Hablamos de dinero público, unos caudales que se han recaudado con nuestros impuestos. Los que pagan de sus bolsillos los españoles. En el mundo anglosajón son muy conscientes de ello y por ese motivo les parece claramente que el dinero sigue siendo de ellos, de los contribuyentes, aunque esos dineros estén en las cuentas públicas. Del Estado, de las autonomías o entidades semejantes, de los municipios, de organismos públicos, etc. … Por ello exigen que se les rindan cuentas de lo que se ha hecho con “su” dinero.
En otras partes del mundo, como en España, da la sensación de que los contribuyentes le dicen adiós a su dinero cuando Hacienda se lo cobra vía impuestos directos o indirectos como el IVA. El dinero público es de todos, hasta de los pobres. De todos modos, al pasar a las cuentas públicas es verdaderamente de todos nosotros como nos recuerdan las autoridades fiscales cuando dicen que “Hacienda somos todos”.
¿Todos?, preguntaría escépticamente una “celebrity” que inquiere si de verdad puede pedir “de todo” como le han asegurado antes en un anuncio, momento en el que llega la rebaja. “Bueno, casi todo” …. En efecto, los hay que piensan que ese dinero del contribuyente no sólo ya no es del contribuyente, sino que consideran que es de ellos. Vamos, que pretenden que no es de todos …
Son los corruptos que cogen el dinero de la caja común para sus necesidades persónales, comprarse un coche, un piso, viajar, o gastárselo en caviar cuando podrían encargar un bocadillo para no desfallecer. También cogen ese dinero para sus fines políticos, como los separatistas para sus objetivos independentistas en lugar de costeárselo con sus propios peculios o los de sus partidos.
Los presupuestos, una vez aprobados, son los que dan la pauta de en qué se puede gastar el dinero público. Y si se gasta en otras cosas es malversación, una corrupción, incluso en otros fines públicos y con más motivo si no lo son o no han sido programados y aprobados. Por eso hay que seguirle la pista a “nuestro” dinero para cerciorarnos de que lo gastan como está mandado.
Lo que antecede parecerá evidente. Sin embargo, el mundo político no lo tiene tan claro. “El dinero público no es de nadie” dijo sincerándose una política influyente. ¡Qué barbaridad! ¿Lo diría una indocumentada de algún partido extremista? Nada menos que una que llegó a ser Vicepresidenta de un Gobierno monocolor. Otra Vicepresidenta, también andaluza, ya en coalición, parece tener la misma opinión. Para aupar a su partido en una capital de provincia andaluza decidió que condonaría la deuda del ayuntamiento si determinado partido apoyaba al suyo. ¡Con nuestro dinero!
Igual puede hacerlo legalmente, pero es algo a todas luces “insalubre”. Porque esa deuda es dinero pagado y si se perdona el dinero saldrá de otro lado y ese lado son nuestros impuestos, los que pagamos todos y que nos suben con facilidad para luego hacer cualquier cosa que le conviene a un político en beneficio propio o de su partido, no de todos.
Lo primero que habría que averiguar es la razón del endeudamiento. Esa deuda debería pagarla la entidad que ha incurrido en ese gasto y no el conjunto nacional de la ciudadanía. ¿Por qué hemos de pagarle todos una deuda a un ayuntamiento o a una comunidad que no han sabido administrarse y cuyos ciudadanos siguen votando a los que administraron mal? Ante todo, explíquese. Luego veremos. Y todos decidiremos lo que se hace con el dinero de todos, que es nuestro, que no es de “nadie”, que no estamos con Odiseo y Polifemo.
Para eso están los presupuestos. Para cumplirlos. Es más, lo de andar con presupuestos antiguos en vigor porque no se aprueban a tiempo los del nuevo año fiscal es un abuso político. Lo honesto es convocar elecciones cuando no se consiguen aprobar los presupuestos en sus plazos constitucionales. Esto que parece de cajón, suscita una pregunta también de cajón: ¿Son honestos nuestros políticos? Con su manera de actuar, muchos ponen en peligro nuestra democracia y con más motivo cuando no rinden claramente las cuentas de sus actuaciones económicas y políticas.