Cuando Isabel Díaz Ayuso tilda a los que critican sus políticas de adictos a la “extrema izquierda” es para contrarrestar esa oposición a su forma de gobernar y las políticas que lleva a cabo, especialmente se le recriminan sus políticas privatizadoras y secesionista. Ante estas protestas y desacuerdos es su costumbre habitual contestar con agresividad, cierta chulería y un cierto manejo manipulador de las situaciones y los datos sobre el asunto en cuestión, tal cual actúa; la descalificación y el improperio hacia el oponente está servido. Pero la realidad es bien distinta, solo sigue el guion que le tienen marcado, fue elegida para vender un producto, un proyecto, y cumple a la perfección las directrices que le han sido marcadas.
En su partido parece que quizás no hayan entendido muy bien a quién obedece, está claro que no es precisamente al programa que Feijóo tiene diseñado, si es que este tiene algún programa; a diferencia del de Pedro Sánchez y su PSOE que, ya lo sabemos y conocemos de sobra y lo tenemos claro en qué consiste, nos guste o no nos guste, es lo que hay y ahí está; la discrepancia está servida y cada cual sabe a qué atenerse.
Pero es que la Comunidad de Madrid va por libre, y ya lo ha dejado bien claro Ayuso en infinidad de ocasiones desde que comenzara su mandato en la Comunidad de Madrid, “Madrid es España”, quizás le falto añadir aquello de “y lo demás tierra de moros” para llevar adelante su proyecto político se ve ciegamente apoyada en la algarada por un grupo numeroso de palmeros que la siguen a pies juntillas.
La realidad no es otra que los que la pusieron para el puesto que ocupa se mantienen en la sombra, le marcaron el objetivo que debía llevar adelante y no le queda otra que cumplir. Ayuso no está insultando a nadie en particular como algunos creen, es así y cumple con los requisitos exigidos del guion para el puesto y la labor que fue elegida, ella solo cumple con lo establecido, como dice el refrán: «No muerdas a la mano que te dio de comer» y esa mano no es otra que el sistema neoliberal en la que ella se formó y para el que lleva trabajando desde su más tierna juventud. Un proyecto que nada tiene que ver con la política, pero que utiliza a esta para lograr sus fines y objetivos. El ingrato, el malagradecido, olvida con facilidad los favores y ayudas que ha recibido en el pasado.
El objetivo que se marcó hace décadas ese neoliberalismo que nos invade, ha sido el que decidió que Ayuso debía representar al pie de la letra sus postulados más radicales en la Comunidad Madrileña. En esto, Ayuso y sus asesores han sabido aplicar un populismo tabernario a las mil maravillas, su discurso ha calado hondo en todos aquellos que quieren ver en ella el futuro líder de la política nacional. Es el espejo donde se ven reflejados todos los que creen que la política solo tiene como finalidad los resultados económicos de las multinacionales, de los fondos buitres y de las grandes corporaciones origen de las famosas puertas giratorias; ha sabido contagiar a muchos de esos ciudadanos cegados por la ilusión de destacar y a los que se les ilumina el rostro con solo la idea de aparecer en la foto con alguno de sus políticos actuales y con algunos de esos magnates millonarios.
Ya desde hace muchos años, son mayoría los seguidores incondicionales de muchos de nuestros políticos, y en especial del “fenómeno Ayuso”, los que sienten añoranza por pertenecer a una clase y posición social que creen superior, que está encuadrada con la de estos personajes, una posición social imaginaria que les distinga de esa mayoría real por la que está compuesta la sociedad actual. La contestación a las políticas de Ayuso son tratadas como originarias de una sociedad antiespañola, enemiga de España y de lo español, no de la real y auténtica España que parece representa Ayuso en exclusiva. Ella cree representar una sociedad elitista dentro de su concepción de lo español, algo que la lleva a estar permanentemente a la defensiva y como no, al ataque; como diría Adela Cortina en su escrito: “Aporofobia” el rechazo o el miedo al pobre.
Algo que deberíamos entender todos los ciudadanos, paganos cotizantes, que venimos de una época donde, gracias a la clase media progresista, se vio reflejado el avance y desarrollo de nuestro país, una clase media a la que por cierto no tardaron en hacer desaparecer poniéndola nuevamente en el sitio que ocupaba allá por 1960.
Ya va siendo hora de tengamos claro dónde estamos y por dónde nos vienen los problemas actuales.
Deberíamos tener la capacidad de hacer una reflexión, dejando a un lado la ingenuidad y la ignorancia política. Es necesario que entendamos y veamos con claridad quienes y como están manejando la economía y la política a día de hoy en el mundo actual; en qué consiste la operación neoliberal globalista y que nos preguntemos: ¿han sido los gobiernos los que han nacionalizado los bancos o son los bancos los que han nacionalizado a los estados? Es necesario entender qué está significando para la gobernabilidad local el sistema globalista que nos han impuesto.
Sigo insistiendo que, si no nos respondemos a estas y otras preguntas, difícilmente entenderemos de qué va el asunto y qué pintan Ayuso, Pedro Sánchez, Felipe González, J.M Aznar, o Manolito, o Perico de los Palotes en todo este laberinto en el que nos encontramos metidos. Da lo mismo quien gobierne, aquí o allá, el resultado será el mismo y lo único que priva, no nos engañemos, habrá de ser el color de las manos que manejen todo este sabroso asunto económico.
El triunfo de las políticas neoliberales para conseguir sus fines, tenían que conseguir que algo o alguien se viera comprometido, implicado en su asunto, y para ello era necesario un cambio radical en las prácticas y en las expectativas. Era necesario garantizar oficialmente su proyecto y para eso era necesario inmunizar al mercado de las corrientes democráticas, lo que iba a suponer tener que utilizar todas las herramientas de las que pudieran disponer. Resultaba necesario crear una nueva dinámica relacional, una dinámica que pareciera como un nuevo estado natural, ofrecer una siniestra argumentación entre ganadores y perdedores.
El proyecto necesitaba verse protegido ante las demandas sociales y requería una contrapartida reguladora que no era otra que controlar y reducir la capacidad de influencia política que la sociedad ejercía desde la calle, una influencia determinante a través de los conflictos sociales y culturales.
Una vez realizado un análisis del recorrido que hemos llevado en estas últimas décadas vividas, podremos ver con más claridad la situación en la que nos encontramos. Una situación que nos hemos ganado a pulso gracias a la desidia y la apatía que hemos ejercido política, cultural y económicamente. Hemos faltado a nuestra más elemental responsabilidad para delegar en personajes que más que políticos han demostrado ser mercaderes, encantadores de serpientes y vendedores de falsas ilusiones.
Es hora ya de dejar de justificar a todos los que con esas martingalas ideológicas de antaño que se apoyan en viejos postulados de izquierdas y de derechas, lo único que persiguen es justificarse y pasar desapercibidos en sus responsabilidades y que para ello utilizan ese tipo de recursos con el único objetivo de generar enfrentamiento y confusión. Se aprovechan irresponsablemente de una sociedad conformista e indiferente que da alarmantes señales de agotamiento para hacer frente a los problemas que la condicionan, asumiendo lastimosamente un papel de víctima que les está llevando nuevamente a la Edad Media.
Cuanto más cedemos y más tiempo va pasando, más difícil resulta reaccionar y más difícil resulta salirse de este guion de película barata en la que nos han asignado sin el más mínimo reparo el papel de extras, miserablemente pagados y con un escaso, por no decir, nulo protagonismo.
No, Ayuso como otros, hace su papel, el papel del que sirve a la voz de su amo, y emplea los medios y sistemas de los que dispone; no hay más donde rascar, es lo que es, tenaz, soberbia, descarada, atrevida y sobre todo, obediente, sigue a la perfección el guion que le han impuesto los de “arriba”.
Si nosotros, la sociedad no somos capaces o tenemos la valentía de afrontar nuestro futuro y defender nuestros intereses, no culpemos luego a los que ponemos para ello; quizás no tardemos ya mucho en lamentarnos por haber perdido definitivamente lo conseguido y disfrutado durante la época de prosperidad que vivimos.
Quiero dejar clara mi postura ante los líderes que se nos presentan y hacia los ideales políticos tan variados que sufrimos, nunca me he sentido cómodo votando a un candidato o partido en concreto. Trato de hacer patente mi independencia de opinión ante ideologías y políticas excluyentes y disgregadoras. Mi rechazo total hacia la violencia y el desencuentro con fines partidistas para justificar el bien general de la sociedad, un país o la diversidad cultural mundial. Sin diálogo, ni hay acuerdo, ni hay justicia, ni hay democracia.
Al final no he entendido el sentido del artículo desde la independencia del pensamiento liberal, salvo unirse a las críticas a la gestión de la presidenta madrileña, como si el resto de España no existiese.
Por esta razón voy a tratar de aclarar algunas cuestiones.
El PP, como el PSOE forman parte de ese bipartidismo socialdemócrata impuesto a toda Europa desde la 2ª G.M. Esto se ha ido agudizando desde que los «poderes salvajes» (Ferrajoli) del capitalismo han ido a por el gobierno mundial. Para ello han tenido como cipayos o mamporreros a la llamada «izquierda» (ahora autocalificada de «progresista») para las tareas de demolición de la cultura, la ciencia, los valores y los principios en que se asentaba Europa. Romper los estados fuertes es parte de la estrategia. La propaganda informativa es otra.
En todo ello los partidos políticos (salvo Vox) actúan al dictado de tales poderes (aunque haya alguno que otro verso suelto como la presidenta madrileña,que no entra por el aro de tales imposiciones). Más valdría tener muchos más «versos sueltos» que piensen y actúan según su conciencia y responsabilidad ante la sobernía nacional, no ante el partido de turno.
Un saludo.