Hace unos días reprochaba a la formación “naranja” los cordones sanitarios y las líneas rojas hacia otras formas legítimas de hacer política, sin conocer lo que el llamado “Día del Orgullo Gay” les depararía. Hoy, en el momento en que estoy escribiendo, veo las imágenes patéticas de la representación del partido naranja, teniendo que ser escoltados por la policía y materialmente echados de la manifestación por los asistentes.
“Son intolerantes, como los fascistas de toda la vida”, gritaba una demudada Inés Arrimadas tras los insultos y agresiones sufridos impidiéndoles su derecho a manifestarse. Al parecer la Sra. Arrimadas empieza a darse cuenta de que el “fascismo” es la imposición de unas ideas sobre las de los demás, la condena gratuita de las mayorías a las minorías, el rechazo de los diferentes y el señalamiento insultante de los adversarios a los que “ni agua…”
Ciudadanos ha probado de nuevo su propia medicina y les ha sabido mal, muy mal, porque en ese incesante “postureo” impostado (me consta que personalmente no son así muchos de sus afiliados), han conseguido no ser entendidos ni por unos ni por otros, demostrando con sus vaivenes lo contrario de lo que busca y espera la gente: la seguridad y firmeza de convicciones propias (no las que recomiendan desde fuera).
Ignoro si Ciudadanos como supuestos “liberales” defienden de verdad la demostración “gay” en Madrid o si sólo es una forma de buscar electores. Lo que sí es cierto es que han mostrado escasa madurez al ignorar que la fiesta “gay” es sólo una manifestación más de los colectivos de izquierda, con las subvenciones correspondientes desde las diferentes administraciones públicas y que los sentimientos homosexuales al igual que los heterosexuales, no necesitan ser exhibidos públicamente.
Como en el caso del feminismo, son las nuevas banderas de una izquierda al servicio de ese gobierno universal de la globalización, una vez que han perdido las propias, más proclive a las manifestaciones pagadas con fondos públicos, que a un trabajo serio y riguroso basado en la “igualdad” de las personas por medio de los cambios políticos e institucionales que correspondan.
Esa defensa de la “igualdad” sí es liberal, pero no lo son las contradicciones de Ciudadanos defendiendo en Cataluña la libertad y condenando a otros en el resto de España al ostracismo, a la infamia y al destierro, cuando además están apoyados por aquellos a los que rechazan, lo que constituye también una clara muestra de desagradecimiento y deslealtad.
Hoy el “orgullo” de Ciudadanos ha quedado por los suelos. Queriendo congraciarse con unos, han vuelto a negar a quienes deberían gratitud y no sé si se arrepentirán de ello. Queriendo (o buscando) esas “fotos” que tanto les preocupan, han acabado por no salir en ninguna por moverse tanto (en palabras de Alfonso Guerra). Al no prever lo que podía ocurrir, han quedado como unos ingenuos (“pardillos”) que no se enteran de nada. Queriendo ser más “progresistas” que nadie, han tenido que escapar de algo que todo el mundo sabe es exclusivo de la izquierda (a menos que ahora intenten cambiar de nuevo y busquen la sombra del PSOE).
La fiesta del “Orgullo Gay” (como las manifestaciones feministas) debieran ser transversales y apolíticas, puesto que las características sexuales o de género no se limitan a un sólo sector ni pertenecen a determinadas ideologías. Es más, han sido y son escasamente admitidas por la izquierda real y por el proletariado, tanto a nivel oficial como social. Puede que la mayoría de las agresiones sufridas por homosexuales se localicen en estados “de izquierda” y desde los estratos más humildes de la sociedad que no entiende que se puedan pagar 4.000 euros de alquiler por una semana en Madrid (cuatro veces el salario de la mayoría de los trabajadores). Desde luego no están en la fiesta los que tienen que subir al andamio a las siete de la mañana.
Lo que ocurre es que se ha encontrado en determinados colectivos una cantera de votos que debe explotarse a cambio de subvenciones privilegiadas. Eso lo saben todos y lo practican con la liberalidad de usar el dinero de los contribuyentes (los del andamio, las camareras de pisos, los panaderos, los pequeños comerciantes…). A eso se le llama “progreso” y es real sobre todo para los que saben manejar formularios y tienen relaciones políticas de algún tipo. Por eso les espanta que alguien hable de reajustar el sistema clientelar que, desde hace muchos años, se pegó como una lapa a la democracia para corromperla y pudrirla por dentro.
Hoy lamentamos profundamente lo ocurrido a Ciudadanos en el “Orgullo Gay” de Madrid, al igual que lamentamos las posiciones intransigentes de este partido con respecto a quienes utilizan para luego rechazarlos. No es de ahora; el asunto viene de lejos cuando la soberbia obnubila la razón y la ambición de poder hace presa en quienes dicen que viene a servir a la causa de la Libertad. Quizás sería conveniente que empezasen a saber en qué consiste la lucha diaria por ese ideal.