, por muy irrelevante políticamente que sea.

La estupenda película de Orson Welles “Ciudadano Kane” ya mostraba las muchas luces que el “contrapoder” informativo ofrece a los ciudadanos, pero también mostraba las oscuras sombras de protagonismo ambicioso de quienes se sienten ungidos para hacer gobiernos y deshacer reputaciones, desde una cierta impunidad llamada “libertad de expresión”. Una libertad fundamental en un estado de Derecho, pero que no se restringe al ámbito mediático, sino que se extiende a todos los rincones donde un ciudadano haga uso de su libertad personal de opinión (como puede ser mi caso en estos momentos).

“Quien controla el relato, controla el poder” suele decir un gran amigo, estudioso y conocedor de las complejas tramas urdidas por quienes pretenden aprovechar tal situación para influir, orientar, criticar o ensalzar a otros poderes. Esto lo hemos conocido durante nuestra Transición y posterior desarrollo de lo que se pretendía un sistema democrático equilibrado pero que, con las trampas correspondientes, quedó convertido en lo que hay. También aquí hemos tenido esos “ciudadanos Kane” que, desde sus tribunas, han pretendido influir en el poder político desde la sombra.

La libertad de expresión se basaría en la libertad para informar y opinar que tiene cualquier ciudadano, pero al mismo tiempo se ha ido configurando corporativamente en una forma de “lobby” de presión, con intereses muy diferentes en ocasiones, donde pesan también los compromisos que, en muchas ocasiones, fuerzan la libertad de expresión y opinión de quienes están a su servicio. Hay un cierto paralelismo entre los intereses partidistas y los intereses corporativos de muchas entidades y organizaciones que, al final, predominan sobre el sentido verdadero de la libertad o las libertades públicas.

Hace unos días, en una entrevista en TV de amplia audiencia a un conocido comunicador, éste preguntaba a su vez al entrevistador y presentador: “¿Tú aquí puedes decir lo que quieras?”. La respuesta fue negativa y se justificaba por “el interés de los editores”, que es lo mismo que el interés corporativo por encima de la libertad de expresión. El mundo de la comunicación queda así orientado a cuestiones que poco tienen que ver en muchas ocasiones con el mundo libre de la información y expresión y su reconocimiento constitucional.

Los distintos formatos permiten además jugar con trampa. No es lo mismo un programa en horario de gran audiencia, que una breve noticia en cualquier rincón del medio; no es lo mismo una tipografía que otra; no es lo mismo el orden de un tema u otro en los espacios informativos; no es lo mismo un panel de tertulianos que otro; no es lo mismo siquiera el gesto teatral del presentador para enfatizar la gravedad de la información o banalizarla. Esa es la fuerza y el poder de los medios donde, la concentración sufrida en los últimos tiempos, relegan el principio de competencia a una cierta subsidiaridad corporativa donde predominan los mismos mensajes, por mucha cosmética que se quiera aplicar. El “argumentario” mediático es un reflejo de lo político y socialmente correctos y sus orígenes o fuentes suelen coincidir, por lo que se limita a extender y difundir la doctrina oficial (u oficiosa) emanada desde el poder y sus aledaños. De ahí la importancia simbiótica de los medios con los demás poderes: sociales, políticos y económicos hasta confundirse con ellos.

El mundo profesional mediático sabe mucho de cómo se articulan los mensajes haciendo que el mismo tema pueda enjuiciarse (juzgarse) de una manera o la contraria. El mundo de la política se rindió con armas y bagajes al mundo de la comunicación al entender la mayor fuerza de este poder. Los nuevos cortesanos, los que viven dentro de la pomada de los palacios, salas de prensa, recepciones públicas y hasta espectáculos de entretenimiento, se han convertido simplemente en teloneros y amplificadores de lo que “interesa” hacer público. De ahí el interés de la clase política por tener (apropiarse) cadenas propias de TV, como tenía interés por manejar el sistema financiero de las cajas de ahorros. Se puede hacer de forma directa o indirecta pero, al final, todo consiste en saber quien es más poderoso o influyente.

Una cosa es la información objetiva de hechos suficientemente contrastados e investigados y otra es la información conseguida de “fuentes” que pueden tener intereses particulares en la difusión de la misma. Una cosa es opinar desde la libertad de expresión y otra opinar desde la correa interesada de transmisión mediática. En el caso que comentamos, el exceso de crítica “interesada” viene a contrastar con la aparente benevolencia con que se tocan (o no se tocan) otras cuestiones mucho más importantes que ocurren en el mundo y la existencia de una información complementaria de carácter oficial desde la propia institución, en nada difiere del trabajo de los conocidos gabinetes de prensa de otros organismos públicos o privados. La web que se comenta no parece una forma impuesta de cómo contar las cosas (eso sí lo hacen muchos gabinetes de prensa sin que nadie se rasgue las vestiduras) tal como “interesadamente” se dice, y menos aún como una censura informativa, sino como fuente de información no restringida, de carácter público y al alcance de todos los ciudadanos que impida las especulaciones, los rumores y las falsas informaciones. ¿Será eso lo que molesta en el fondo?

 

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