Atravesamos por una etapa nueva, ¿hemos entrado en un nuevo orden de vida? Un sistema que nos ha cambiado la forma de hacer, de sentir, de convivir. ¿Quizás hemos acabado una etapa y nos hemos adentrado en un nuevo ciclo sin siquiera darnos cuenta?
La Distopía política son obras que exponen de manera clara y cruda los peligros de determinadas ideologías y sistemas políticos como el totalitarismo, el fascismo, el comunismo, el capitalismo, son actos de demagogia que terminan por llevar el control social a los extremos.
Allá por la década de los ochenta del siglo pasado, tuve la inquietud y la curiosidad de conocer de primera mano que se cocía en la vida interna de los partidos políticos y pasé a formar parte de un nuevo proyecto político, un partido político de nuevo cuño, con una idea ya desarrollada desde la transición “El Centrismo político” ese estar en todos sitios y en ninguno a la vez. Había una inquietud general por la falta de un “corpus ideológico” que definiera el alma y la forma que nos guiara a conseguir los objetivos que sus ideales pregonaban a los cuatro vientos. La realidad de aquel entonces era que, en los partidos políticos, desde los de más pedigrí a los más bisoños, les faltaba de todo menos ideología. Mi etapa concluyo seis años después a través de los cuales pude aclarar todas mis dudas y sacar las suficientes conclusiones del mundo de los partidos y de la política nacional, dejar claro que el partido en el que estuve fue un partido de centro. Fue una buena y enriquecedora experiencia.
Lo que hemos aprendido con el tiempo es que las ideologías a lo que han contribuido en la mayoría de los casos no es precisamente a fomentar las ideas y a desarrollarlas, sino todo lo contrario, a desarrollar la estupidez. Se han convertido en centros de reclusión mentales, donde no te permiten desarrollar ideas propias, pensar libremente, discernir, dudar o razonar.
Comprobamos con sorpresa como ante los grandes cambios que estamos sufriendo a todos los niveles, nos queda claramente demostrada la más evidentemente falta de recursos de la que hacen gala los responsables a distintos niveles, tanto en el plano político como en el profesional, quedando bastante patente que no todos los responsables de las áreas afectadas ocupan puestos por méritos propios sino más bien por los méritos contraídos por su aprecio y adhesión a la causa a la que profesan una fe inquebrantable.
Las ideas sirven para pensar, las ideologías por el contrario sirven para disimular la ausencia de ideas y recursos, para acorazarse precisamente contra ellas. Podríamos decir que las ideologías son como máscaras que se utilizan para ocultar las realidades. Podríamos definir que cuando convertimos una idea en un cuerpo doctrinal cerrado y lo definimos como algo, lo convertimos en ideología sobre la que sustentamos la imagen que queremos de nosotros mismos.
Por lo tanto, no nos puede sorprender que una gran mayoría de ciudadanos estén pasivamente (o activamente pasivos) esperando la aparición de algún iluminado líder, algún nuevo ideólogo anclado en los viejos postulados, con la promesa de conducirnos nuevamente al punto de partida anterior al comienzo de los errores que nos han traído a esta situación de no retorno, simplemente porque es lo que a muchos los ha aupado al nivel y al medio de vida que han considerado un éxito para su beneficio personal.
Sería inteligente escuchar y argumentar las ideas de quienes tienen la voluntad de expresarlas y la capacidad de cambiar sus ideas si la situación lo requiere, no cabe la menor duda de que para tener ideas hay que saber y, no solo saber, hay que entender, estudiar y adquirir conocimientos e información, que permitan ofrecer valientemente soluciones y cambiar la negación sistemática para afrontar ideas y cambios reales.
En muchos casos, bajo la apariencia crítica solo hay pura demagogia barata, el apuntarse a la inercia de la corriente generalizada de opinión mayoritaria, a la machacona repetición de eslóganes ya caducos sobre ideologías obsoletas. Insistir en “lo políticamente correcto” que es la opinión de la mayoría y que nos evita la confrontación con los demás. Es lo fácil, es lo intelectualmente vistoso, lo cómodo e indudablemente lo más inútil.
Hemos entrado en un proceso de cambio que no tiene vuelta atrás, a partir de ahora todo será distinto y tendremos que adaptarnos y aprender a vivir y convivir de otra manera, no será fácil para casi ninguno pero es lo que nos hemos buscado por no utilizar nuestras ideas para mejorar las cosas y sobre todo las relaciones de convivencia, nos hemos aferrado a unos colores y hemos dado rienda suelta a nuestros instintos sin más, ahora toca recapacitar y recoger velas para no cometer los mismos errores, debemos reaccionar ante esta nueva situación con valentía y decisión para poder afrontar y corregir esta desenfrenada carrera sin fin que nos lleva al abismo. Ha llegado el momento de tomar decisiones y debemos aceptar la realidad que no queremos ver, cuanto antes tomemos partido, antes tendremos más claro el futuro, nuestro futuro y el de los demás.
El color de las ideologías ya no tiene la brillantez que nos deslumbro, hoy el único color que deslumbra es el color del dinero. Un color que ha sumido a todos los demás colores en las más profundas tinieblas por su fuerza y reflejo es una fuerza que ha relegado a cualquier otro valor, Valores, ética, humanismo, justicia, libertad, respeto a la naturaleza, etc. Evitemos que ese color termine por convertirnos (muchos ya han caído) en unos vulgares Judas siendo víctimas de ese irresistible y traicionero color.