Y merecerían afecto. Pero son personas, en democracia y ante la riada, responsables. No son unas personas extraordinarias, ni siquiera las mejores. Por lo visto, algunos, son la borra que se hizo en las ubres que alimentan a los aparatos de los partidos en los que nacen, crecen, nutren y medran. Para asomar, como un poso aciago y muy caro, en vidas y haciendas de todos, flotando antes, en o después del barro. Solo un vistazo: Presidentes de Gobierno (Pedro Sánchez) y autonómico (Carlos Mazón). Vicepresidenta Ribera, ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico de España. Ministra del gobierno y oposición en Valencia (Diana Morant). Ministros con competencias. Responsables del estado de la cuenca del Júcar (Confederación Hidrográfica y Comisaría de Aguas). Consejeros valencianos. Responsables nacionales, autonómicos o locales. Alcaldes. Concejales, etc. No da igual. Importa saber quiénes han sido los responsables de lo que pasó o no evitaron; y en su momento habrá que verlo, valorarlo y enjuiciarlo. Pero tras la riada, ahora, vale más mirar hacia adelante. Porque España, y Valencia como parte de ella, debe intentar hacer lo que conviene. Por lo que parece, la cuenca del rio Júcar y la comarca necesitan atención. Se sabía. Los técnicos habían visto y avisado, se habían proyectado obras y los responsables políticos no han evitado el desastre de una avenida sin control.
Ahora se habla de: Azudes. Presas de embalse. Regulación de flujos en los ríos. Desagües de fondo. Riadas. Avenida. Máxima avenida calculada con los años de retorno para un cálculo estadístico con los datos conocidos en cada cauce. Y los factores y coeficientes de seguro y corrección, por orografía y vegetación, de los que ocupa una Hidrología que, como norma, pueden y deben hacerse ley. Puede ser un buen propósito de enmienda. Pero no solo. También hay que ver qué se puede hacer. Cómo hacerlo y cómo pagarlo. En este sentido, puede que sea necesario revisar las competencias de cada institución en el concierto autonómico, hasta llegar adónde convenga.
Para hoy más que para mañana, hay que buscar sensatez. No es, por falta de estabilidad política y en algún caso por desvergüenza, rencor e inquina, lo que aparece entre los políticos que antes de la riada existían y ahora aparecen, sobre el barro. ‘El pueblo valenciano se merece’, decía un político, puede que Baldoví para tirar los cascos a la cabeza del adversario Mazón. El modelo Baldoví es un ejemplo de lo que, tras la riada, se hace en Valencia y a costa de la riada. Pero la riada no es, ni puede ser motivo para, ahora, tirar los cascos de nadie contra nadie. Sánchez, con lo que tiene alrededor, puede irse a hacer puñetas. Mazón puede hacer lo mismo. Y cada político debe entender que lo que importa no es su ombligo, su cartera o carrera, ni lo que tenga a dos palmos de sus narices.
Si no se cambia, puede aparecer, ya está en el ambiente, la inexorable y ahora peligrosa dictadura. La dictadura, en su momento y varias veces, nació en Roma para que un dictador, como el campesino Camilo, dictara qué hacer para superar problemas. Ahora, a costa del desastre en Valencia, algunos políticos desde la izquierda buscan y ofrecen una especie de dictadura controlada: Un Gobierno de Tecnócratas. Si llega tal engendro, podemos estar a la puerta del fin del sistema político que tenemos.
En consecuencia, el futuro nacional puede estar en una senda demócrata en la que seguir como ahora, o a expensas del dictador que haga un gobierno tecnócrata a medida. Por respeto a los muertos, sin nombres.
La riada 2024 fue y es un desastre, para la Comunidad Valenciana y para España. Hay que superarla y evitar que sea el motivo para otros desastres. Sin dictadores, un futuro en el que, lo pasado y lo que venga con un recuerdo a Blasco Ibáñez, se supere y se recuerde como un episodio triste: en Valencia ‘Cañas y Barro’, y políticos.
FOTO: Arrozales de la Albufera anegados por la Dana | NACHO DOCE / REUTERS