El nombramiento de Illa como candidato del PSC-PSOE a las elecciones catalanas es el paradigma del triunfo del marketing sobre la política. Uno de los principales objetivos de una campaña electoral es incrementar la tasa de conocimiento: es difícil que alguien vote a un candidato que no conoce.
Ese hito está resuelto con Salvador Illa. Sus muchas horas de exposición mediática hace que difícilmente haya un solo español que no le conozca. Muchos ministros del amplio ‘gabinete Sánchez’ son perfectos desconocidos, pero Illa se ha convertido casi en alguien de nuestra familia. Así que nadie mejor que él para encabezar una candidatura.
¿Que en plena pandemia no es mejor cambiar de jinete? Es el argumento de médicos y científicos. Y tendrían razón si el ministerio de Sanidad fuera un ministerio. Pero no lo es. Es una carcasa con funciones de mera propaganda. La gestión sanitaria fue traspasada a las comunidades autónomas. Ni siquiera el ‘mando único’ logró frenar el ‘carajal autonómico’. Así que poco importa que el busto parlante cambie. No había dirección antes y no la habrá ahora. Es mera propaganda.
¿Y cuál es la imagen de los españoles con Illa? Dividida. Unos piensan que es un perfecto inútil, que contrata material en los chinos y le timan, que no tiene criterio claros y coherentes sobre desescalada y que ni siquiera sabe contabilizar la cifra de fallecidos. Pero otros se aferran al llamado ‘efecto bandera’. Es el responsable de nuestra salud, muestra sosiego y serenidad y debemos de estar con él, aunque se equivoque porque nadie nace aprendido. Por eso su nombramiento fue apoyado ‘a la búlgara’: 233 apoyos y 15 abstenciones.
Así que desde la óptica puramente electoral -que es la única que le importa al Guapo- Illa es un candidato perfecto: es conocido y algunos le aprecian. Nadie puede decir lo mismo de sus candidatos: no son conocidos y por lo tanto no les pueden apreciar. Voilá. Se trata de ganar las elecciones. O al menos de contrarrestar a ERC y lograr fuerza suficiente para entrar en el gobierno regional. ¿Para qué? Para tocar moqueta y repartir presupuesto.
El fichaje del PP de Lorena Roldán tiene la misma lógica: lograr un rostro conocido en Cataluña y de paso descabalgar a Ciudadanos en donde era fuerte. Jaque a la Reina que preludia el final de la partida. ‘Game over’. Ahora Arrimadas debe decidir si persiste en su estrategia fallida de neutralidad o decide acogerse al cobijo de los genoveses. Lo del servicio público y el debate de ideas queda pospuesto. ¿Para cuándo?