Margin Call es el título de una de las muchas películas que se hicieron tras la caída de Lehman Brothers. Trata sobre la crisis que se desencadenó y las quiebras y despidos que se produjeron a partir del 2008. La trama del filme se centra en las hipotecas basura que sumaban altas cifras de dinero sin valor. Era una inmensa burbuja que, de la noche a la mañana, redujo a cero lo que el día antes aparecía con un valor ficticio de millones en la contabilidad de muchas sociedades financieras, cuya irrefrenable codicia las llevó a inventar aquellos productos sin control. Cuando en la película citada Kevin Spacey, en el papel de gerente de la empresa, toma conciencia del hecho y así lo confiesa lleno de pánico, Jeremy Irons, representando al presidente del fondo financiero, le responde: esto lo arreglaremos, es solo dinero, son papeles, se fabrican.
Explicaré porque traigo esto a colación cuando llega el nuevo año 2021 con la esperanza de recobrar lo que era normal antes del coronavirus. Dos circunstancias estimulan tal confianza: la primera es la ciencia que, tarde o temprano, vencerá a la pandemia como siempre ha logrado desde que Sapiens se enseñoreó de la Tierra, como fue la peste en Europa o la viruela en la América recién descubierta, dos episodios terribles que he descrito en detalle (véase: www.lahistoriadelpoder.com ). La segunda circunstancia se debe al hecho de que ya no existe el patrón oro, según el cual hasta mediados del pasado siglo no se podía emitir más moneda que la equivalente al valor del oro que poseía cada país. La enorme destrucción que causaron las dos guerras mundiales obligó a emitir moneda sin más limitación que la garantía de los estados emisores. Así hasta la creación del euro del que responde la Unión Europea.
En la situación presente, el BCE ha decido aumentar en diciembre otros 500.000 millones de euros para el fondo destinado a conceder préstamos a los países de la Unión, a fin de paliar los desequilibrios originados por la pandemia. Tal cifra se añade a la de 1.400.000.000.000 que se habían aprobado a mitad de año (pongamos todos los ceros e imaginemos si entrarían en una sola línea al convertirlos en nuestra antigua peseta). En total hablamos de cerca de dos billones de euros, una cifra que sería imposible poner en circulación si nos guiáramos por el patrón oro de antaño. De tan fabulosa cifra para poder endeudarse, España ya lo ha hecho al terminar el año por 130.000 millones de euros, situando el total de su deuda en 1,3 billones, que supone el 120% del PIB. Para el ciudadano que discierne, basta como referencia que la deuda de Alemania equivale al 60% de su PIB. El que quiera buscar una comparación favorable encontrará el consuelo de que Grecia alcanzó un porcentaje en su deuda muy superior al de España, aunque luego fue obligada a recortes drásticos que echaron del gobierno a la izquierda radical, cuyo líder, Tsipras, es un referente de Pablo Iglesias. También España recibió una señal de alerta cuando Zapatero superó las líneas rojas de déficit fijado por la Troika (los llamados hombres de negro que forman el BCE (Banco Central Europeo) el FMI (Fondo Monetario Internacional) y la CE (Comisión Europea).
Mas lo que importa al comenzar el año 2021 es que el gobierno de coalición que preside Pedro Sánchez se asegura la tranquilidad desde el punto de vista económico, porque tiene vía libre para seguir endeudándose. Dispone, además, de la derrama benéfica de 72.000 millones que nunca habrán de devolverse por formar parte del paquete de cobertura que Europa ha destinado a España, dentro de la capacidad que tiene el BCE para darle a la manivela de fabricar euros. El control de esta cifra se lo reserva la vicepresidenta Carmen Calvo, que no parece ser de fácil ceder a las presiones de un “cabezón” como la ministra Montero califica a Pablo Iglesias.
Así, pues, pierdan la ilusión de derribar a Sánchez sus enemigos y adversarios. La distinción entre enemigos y adversarios se la debemos a Churchill: los primeros estarían en el PSOE y, sobre todo, en su coaligado Podemos; los segundos forman parte de la oposición. Con los presupuestos aprobados, el presidente podrá mirar el horizonte y reflexionar sobre la imagen que quiere dar de sí mismo, frente a la que sus rivales le quieren construir. Él es un arquetipo del poder que no se impone limites respecto a los medios para alcanzar su fin que, en este mandato, no pasará por el falso debate monarquía-república que quiere plantear Iglesias sino por lograr mantenerse en el poder. El problema es su socio y lo sabe. Por eso advirtió en la campaña electoral que gobernar con Iglesias le quitaría el sueño. Pese a todo, necesitó su apoyo y lo compró sin más. Pero es consciente de que lo que dijo ocurrirá si durante el nuevo año la economía, aun disponiendo de la liquidez que le brinda Europa, se ve lastrada por el déficit y el endeudamiento incontrolado.
La pregunta es si esto le llevará a convocar elecciones en el año 2022 con un discurso de lamentaciones por los problemas que le ha creado a España su lamentable socio, un tipo -nos lo volverá a recordar- que le ha provocado insomnios y le ha obligado a estériles políticas, que nada tienen que ver con la auténtica socialdemocracia que él representa, para garantizar el estado de bienestar. Si por ese tiempo Tezanos desde el CIS sigue pronosticándole un apoyo del 30 % del electorado, Pedro Sánchez se sentirá con fuerza y ánimos para pedir la confianza de los españoles. Y es posible que la consiga. Así, pues, a los Casado, Abascal y Arrimadas, dividiendo el voto del centro-derecha en las circunscripciones con pocos escaños, se les podría recordar la frase que Dante pone en la puerta del infierno: “Perded toda esperanza”.