Ejemplaridad Real y popular

Ejemplaridad Real y popular
Carlos Miranda
Por
— P U B L I C I D A D —

En nuestra democracia representativa los ciudadanos votan a sus parlamentarios que eligen el gobierno. Sin embargo, visto cómo se comportan estos elegidos del pueblo, más parecen representar solo a los jefes de sus partidos políticos que les incluyen, o no, en las listas electorales.

Los ciudadanos desean eficacia gubernamental y una ejemplaridad extensible a todos los cargos públicos. No ocurre. No ha habido legislatura sin escándalos que debilitan nuestra democracia también atacada hoy en día, debido a su Constitución tan liberal, por aquellos que la desprecian llamándola “régimen” (como la dictadura franquista) del 78, por quienes quieren destruirla para desmembrar España o imponernos una réplica de Cuba, Nicaragua o Venezuela donde se vive peor y sin libertad.

Iñigo Errejón, fundador de Podemos, de Sumar, Más Madrid y Más País (nunca diga “Más España”), extremas izquierdas todas, ha abandonado la política despidiéndose con una confesión sobre su conducta inaceptable con las mujeres. No podemos advertir ejemplaridad alguna de este soporte del Frankenstein II salvo en su dimisión.

La Fiscalía del Estado tampoco brilla. Abandonó su imparcialidad bajando al fango político al revelar datos de un contribuyente que casualmente es pareja de Ayuso sobre una cuestión tributaria que sería aparentemente previa a su relación sentimental.

El Fiscal General del Estado en un gesto honroso asumió la responsabilidad. Sin embargo, sin coherencia dado su cargo institucional. Al asumir esa responsabilidad ya debió dimitir. Un Juez le investiga y sigue agarrado al sillón. La Guardia Civil ha registrado su despacho y sigue sentado en su poltrona. No es resistencia frente a la pretendida “fachosfera”, es una reincidente falta de ejemplaridad incluso si acaba siendo exonerado porque la ejemplaridad exige no sólo ser o no ser, también parecer o no parecer.

Con el Fiscal General al mando, el fiscal en la causa ante el tribunal seguirá sus instrucciones, así como su propia defensa y probablemente veremos a la Abogacía del Estado formando piña. La representación del ciudadano agraviado estará más sola que nunca.

Se ha publicado una foto del Presidente del Gobierno con Víctor Aldama que parece ser el “contact point” central de varias tramas de corrupción bajo investigación judicial. La foto sería anterior a la revelación de estas tramas y Sánchez asegura que fue su único contacto con Aldama con quien se habría hecho la foto como con muchos más. Eso sí, con Koldo de fotógrafo y en una zona reservada de un evento de su partido al que le está dando la vuelta como a un calcetín con la colaboración de una militancia hipnotizada.

No obstante, Aldama tuvo repetidas entrevistas con su esposa Begoña Gómez. Sánchez se desmarca de su círculo de amistades y relaciones profesionales. No serán las suyas, pero un cargo público también ha de responder de las actividades de su pareja. Puede que no sean censurables legalmente, pero pueden serlo éticamente.

El Presidente del Gobierno, un Fiscal General más del gobierno que del Estado, un parlamentario de la mayoría progresista que nos dan lecciones a diario.

No son los solos con ejemplaridad en entredicho, también vislumbramos a otros en la oposición, pero a los primeros a quienes hay que pedir cuentas es siempre a quienes conducen el país. Tendrán sus éxitos y sus fracasos, pero no está claro que puedan presumir ahora de ejemplaridad.

La catástrofe de la gota fría en el levante peninsular se ha convertido en una muestra de la distancia entre gobernantes de cualquier partido y gobernados. Los administrados, que pagan impuestos, contemplan anonadados reproches entre políticos, dificultades para socorrer a las víctimas y una burocracia retardataria en lugar de haber aunado inmediatamente medios y esfuerzos para ayudar a todos los náufragos de las riadas. ¿Qué ocurriría si un país hostil nos mandase varios misiles? ¿Necesitamos otra clase política? Sin duda, y ejemplar.

Para esto último tendrán que inspirarse de Felipe VI que, en Paiporta, Valencia, dio la cara ante ciudadanos enfurecidos por la falta de atención gubernamental y autonómica tras la catástrofe provocada por la DANA.  Bajándose del coche, y acompañado de la Reina Letizia, se mezcló con los que protestaban vehementemente, algunos incluso violentamente, mientras Sánchez les dejó solos para resguardarse lejos.

Un protagonista ejemplar está siendo el pueblo español. “El pueblo para el pueblo” es un eslogan visto en alguna banderola entre los damnificados con una implicación un tanto anarquista por su evidente censura a la autoridad sustituida claramente por voluntarios además de la abnegación de servidores de a pie del Estado como, entre otros, bomberos, policías, sanitarios, guardias civiles y militares. ¿Quién da más? Los políticos, no.

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