Tiene Pedro Sánchez el santísimo cuajo, la poca vergüenza, el sonrojante desahogo de decir —eso sí, desde Brasil, porque el felón huye como una rata cuando en España le van mal dadas— que la corrupción que día a día vamos descubriendo en su entorno más cercano es algo puntual, mientras que lo que sí que es grave es la corrupción del PP, que dice el jeta que es “sistémica”.
Si no fuera ya por el caso Koldo-Ábalos-Gobierno socialista en la pandemia y alrededores, olvida el caradura la larga trayectoria que han impreso en las raíces mismas del PSOE las numerosas corruptelas, alguna de las cuáles deberían haber llevado a prisión a un par de presidentes del partido.
Pero es que, además, Pedro Sánchez no tiene ya ni siquiera el alivio de decir que eso pasó antes de que él fuera el responsable en el partido y en el Gobierno, porque la trama cuya madeja vamos deshaciendo con cada amanecer ha ocurrido bajo sus mismísimas narices, incluso desde el colchón que apresuradamente cambió en cuanto llego a la Moncloa.
Ya no solo se trata de quien fuera su mamporrero, José Luis Ábalos, el “Algarrobo” que mantenía a su vera el refinado Curro Jiménez de la política española. Es que salpica ya, cherchez la femme, que decía Alejandro Dumas padre, a su entorno más íntimo, la ínclita Begoña que, desde el colchón recién estrenado ha ido aprovechándose de su status de esposa del presidente del Gobierno para sus negocios y chanchullos, entre Marruecos y Venezuela, volando por Air Europa.
Y, además, los gobiernos socialistas de Baleares, con la impresentable Francina Armengol, y Canarias, las empresas públicas más señeras como Puertos del Estado o Adif, y tres ministerios, tres —Transportes, Sanidad y ahora también Interior.
Con todo y eso, la peor corrupción de Pedro Sánchez se produce en el Congreso de los Diputados, donde el rebaño de borregos sin otro criterio que su poltrona que son sus señorías socialistas, consagra la venta de la amnistía a la carta para Puigdemont y sus compinches, a cambio de los siete votos que lo mantienen en La Moncloa. Eso sí que es corromper el sistema democrático, el estado de derecho.
El conchabeo del Gobierno socialista con los separatistas catalanes y vascos, brindándoles legislación “ad hominem” deja en mantillas la podredumbre de Andalucía con los ERES, la depravación de FILESA, y la prostitución, incluso literal, de Ábalos y sus alrededores, que hay que ver la querencia que tienen los socialistas al puterío, desde Roldán hasta acá. ¿Y tú me lo preguntas, Pedro Sánchez? La corrupción eres tú.