Futuro impreciso

Carlos Miranda
Por
— P U B L I C I D A D —

Tras los indultos a los condenados por sedición que enfervorecieron al Comité Federal del PSOE del pasado fin de semana, podría dibujarse un futuro del que no se da cuenta con plena transparencia.

Desde parte del espectro político se afirma tener un “plan” que no se revela con limpidez suficiente, bien porque sus promotores no lo tienen tan claro o bien porque no quieren hablar de los detalles para poder establecerlos como quien no quiere la cosa.

Es el de una España Federal y su gurú, aparentemente, Miquel Iceta. El PSOE aprobó en Granada en 2013 una ponencia en este sentido, ratificada por una “Declaración de Barcelona” de 2017 entre el PSOE y el PSC, partido federado al primero pero independiente. Una España Federal es posible y hasta ventajosa si se determinase, pe, definitiva y claramente las competencias federales y las de los federados, terminando con el chantaje constante de sus transferencias.  Ahí está la cuestión, pues con la terminología “federal” se podrá, quizás, tener una idea de ello en ámbitos académicos, pero en el político nos pueden engañar, como tantas veces.

La España de las Autonomías es ya bastante federal. Hay, pues, que explicar bien a los españoles sus diferencias con la Federal que se pretendería. Muchos gatos hay dispuestos a coger el sitio de alguna liebre.

Desde ese cuadrante político se afirma, incluso a modo de arma arrojadiza, que los del otro lado no tienen ningún plan. Inexacto. Lo tienen y consiste en mantener lo que hay amparado por la Constitución actual, ni más ni menos, votada en 1978, con condiciones muy exigentes para su reforma, necesaria en algunas cosas, aunque no tan claramente en otras.

¿Porque, consideran, hay que modificar lo pactado por todos hace más de 40 años debido a que algunos, que propusieron lo que hay, quisieron desdecirse en 2017 hasta tal punto que, unilateralmente, pretendieron romperlo y quieren, ahora, tras haber fracasado, intentar, sin renunciar a la unilateralidad, forzar un acuerdo “bilateral” que, luego, desearán imponer al resto de España, incluido en su propia Comunidad que, cuidadosamente, dividen con pretensiones y falsedades?

Otro habrá de ser el ambiente para poder reformar la Constitución tan profundamente sin olvidar la rectificación de la sucesión de la Corona por la igualdad de género y, si nuestros políticos fuesen inteligentes, la necesidad de redistribuir algunas cartas en manos centrales o autonómicas. Lo que hay es mejorable, pero sabemos que lo mejor es enemigo de lo bueno y que, asimismo, puede valer más lo malo conocido que lo bueno por conocer.

En el cuadrante “innovador” está la carga de demostrar que lo federal sería mejor, explicándolo con detalle, no según se le vaya ocurriendo a alguno o parezca conveniente enseñar el tobillo o la rodilla. Y en el Parlamento. Mientras no se haga, desde otros cuadrantes no abrazarán cosas que no saben si son el remedio del Doctor Jekyll o el de Míster Hide, a más abundamiento si no desean ningún jarabe o una pócima recetada por otro médico.

La Mesa de Diálogo puede servir para una aproximación de unos separatistas con una izquierda nacional y catalana que no lo son, pero sus resultados no podrán imponerse al resto del país y menos aún como un pretendido acuerdo de España con Cataluña. Es un ejercicio político, pero, asimismo, académico si no se convence a una mayoría substancial del país. Podrían, también, haber empezado por concertarse con derecha.

Todos los partidos deben esforzarse en tantear reformas que actualicen nuestro esquema constitucional y lo mejoren, pero afirmar que ello es imprescindible no sería tampoco totalmente cierto. Lo que todos acordaron en su día es lo válido, e incluye la unidad de España. Aquellos que quieran modificarlo deben reforzar esto último y no debilitarlo.

Mientras, hay lo que hay, y para quienes se lo quieran saltar, tribunales, multas y cárceles. Los indultos son una excepción, pero con este precedente, ¿quién querrá quemarse en el futuro para mantener o restablecer la legalidad? Especialmente cuando los indultados no se dan por satisfechos, pretendiendo aún amnistía e independencia.

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