Brexit: El espacio económico europeo como solución

Miguel Manrique
Por
— P U B L I C I D A D —

Ante la salida del Reino Unido (R.U.) de la Unión Europea (E.U.), son muchos los que se rasgan las vestiduras. ¡Una catástrofe se cierne sobre los pobrecitos británicos, que van a quedar desamparados —más aislados que nunca— sin el manto protector europeo!; o ¡la Unión, que no va a saber qué hacer sin ese hijo díscolo que se marcha de casa! ¡Y no digamos España, que se va a hundir económicamente sin ese amigo que se va para siempre!

De lo primero que hay que hablar es del propio Reino Unido de la Gran Bretaña, el cual no es un sólo país sino la unión —o la federación en lo monárquico— de cuatro entes políticos: Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte. Acude aquí la primera de las preguntas que se hacen muchos británicos y cualquier analista más o menos sereno: ¿para qué necesitan otra unión europea si ya son, en sí mismos, una unión europea pues europeos son los cuatro entes mencionados?

El R.U. es cabeza o líder de la Commonwealth, una unión de 52 Estados —repartidos en los 5 continentes— todos ellos antaño pertenecientes al antiguo Imperio Británico, en algunos de los cuales la reina Isabel sigue siendo la Jefa del Estado. Por lo tanto ¿para qué necesita el R.U. a una unión —sólo continental— disponiendo de aquélla, de carácter universal?

Respecto a lo económico, hay que recordar que el R.U es la quinta potencia mundial en PIB nominal; que es el país de, nada menos, ¡la Revolución Industrial!, base de la democracia, entendida ésta como el pacto al que llegan las diferentes capas de la clase media, una vez alcanzado un cierto nivel económico. Base establecida ya en el siglo XVII, cuando la enjundia de pensadores como John Locke, Adam Smith y Edmund Burke se iba trasladando a lo que después serían los Estados Unidos y desde donde eclosionaría la verdadera democracia, tal y como la conocemos hoy en día. Anglosajona escuela de la que partiría la Ilustración por antonomasia, la francesa, décadas después.

Por si todo lo anterior fuera poco, hay que recordar que el R.U. tiene una relación más que privilegiada con la única superpotencia: los Estados Unidos; obvia relación por donde se le mire. Ya dijo Winston Churchill, con su típica sorna británica, que a esos dos países lo único que los separaba era que ambos hablaban el mismo idioma…

En consecuencia ¿que le puede suceder al R.U. por abandonar la ínclita Unión Europea? A tenor de lo expuesto, nada. ¿Y a la misma Unión? Pues tampoco. Es aquí donde hay que recordar que existe una organización internacional paralela llamada Espacio Económico Europeo (EEE). Conformada por los ahora 27 países miembros de la U.E. y la Asociación Europea de Libre Comercio (AELC) a su vez compuesta por Suiza, Noruega, Lichtenstein e Islandia. En este Espacio —al cual, sin embargo, no se suma Suiza— 30 naciones pueden perfectamente comerciar, pues incorpora las 4 libertades del mercado interior europeo: libre circulación de personas, mercancías, servicios y capitales. Además de las políticas conexas: competencia, energía, cooperación financiera y monetaria; y las llamadas horizontales: salud, seguridad y

Derecho en el trabajo, investigación, desarrollo tecnológico, protección de los consumidores, medio ambiente y estadística. Como puede verse, más o menos las mismas ventajas pero sin el engorro de 7 Instituciones y multitud de organismos autónomos cada vez más difíciles de controlar.

Pues en este Espacio Económico Europeo puede integrarse el R.U. y seguir funcionando en lo económico y hasta en lo social.

¿Y a España, en particular, qué le puede pasar al no contar con R.U. como socio en la U.E.? Pues tampoco, nada. Hay que recordar que antes de la entrada del país en la Unión, las relaciones con Gran Bretaña eran excelentes, aún con el caprichoso tema de Gibraltar. Los británicos venían, los españoles iban. ¿Que los que trabajaban en un país y en otro necesitaban un permiso de trabajo y con la Unión no? Cierto. Pero hay que recordar que un puesto de trabajo no lo crea una organización internacional, sino la dinámica económica de un país; que dicho puesto se le da al nacional o al extranjero en función de su perfil. Ahora, sin el nexo a través de Bruselas, estas facilidades pueden continuar a través del E.E.E., debido a las políticas que contempla el mismo, arriba señaladas. Y lo más importante: que las relaciones económicas antes, durante y después de la pertenencia del R.U. a la U.E., eran entre libras esterlinas y pesetas primero y entre libras y euros, después.

O sea que tranquilos, que a nadie se le quite el sueño; que entre los Reinos británico y español no va a variar nada; y que si no se integran en el Espacio señalado, pues doctores debe tener la diplomacia española para no estropear unas relaciones que se elevan a 30.000 millones de euros al año, con una balanza de pagos a nuestro favor, según el ministro de Economía, Luis de Guindos.

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