La estrategia del presidente Castejón con la situación de Venezuela ha sido la equidistancia. Por una parte, llamar al presidente encargado, Juan Guaidó, para felicitarle por su coraje. Pero por otra parte, esperar a la posición común de la UE “para no romper la unidad”, dice Borrell. Algunas fuentes de Moncloa dicen que España “alienta, pero no reconoce”. Otras, que “ni empujamos ni frenamos”.
¿Qué es lo que pasa? Por una parte, la presión del socio preferente Podemos, que siempre ha considerado a Venezuela como una democracia ejemplar y un modelo a seguir. Es verdad que Errejón ha borrado sus tuits pro Maduro. Pero también es verdad que los más radicales se han sumado al discurso chavista del golpe de Estado e incluso han alentado a defender con las armas la revolución bolivariana.
Pero es que además, la actitud del gobierno español es la de estar sin arriesgar. Si todo sale bien, me sumo a la victoria. Pero si se sale mal, me ahorro la foto. Un quiero y no puedo. “Hay que evitar situaciones dramáticas”, argumentan. Veintiséis muertos por la represión, ¿no es suficiente drama? Que arriesguen otros. Mientras tanto, trato de nadar guardando la ropa. Pero alguien debería de decirle al presidente Castejón que ‘soplar y sorber no puede ser’.
No puede ser porque obviamente si hay premio será para el que apostó, no para el tibio. Pero es que además, España está perdiendo la oportunidad de recuperar su papel preponderante en la región. Han sido los países vecinos a Venezuela del grupo de Lima los que dieron el primer paso desconociendo a Maduro. Se sumaron Estados Unidos y Canadá. Posteriormente reconocieron a Juan Guaidó como presidente legítimo. También lo hizo Francia. Pero España sigue meditando la situación. Del análisis a la parálisis…
Quizás Moncloa piense que el hecho de que Maduro se haya atrincherado con el ejército le permitirá aguantar y que habiendo fracasado el ‘golpe’, para qué mancharse las manos. Creo que se equivocan. Maduro parece estar meditando la oferta de amnistía de Guaidó. Y aunque su análisis fuera correcto evidenciaría la ausencia de coraje que dicen admirar en el presidente legítimo. Y la falta de coraje nunca sale gratis.
El pueblo venezolano se merece que la madre patria no mire para otro lado ante la miseria y la represión. Se merece la paz, la democracia y el bienestar. Se merece un gobierno que vele por el Bien Común del pueblo y que no convierta al país en un narcoestado. Y España pudo haber jugado un papel protagonista. A cambio, prefirió jugar a dos bandas al mismo tiempo. Y ni vida ni honra.