Declaro que este no es un análisis más sobre la moción de censura, sino mi manera de intentar extraer algún rédito personal por el tiempo dedicado a seguirla. Y, en caso de hallarlo, con gusto compartirlo con quien se sienta predispuesto a aprovecharlo. Afirma una vertiente de la psicología moderna, la llamada PNL (Programación Neuro Lingüística) que podemos construir nuestra realidad en función del enfoque. Aplicado a la moción protagonizada por Ramón Tamames, mi enfoque se concentra en su mesura, tanto en el contenido como en el tiempo, por lo que una primera conclusión es que ha ofrecido al poder una epístola moral.
Acudo a nuestro acervo cultural, estimulado por el hecho de que, unos y otros en sus discursos han citado versos de Machado y Cernuda. Yo me remontaré al poeta soldado Fernández de Andrada (defendió Cádiz en 1596 del asedio inglés) autor de la Epístola moral a Fabio, que nos recuerda una cualidad hispánica como es el estoicismo, ahora más necesario que nunca ante el arrebato apoteósico de Pedro Sánchez, que considera clamoroso su triunfo sobre la moción y anuncia larga vida al gobierno Frankenstein según le confirma cada mañana el diligente Tezanos, presto a halagar al que le asegura su nómina.
Qué otra cosa fue el corolario final de Tamames, al decirle a Sánchez que había caído en el síndrome de la Moncloa, sino tomar del poeta: las ilusiones cortesanas prisiones son do el ambicioso muere. Nuestro anciano profesor, perturbado ante la pasión mitinera de Pachi López o los duros ataques al franquismo, lanzada a moro muerto, recordó que él fue antifranquista de verdad en vida del dictador y pisó dos veces la cárcel, para escuchar ahora con cara de perplejidad a quienes, nacidos en democracia, cuestionan la Transición y ponen bajo sospecha a los que sufrieron el 23F. En su alegato final, Tamames pudo haber tomado de la epístola moral aquello de: la humana prudencia es bien que mida las acciones compañeras de la vida, pues sin templanza ¿viste tú perfecta alguna cosa? Nadie puede negar que la moción fue un ejemplo de templanza y ha dejado para nuestra historia parlamentaria la paradoja de que, donde más ha brillado la mesura es en el discurso promovido por un partido tildado de fascista por la izquierda que, en algunos de sus oradores, ha mostrado odio africano al adversario trasmutado en enemigo.
No deja de ser maravilloso el esfuerzo de brillantes columnistas (Bustos, Camacho, Juan Claudio de Ramón) por intentar que veamos inútil la moción, y en no pocos articulistas un supino cabreo por la iniciativa. No hablemos de la nutrida grey de tertulianos, empeñados en que la interpretemos y valoremos desde su óptica, siempre contaminada por su ideológica o la del medio que les paga. ¿Acaso no sabemos que en el proceso de comunicación los oídos y los ojos son meros filtros? ¿Alguien piensa que los ciento y pico minutos de Pedro Sánchez, tiempo en que según el ingenioso zasca de Tamames se puede relatar la historia del imperio romano, por más que repitiera las infinitas bondades del gobierno Frankenstein, ha convencido a uno de los representantes más genuinos del socialismo de nuestra democracia, pongamos que hablo de Alfonso Guerra. No, el filtro de cada uno es el que permite aplaudir al orador con el que se identifica. Para quienes hemos intentado desprendernos del filtro, a fin de juzgar lo expuesto por cada uno, visto lo visto, debo añadir como rédito personal la invitación al estoicismo que surge de la políticamente inútil moción, máxime cuando se ha puesto en evidencia que la única alternancia posible al gobierno de coalición es la suma del PP y VOX en las elecciones de final de año. En el aire quedó, antes de su probable despedida —que debemos lamentar— la advertencia de Inés Arrimadas: “tengan cuidado señorías, porque Pedro Sánchez es muy peligroso”. Omitió recordarnos el inquietante «¡Voy a por todas!» que este amante obsesivo del poder anunció al comenzar el año electoral. Y la votación final daba la razón a Arrimadas porque, frente a una alternativa sin cuajar, todos los grupos nacionalistas coinciden con la izquierda en su interés por mantener vivo a Frankenstein.
¿Estoicismo? Pero esto es filosofía de hace veinte siglos, ¿qué puede aportar hoy? Es cierto, viene del griego Epicteto, primer siglo, por más que quien mejor encarnó su mejor concepción fue un emperador de origen hispano: Marco Aurelio. Aprovechemos que Tamames encuentra espacio en la intervención de Sánchez para toda la historia del Imperio Romano y dediquemos sólo unas líneas a un emperador oriundo de la Bética hispana que ocupó el mayor poder de Roma. Autor de Meditaciones, su pensamiento apela a la indiferencia porque todo es efímero, destinado a desvanecerse. Lo humano es insignificante para Marco Aurelio, por lo que fue insensiblemente cruel para todos los que incumplieran la ley. ¿Qué habría sido de los independentistas?
Un filósofo actual, Máximo Pigliucci, nos llama a practicar el estoicismo en el siglo XXI, lo considera esencial para mantener el equilibrio mental en la sociedad americana. ¿Y nosotros? Si vivimos bajo la amenaza del poder absoluto, indefensos ante circunstancias que quedan fuera de nuestro control: leyes impuestas, eliminación de contrapoderes. Y más lejos, pero no tanto, dictadores como Putin que pueden sacrificar miles y miles de vidas sin freno alguno, ante la impotencia del ciudadano común que somos cada uno de nosotros. Pensemos en lo visto y oído en la moción de Tamames, ¿y qué nos queda? Lo ya expuesto en el título: una invitación al estoicismo.