No, no se lo crean si alguien se lo cuenta: la banda terrorista vasca ETA no fue derrotada, ni por el presidente que se felicitaba por ello cuando anunciaron que dejaban de asesinar, el nefasto Rodríguez Zapatero, ni por ningún otro político español, ni francés. Si los matarifes fueron vencidos —algo de lo que no estoy convencido, como a continuación explicaré— fue por la acción de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad de España, por la Policía Nacional y, muy especialmente, por la Guardia Civil, el benemérito cuerpo fundado por Francisco Javier Girón y Espeleta, Duque de Ahumada, en 1844.
La Guardia Civil se creó, textualmente, para “proteger eficazmente las personas y las propiedades”, como cuerpo mixto de Infantería y Caballería y una dedicación muy centrada en el medio rural. Allí, hasta en el más pequeño pueblo de España, siguen rindiendo servicio los hombres y mujeres del tricornio característico y el uniforme verde.
Desde 1968, ETA asesinó en España a 210 guardias civiles. Pero no los derrotó. En España, a este cuerpo de esforzados profesionales del servicio y el orden quien los va a derrotar es un gobierno democrático que se apoya en los herederos políticos de aquellos asesinos, los que los encubrían y aplaudían sus asesinatos, los que todavía hoy organizan coloridos recibimientos cuando uno de ellos sale de la cárcel, los mismos que no han condenado sus acciones, ni colaborado con la justicia española en esclarecer los 379 crímenes, de los 856 causados por los terroristas, aún sin resolver: un cuarenta y cuatro por ciento.
El presidente español Pedro Sánchez ha vendido su nefasta continuidad en el Gobierno regalando a los cómplices de los terroristas nada menos que la victoria de ser ellos quienes señalen el día y hora en que la Guardia Civil habrá de dejar las competencias de Tráfico en Navarra, la Comunidad Autónoma más apetecida por los separatistas vascos, la única que tiene la extensión, la frontera, la economía y, sobre todo, la historia sin la que la ensoñación de un País Vasco no es sino la entelequia imaginada por un racista y machista a finales del siglo XIX. Cincuenta años después, por cierto, de la creación de la Guardia Civil.
Se trata de un primer paso para echar de la primera y más autónoma de las Comunidades españolas, porque nunca dejó de serlo gracias a su Régimen Foral, a las Fuerzas del Orden española: uno de los objetivos (obsesión más bien) perseguidos por los asesinos de ETA, una de las “razones” por las que extorsionaban, amenazaban, secuestraban y mataban.
Pedro Sánchez y el Partido Socialista español están, con sus políticas penitenciarias, que ya han puesto en la calle a buena parte de los criminales condenados, y los gestos que ofrecen a sus herederos políticos, regalando a los terroristas, a los asesinos, la victoria de la que les privó, entre otros, la Guardia Civil.
Aún hoy, cuando los periódicos informan de accidentes de tráfico en las carreteras de Navarra, de incidencias de cualquier tipo, la imagen que los ilustra es la de un guardia civil atendiendo a los afectados, sirviendo, haciendo su trabajo. Por eso el domingo 11 de diciembre la sociedad civil de Navarra va a mostrarles su apoyo con una gran concentración ante su Comandancia en Pamplona: un acto de agradecimiento a la Guardia Civil tanto como de condena a la política mezquina de este Gobierno de España que, contra lo que prometiera y comprometiera el felón que lo preside, gobierna con asesinos, si no de obra, sí de pensamiento y omisión.