Un buen amigo suele decir: “quien domina el relato domina lo demás”. Algo con lo que parece coincidía la aspirante Hillary Clinton a la presidencia de EE.UU, cuando no hace mucho se quejaba de que su país “estaba perdiendo la batalla de la comunicación”. Del “relato” en definitiva.
Hace unos días, en un distinguido foro organizado por la Asociación Atlántica Española, se planteaba la espinosa cuestión de las inversiones del gobierno de España en materia de defensa dentro del marco de la OTAN. La mesa redonda ya era un anuncio de por donde iban a ir las cosas: “Los gastos de defensa en España, frente a las amenazas”. No era pues una cuestión puramente comparativa de cifras presupuestarias entre países aliados, sino el enfrentar tales cifras a las supuestas amenazas que podemos tener. Y aquí empieza uno de los relatos.
En él, sin entrar en definir o identificar el sentido de la palabra “defensa”, se habla ya de la “amenaza global” que supone el llamado “yihadismo” para el mundo occidental, siempre bajo el prisma de lo que la política exterior de otros coloca ante nuestros ojos: un enemigo de la humanidad al que hay que combatir y, para ello, es necesario incrementar el gasto militar de los países europeos socios de la Alianza Atlántica (era lógico que el asunto de planteara desde esta asociación), donde EE.UU. tiene una situación de control y primacía absolutos. Es más, se llegó a decir que “EE.UU ha dado a España un tirón de orejas (amigable se supone)”, en cuanto a su escaso presupuesto militar, invitando a subir al 2% de su PIB el mismo, así como que “Europa está perdiendo interés para EE.UU”, como si esa cuestión fuera importante.
La misma queja (también lógica), surgía del representante de la industria de armamentos española presente en la mesa redonda, al anunciar que el año de mayor “chollo” (sic) para la misma fue 2008 (PSOE) con un presupuesto de 4.200 millones de euros que, en 2015 (PP) se quedaban en “sólo” 400 millones de euros. Algo que parece insuficiente ante las “amenazas” de las que debemos defendernos que no parecían ir más allá de posibles atentados terroristas en algún que otro lugar de occidente. Eso sí, no se entró demasiado en las causas u origen de tales amenazas, ni en los muchos fallos estratégicos que se han producido con las intervenciones militares o desestabilizaciones de distintos países a lo largo y ancho del mundo. Tampoco de los diferentes grados de “amenazas” que justificaran el porcentaje presupuestario de cada estado miembro de la OTAN para su defensa, algo que debería ser obvio. Todo se reduce a esa “globalidad” indefinida de la amenaza del Daesh, cuyos actos se dirigen a “acabar con nuestra civilización”. Un Daesh cuyo origen parece obedecer a uno más de los muchos “fallos estratégicos” de quien creemos que tiene la superioridad moral, económica, militar y política, aunque armara, formara y apoyara a rebeldes para luego ser incapaces de controlarlos. Que tuvo mucho que ver con las “primaveras árabes” o con los sucesos de la plaza del Maidán en Ucrania. Que califica unos enemigos como “mortales” para luego apoyarlos sin que se le mueva una ceja y que, por último, intenta arrastrar a otros países a conflictos ajenos en base a las alianzas.
Nada se dijo en cuanto a que sea un país de la OTAN como Turquía, donde cada día se mueven sin problemas las caravanas de cisternas de petróleo que alimentan al enemigo o que otro aliado en la zona pueda proteger y financiar con una mano y atacar con la otra a dicho enemigo. La cuestión es gastar en más armas y alimentar la industria militar. En definitiva, un “relato” orientado a manejar la opinión pública en la dirección conveniente: provocar miedo para más aportaciones económicas para defensa.
Paralelamente al mismo, el IEEE del Ministerio de la Defensa, incluye un “relato” algo diferente de uno de sus analistas principales. Copio literalmente algunos de sus párrafos: “Y es que el terrorismo es emoción, no razón, un teatro en permanente demanda de público y, para algunos, hasta un negocio. El riesgo es creer que la obra que se nos representa es real; entonces subiremos también a la platea para actuar, como les pasa a los que gritan en el cine: habrán secuestrado nuestra imaginación. Ese es el problema. La sociedad en la que vivimos es muy impresionable y demanda noticias, emociones. Parece que sólo sabe vivir entre superlativos. El morbo es necesario… ¿Qué es lo que grupos como el Daesh proponen? ¿La conversión, la rendición…? Absurdo. ¿Pueden doblar las rodillas de las sociedades más poderosas del mundo con estos atentados? Evidentemente no. Eses discurso es una vía muerta. Occidente no es el verdadero blanco, sino parte de su retórica. Trabajan para otros. Las víctimas de occidente son testimoniales y sirven para dotar de legitimidad al grupo terrorista en su propio territorio. A nosotros se nos puede herir y poco. A los suyos los pueden matar. Los atentados en occidente son escasísimos, irrelevantes si los comparamos con lo que sucede más al sur. La cuestión es que su tratamiento mediático es distinto. Visten más y el poder es imagen…”. Fin de la cita.
Releyendo a Galbraith dice: “Un mito sirve mejor a la conciencia y ha sido siempre importante en lo que atañe a las guerras. Los hombres no pueden matar o dejarse matar para defender el poder, la riqueza o los privilegios de otros. Es algo que carece de belleza. Por eso hay que buscar motivos elevados. Los verdaderos motivos serían demasiado groseros, egoístas u obscenos.” Desde la cruzadas hasta nuestros días, se ha pretendido que, el fin de liberación de gentes, presidía y justificaba todo. La salvación de unos lugares se convertía después en el saqueo, apropiación y destrucción de los mismos, aunque el objetivo fuera supuestamente piadoso o hasta generoso. En referencia a la política de su propio país dice refiriéndose a Vietnam: “Nosotros queríamos dirigir el desarrollo político de un país muy alejado del nuestro. Fracasamos y fuimos rechazados. Para algunos, salvar a Vietnam del comunismo era una cruzada. Para otros era una oportunidad de ganar dinero.”.
Por eso, el dominio del “relato”, la forma de enfocar cada situación, es tan importante para el poder. Antes era más fácil. La información podía controlarse, sesgarse o dosificarse convenientemente. Podía manipularse al antojo de unos en detrimento de la verdad de los demás, pero ya es cada vez más difícil el poder engatusar con “motivaciones superiores”, con esas supuestas “razones de estado” que lo mismo podían ser reales, que encubrir cualquier desmán. Los “relatos” ya empiezan a ser mirados con lupa y analizados con cuidado. Algo vamos ganando. En cualquier caso estamos ante la guerra de los relatos.