«Los dirigentes y la Burguesía catalana han utilizado perversamente al pueblo catalán como arma arrojadiza en beneficio de sus espurios intereses, la han adoctrinado y manipulado, histórica, cultural e ideológicamente, distorsionando las raíces de su pasado, vida y costumbres. Un pueblo conformado por la variedad y la diversidad de gentes llegadas de todas las regiones del país del que forma parte histórica, generosamente beneficiado por la permanente contribución de España, consecuencia por la que se ha desarrollado y enriquecido extraordinariamente. El catalán, un pueblo al que una minoría ambiciosa y excluyente le ha inoculado el virus de un nacionalismo cavernario y radical, defendido a través de la mentira, la violencia y la marginación hacia el foráneo, renunciando a sumar y compartir, a formar parte de esa diversidad cultural que acumula ese gran país de origen, España, donde germinan y florecen sus propias raíces culturales e históricas».
En la mitología griega, la titanomaquia, palabra proveniente de los vocablos —Τιτανομαχία— Titanomakhía, cuyo significado es Guerra de los Titanes, fue una serie de diferentes batallas que se dieron entre las deidades superiores conocidas como los titanes y los dioses olímpicos, la derrota de los titanes por los dioses olímpicos, las contiendas con los centauros representaban la lucha entre la civilización y el barbarismo y es conocida como centauromaquia. Los centauros han aparecido muchas veces y en muchos lugares en obras de ficción modernas.
Aunque se dice que la palabra griega Kentauros está compuesta por un único morfema —quizá no griego en su origen—, el sufijo —tauro— ha sido inventado por escritores y diseñadores de juegos en el siglo XX para otros híbridos animal-humanos fantásticos.
Vayamos al tema que nos ocupa. El pasado día 14 de febrero se celebraron unas nuevas elecciones autonómicas en Cataluña, curiosamente se eligió una fecha para ello tan especial como tradicional, el día de los enamorados. ¿Tendría alguna motivación especial una fecha tan significada? Podríamos pensar que se habría elegido con el espíritu y el deseo de confraternizar y buscar un “cariñoso acercamiento” por encima de las actitudes y posturas tan dispares y enfrentadas de estos últimos tiempos, tender un puente de plata a la recuperación e incorporación a la normalidad y la legalidad constitucional de los que en su momento renegaron de las reglas del juego democrático al que habían jurado fidelidad motivo por el que algunos fueron juzgados y privados de su libertad por quebrantar dicho juramento. Unos pocos huyeron fuera de nuestras fronteras, ejemplo claro el líder héroe huido después de declarar la Independencia de Cataluña para tan solo segundos después dejarla en suspenso por tiempo indefinido. Un verdadero esperpento político.
Pero la celebración de las nuevas elecciones deja bien claro cuál es la verdadera situación de Cataluña y de España, nos invita a aceptar una realidad que no queremos ver y que nos manipulan interesadamente. Con una abstención del 46,46% (20.91% en 2017) aquí quedan los datos para su reflexión:
El resultado de estos datos no son producto de la casualidad del azar, no nos engañemos. Con un censo de 7.780.479 de ciudadanos e inscritos con derecho a voto 5.623.962, solo han acudido a reivindicar su condición de constitucionalistas y españoles 484.853 ciudadanos. ¿Cómo es posible que con tanto ruido constitucionalista y patrio como nos vienen vendiendo C’s y la derecha todo haya quedado en una cifra tan exigua?, ¿dónde estaban los reprimidos, los que defienden el constitucionalismo y la españolidad de Cataluña? Mucho ruido, pocas nueces. ¡¡Que collones passa aquí!!
Quizás sea ya hora de empezar a aceptar el fondo de la cuestión, que no es lo mismo ser un Catalán Español que un catalán de Cataluña en España. Era fácil derrotar al independentismo según los datos, solo tenían que ir a votar los defensores de la Cataluña Española Constitucionalmente. “No hay fractura interna en Cataluña. Quienes afirmen tal cuestión es que no conocen bien Cataluña ni a los catalanes”. La burguesía catalana ha contribuido y ha sido cómplice del nacionalismo siempre, ahora se resiente ante la lógica frustración que se extiende entre muchos ciudadanos catalanes, sobre todo los que se creyeron que el proceso independentista sería un juego. Al prospero proyecto catalán lo fueron convirtiendo en una cloaca de corrupción liderada por unos hábiles radicales que, si no se evita de una vez, lo están llevando irremediablemente al enfrentamiento civil.
Desde los primeros Gobiernos de la Transición de 1978 hasta los de hoy, hayan sido del color que fueren, han contribuido en mayor o menor medida a la situación actual, no han sido capaces de solucionar de una vez por todas la vertebración sentimental de España, (país Vasco, Cataluña, Galicia, Islas Baleares, país Valencia, entre otras). La cesión de competencias claves como la educación ha sido aprovechada por los partidarios de la secesión, que descaradamente y con una gran maldad y habilidad han ideado un imaginario pedagógico lleno de despropósitos y falsedades. Los separatistas tienen su proyecto. Lo que proyectan no es el amor a la patria, todo lo contrario, es el odio al resto de España. “El patriotismo es amar a tu país, el nacionalismo es detestar el país de otros”.
El objetivo estaba claro y se veía venir, los partidos políticos han vuelto a priorizar una vez más sus intereses partidistas para captar los votos de cualquier ciudadano, era una ingenuidad pensar que todo podría ser distinto. Se concedió, generosa y oportunamente “dentro de la legalidad”, permisos en esas fechas para que los condenados por rebelión, sedición o golpe de estado, lo que fuera (no se sabe muy bien como ha quedado al final el tema), salieran de la cárcel y poder contribuir con su presencia en la campaña, no han rectificado ni un ápice, al revés, se han reivindicado en sus pretensiones independentistas con más descaro aun, como no podía ser de otra forma, se han reafirmado rotundamente en sus postulados alentando de nuevo a la sociedad catalana a una nueva declaración de independencia.
En el fondo era comprensible, la anterior declaración fue tan cutre que solo dio para algunos vítores, los cánticos reglamentarios, una ovación y poco más, la mayoría de asistentes se fueron retirando pacíficamente completamente decepcionados por la burla de la que habían sido objeto, pues la proclamación y la suspensión de la República Catalana había durado menos que un asalto de un combate de boxeo. Inmediatamente los protagonistas del acto abandonaron el lugar siendo conocedores los protagonistas del desafuero proclamador que cometían, el inductor y principal protagonista del desaguisado independentista antes de ser detenido y puestos a disposición judicial, parece que salió como alma que lleva el diablo escondido en el maletero de un automóvil a toda velocidad fuera de España, hacia paradero desconocido. Lo asombroso del caso es que, a pesar de acto tan heroico, este personaje sigue como líder de muchos catalanes y representando e inoculando desde tierras extranjeras una política caduca y trasnochada de entreguerras.
Dada la generalizada situación nacionalista que se viene gestando resulta cada vez más complicado encontrar una solución pactada que dé salida a este asunto. La cuestión no es nada fácil pues cada día pinta peor y cada día hay más regiones que exigen una mayor independencia a la hora de llevar a cabo sus políticas autonómicas. Por lo que vemos es que nuestros gobernantes políticos han dado tanto a cambio de los votos nacionalistas para gobernar que ya no tienen nada que ofertar que no sea la independencia total y, dado en lo que se ha convertido el espectro político actual poco o nada podemos esperar para que esta situación retorne a sus orígenes preconstitucionales de 1978.
El conchaveo del bipartidismo nos ha llevado a una difícil y complicada nueva situación para lograr los acuerdos necesarios para la gobernabilidad, la proliferación de nuevos partidos y la irrupción de fuerzas políticas radicales, tanto de izquierdas como de derechas, así como la profesionalización de la política, hacen cada vez más difícil el poder llegar a acuerdos y adoptar políticas que satisfagan y garanticen las necesidades y el futuro de la sociedad y el país en general.
No tengo un criterio personal claro sobre este tema, pero quizás sea el momento de replantearse la situación y establecer un Estado Federal, recuperando competencias que jamás debieron servir como moneda de cambio para beneficio de políticos y partidos que tenían como única meta obtener el poder por encima de los intereses generales de todos los españoles.