Con ese título ha publicado un gran libro Joaquín Nebreda, vasco que vivió su compromiso político durante la Transición formando parte de la ejecutiva de UCD, por la que fue concejal en Guecho donde ejerció como teniente alcalde y juntero por la comarca de Uribe. Como muestra del nivel que distinguió la política de aquellos años, Nebreda posee brillante currículum del que quiero destacar su tarea docente como doctor en Derecho y máster en Historia, dejando aparte su trayectoria como directivo en el sector energético.
Con Historia Traicionada Nebreda busca un triple propósito, pero para lo que interesa resaltar aquí y ahora es su profundo análisis histórico de España como nación, motivado por defenderla de sus enemigos íntimos del presente: la ignorancia y el complejo de inferioridad de tantos, junto al debilitamiento ético de la sociedad. Esa parte bastaría para aplaudir su trabajo. Sin embargo, dirige su principal objetivo a llevar a los lectores españoles y, en especial a los vascos, la realidad histórica que se les oculta por las exigencias de un nacionalismo concebido a finales del siglo XIX por la mente alucinada de Sabino Arana.
El nacionalismo vasco, en cuanto no fue ajeno al trauma que provocó el terrorismo etarra, merece ponerse bajo la lente y ese esfuerzo constituye una causa que merece reconocimiento. Aquí queda expresado el mío al autor del excelente trabajo. Y, sin embargo, durante su lectura no he dejado de pensar en el problema que nos crea hoy el independentismo catalán. Los conocidos exabruptos con que el racista Sabino Arana se refería a los españoles de finales del siglo XIX son equiparados por un racista como Joaquim Torra, al que el presidente del Gobierno ha distinguido con su invitación al gran acto del Liceo en Barcelona. Ciertamente los radicales independentistas de Cataluña están lejos de caer en lo que supuso la violencia etarra, pero es porque su particular estrategia lleva implícita su íntimo sentimiento de superioridad (nosotros somos más listos) que llevan inoculado en su concepción racista.
Por ello somos muchos los que consideramos errónea la decisión adoptada por Pedro Sánchez, a la que se ha adherido su Gobierno sin aparentes fisuras y en igual grado el PSOE, reducido hoy a unos miles de afiliados que quedan lejos de suponer el uno por ciento del censo electoral, incluso es probable que más de un tercio de los militantes vivan de alguna nómina institucional (empresas públicas, parlamentos, comunidades, ayuntamientos). Sánchez es el amo y decide cuándo y cómo quiere. Oponérsele puede afectar a la nómina y ésta es sagrada.
Pero dicho esto, el indulto quiebra la legalidad constitucional como advierte el movimiento civil asociativo La España que Reúne y constituye un error político al no garantizar que acabe la tensión independentista. También es un error jurídico por no cumplirse ninguna de las condiciones para tal medida de gracia, al que se añade un error histórico como prueba la conducta independentista. España es un país fuerte, lleva siglos queriendo destruirse y todavía no lo ha conseguido; esta frase se atribuye a Bismarck y la he incluido en www.lahistoriadelpoder.com, él fue quien unificó Alemania en el siglo XIX. España ya existía como reino unido desde cuatro siglos antes, pero el falso relato nacionalista traiciona a la historia y por eso estamos asistiendo al espectáculo de ver a unos mediocres protagonistas que salen de prisión diciendo que el indulto demuestra la debilidad de Pedro Sánchez. Y lo peor es que llevan razón.
Muchos se preguntan si nuestro presidente se ha dejado engañar o se engaña a sí mismo. Mi opinión es que está mostrando no ser un auténtico líder. Logró hacerse con el control del PSOE aprovechando circunstancias únicas, entre ellas que la irrelevante Susana Díaz lo considerara útil para su propia estrategia (la historia la cuenta Joaquín Leguina en su libro sobre la ambición de Pedro Sánchez). En verdad la deriva del socialismo, tras figuras tan potentes como Felipe González o Alfonso Guerra, ha resultado fatal para España.
Con su decisión de imponer los indultos Sánchez puede asegurarse el triunfo efímero de mantenerse en la Moncloa, pero no ocupará el espacio que se reserva en la historia a quienes hacen más fuerte a su patria. Lincoln dejó una frase que marcó la impronta de su mandato en el que, contra viento y marea, impuso la unidad blindada de la gran nación americana. Su frase no dejaba lugar para la duda: “es mi responsabilidad devolver la vista a millones de ciegos que se niegan a ver”. Y he aquí que, en España, la nación más antigua de Europa es su presidente el que usa su poder en favor de los que no quieren ver la ruta perversa del independentismo, al que solo puede detener la ley. En este sentido cabe lamentar que la oportuna y limpia pedagogía del Tribunal Supremo no haya caído en tierra fértil, como pide la parábola evangélica.
Reparen Sánchez y sus asesores en el contenido de la página 16 del informe del Tribunal. Se limita a señalar el trato que recibirían los independentistas en algunas naciones de nuestro entorno, y no debe sorprender que algunas, como Bélgica, cuya personalidad histórica data de apenas dos siglos, penalicen con condenas de 20 a 30 años a quien ataque su forma de gobierno. Alemania y Francia amenazan con la cadena perpetua a quien lleve sus acciones contra la existencia de la República Federal o el orden constitucional, caso de la primera, o la integridad territorial, caso de la segunda. Por si se precisan más ejemplos, el Tribunal se molesta en citar también la legislación italiana y portuguesa. Entretanto la España unida desde el siglo XV, madre patria para muchos pueblos americanos que desprecian la leyenda negra, vive hoy sumida en este conflicto provocado por meros falsificadores de la historia que encubren en la sagrada palabra de la libertad su obsceno propósito de robar al resto de los españoles una parte tan querida y admirable como Cataluña.
Deberíamos ir preparando mentalmente, fuertemente, que si se llegara a convocar un referéndum «legal» del tipo que sea, lo que cuadraría sería no participar en él. No se me ocurre otra cosa, pues participar es dar por buena la convocatoria.
Enhorabuena Abel por el artículo. Una cosa que es tan obvia, parece que todavía hay que explicarla (tal como he procurado hacer al artículo de Serralaitz).
Se trata de hacer colar cortinas de humo con palabras como «concordia» mientras se intenta perseguir a los que no piensen como yo o no obedezcan mis arbitrariedades personales e infantiles.
Interesante el «papelón» de la Jefatura del Estado que, ya muy tocada del ala por el predecesor, ahora ha decidido «tirarse por el barranco» (según Iván redondo) junto al gobierno. Su titular sabrá porqué lo hace.
También la sobreactuación de entidades y organizaciones previamente engrasadas o a la espera de lo que pueda caer de los fondos europeos.
Un cordial saludo.
Completamente de acuerdo en el enfoque histórico del Sr. Cádiz. Es más, pienso que
Pedro Sánchez está llevando al País a un terreno peligroso que por alguna razón está ignorando. La gran mayoría de los españoles no van a permitir el desmembramiento del país y eso también lo sabe P. Sánchez y algún que otro recalcitrante catalán.