
“El fortísimo incremento de la presión migratoria sobre España y las sucesivas avalanchas masivas se traducen en que tengamos un problema muy serio para aplicar la normativa, tan garantista y de respeto a los derechos humanos, que nosotros mismos nos hemos dado”. Esta era la categórica afirmación de José Antonio Nieto, secretario de Estado de Interior en el seminario que la Casa Árabe y la Fundación Konrad Adenauer celebraron en Madrid bajo el título genérico de “Integración de musulmanes en Europa”.
El secretario de Estado cifró en un 93% más las entradas de inmigrantes irregulares en España en lo que va de año, con respecto a 2016, lo que achacó al cierre de la frontera turca y a la búsqueda por parte de las mafias traficantes de seres humanos de itinerarios alternativos. La vía marítima, es decir el empleo de pateras y otras embarcaciones de fortuna para arribar a las costas españolas, supone un aumento del 150% de las llegadas el pasado año. Por nacionalidades, marroquíes y argelinos han aumentado su afluencia en un gigantesco 580%.
José Antonio Nieto reconoció que los CIEs están saturados ante las últimas avalanchas, y que se hace urgente tanto la implantación de un nuevo modelo de estos centros temporales de internamiento de inmigrantes irregulares así como de su tratamiento.
Cifró en hasta 100.000 personas las que de una u otra forma son seguidoras del islamismo radical, y reconoció la sorpresa que causó conocer que los autores de los recientes atentados en Barcelona y Cambrils fueran jóvenes con empleo, de segunda generación, plenamente integrados y con un expediente penal limpio. Pese a ello, señaló que ni el Gobierno ni la sociedad española se han dejado tentar por “ese cóctel tan peligroso que es el de identificar migración con religión [musulmana] y terrorismo, que ha hecho furor sin embargo en algunas partes de la Unión Europea”.
Vigilar el entorno de las mezquitas
El alemán Ismael Tipi, presidente del Comité de expertos para Integración y Migración de la CDU de Angela Merkel, reconoció que Alemania alberga unos 30.000 islamistas radicalizados, pero que contarían con más de 300.000 simpatizantes, susceptibles a su vez de radicalizarse. Él mismo de origen turco, Tipi admitió que el principio de libertad de religión ha permitido que germinen los radicalismos. Advirtió finalmente contra una apertura de las puertas de Europa sin control, y se mostró partidario de una mayor vigilancia de lo que ocurre alrededor de las mezquitas instaladas en Europa, “simplemente porque muchos de los que se han radicalizado o son susceptibles de radicalizarse han empezado por no reconocer los valores occidentales”.
Una experta como Anna Terrón, de Instrategies, certificó que los sistemas de integración no funcionan. Hay una gran tensión en la Unión Europea, y una primera consecuencia es que el espacio de libertad e interrelación que significó Schengen está restringido por varios de sus países signatarios. Esos obstáculos, nuevas fronteras en definitiva, recobran su viejo valor simbólico: separar y proteger. Pero, al mismo tiempo acentúa la idea propia de inseguridad.
Terrón observa que el concepto de otredad se ha ido identificando cada vez más con los musulmanes. Por ello mismo, propone como primer paso “desextranjerizar la diversidad”, lo que requiere instrumentos que permitan un mejor acomodo de las diferencias. Pide, en consecuencia, una revisión del sistema migratorio en toda la UE, que integre las relaciones interculturales. Y, por supuesto, se intensifiquen las relaciones entre los países de origen y los de destino.
Integrar personas pero también valores
En el seminario se abordaron los marcos normativos de diferentes legislaciones, como la británica, austriaca y sueca, modelos todos ellos en los que han desembocado desde antiguas experiencias coloniales o de dominación, hasta los de carácter meramente moral, solidario y religioso, como es la de abrir puertas a los refugiados de guerra.
Buena parte de los oradores, como el británico Mohamed Aziz, de la Universidad de Londres, o el austriaco Stephan Hinghofer-Szalkai, de la de Graz, convinieron en el denominador común de integrar valores, más que en la imposición de los de unos u otros sobre sus supuestamente antagónicos. La radicalidad no surge, sin embargo, porque los valores de la sociedad europea de acogida no convenzan al migrante, sino porque pueda sentirse excluido, señalado como diferente, y consiguientemente vuelva sus ojos, y su esperanza, hacia sus viejas raíces, a las que tiende a magnificar, tanto más cuanto menos las haya conocido. Es lo que ocurre con las segundas y terceras generaciones, justamente donde más florecen los radicalismos.
Wilhelm Hofmeister, director para España y Portugal de la Fundación Adenauer, y Pedro Martínez-Avial, director general de Casa Árabe, consideran que el seminario ha cumplido sus objetivos a partir de los análisis comparativos entre los diferentes países, cuyas conclusiones puedan influir en la formulación de nuevas políticas públicas ante las nuevas oleadas de emigrantes y refugiados, que siguen buscando en Europa consumar su derecho a una vida mejor y más decente de la que dejaron atrás.