“Si a estas alturas, no te dan al día al menos un discurso político es que el discurso lo estás dando tú”.
La frase apareció en un foro, de la Agencia EFE, sobre el turismo en Alemania. En él, cosa rara en estos tiempos y estas lides, el embajador alemán y el ministro español encargado del turismo trataban, con empeño y sin mucho éxito, de hablar de turismo, sólo de turismo. Pero…, al alemán se le escapó algo sobre el pasado reciente y el hacer, buen hacer, de la actividad europea que evitó una guerra. No citó a Ucrania, ni sacó conclusiones políticas, pero…, el asunto quedó en el aire, flotando entre los olores del té del desayuno y alimentando los rumores sobre las correcciones de un diputado al ministro de Asuntos Exteriores.
El asunto quedó en el aire, flotando entre los olores del té
En estos tiempos, es tal el cúmulo de opiniones, informaciones e intoxicaciones que existen que hasta los rumores se convierten en noticias y éstas, debidamente aderezadas, absorben la atención y fabrican, como en el caso del Foro, una “burbuja político-informativa” que se nutre, sustenta y fomenta; y hasta se retroalimenta.
Para evadirse, a veces basta con cambiar el dial, mover un ratón informático, tirar el papel informativo (intoxicado) a la papelera, o una orden en el mando de la televisión. Pero no siempre es posible salir de “la burbuja” y recobrar la libertad de espíritu.
Porque los bisbiseos, hablillas y hechos noticiables y noticiosos se cuelan en nuestra vida, como piojo por costura, con apariencias nuevas.
Como culmen, no excepcional, existe un producto entre los hechos consuetudinarios que, cursis en el lenguaje de los cursis, y hábiles en la práctica, acontecen en la rue: El bocata o bocadillo político, que se reparte y que, dicen y parece, resulta útil.
El de hoy, ¡Marchando! —vocearía el camarero— no era bocata de atún con mayonesa, calamares recién fritos, o del resto de la carta. Hoy había “Bocadillo de PP”. O, lo que es lo mismo, PP a media mañana y, conteniéndolo a los lados, unas antes (en el desayuno) y otra después (en la comida), unas entidades para hacer algo: consumo suave, deglución fácil o destrucción…
El PP iba a estar, y estaba, en el Congreso de los Diputados como la sustancia del interior del bocata. Allí se tramitaba la Ley de Presupuestos Generales del Estado del año 2016. Alrededor, lo que suele haber alrededor: Ministros con argumentos en atril, diputados que amparan ideas (y se amparan de ideas, algunas peligrosas), presencias, ausencias, compañías buscadas y evitadas, frases, confidencias, informaciones, intoxicaciones y hasta el “Mira tú la que ha liado éste, pero qué se creerá el lumbreras. Cómo se le ocurre corregir al ministro de Asuntos Exteriores. Ni que los que le apoyan, del lobby, lo tuvieran por lo que aún no es”.
Antes del meollo del bocata, por debajo o sobre él, los sindicatos madrileños acompañaban. En un desayuno y en pareja, como suelen, UGT y CCOO hicieron su labor. Al alimón, los Secretarios Generales Carmelo Ruiz de la Hermosa, que es de UGT, y Jaime Cedrún, que lo es de CCOO, reeditaron lo que alguien llamó la “escena del tu-y-yo”. Ante los Secretarios Generales Nacionales Fernández Toxo y Cándido Méndez, la Presidenta de Madrid, el Presidente de CEIM, y algunos representantes municipales de la capital y unos pocos pueblos.
La enjundia de esta parte del bocata, la de la parte sindical, como en el caso del PP, también consistía en lo que hay alrededor, con entidad propia y en dos versiones: La de UGT, llanota y sin fulgor. Y la de CCOO, lúcida y locuaz. Con las dos interpretaciones, la postura sindical de Madrid fue la ya conocida sobre: todos y todas, trabajadores y trabajadoras, falta de empleo, salarios que hacen pobres, fracaso de reformas laborales, corrupción (incluso propia aunque en sordina), desigualdad, lamentos por fractura de la izquierda y por la liberalización del horario comercial, posibilidades de diálogo.
“Siguen como hace dos siglos”, resumió un periodista.
Más tarde, a la hora de comer, apareció lo que hoy se colocaba al lado de la otra parte del meollo: la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena. En este caso, sin diferencia de alturas, colocada al lado. Ocurrió en el Club Siglo XXI y con susceptibilidades. Y es que a la alcaldesa la metieron en un sótano. No como a Cristina Cifuentes, a la que instalaron en uno de los salones nobles. Sino como a Albert Rivera, al que pusieron en el mismo sitio propiciando lo que se temió como “la encerrona en Madrid a Ciudadanos”.
El contenido de esta parte del bocata, con el tono afable de la jueza jubilada, fue:
Una mezcla de palabras resumidas en notas “bla, bla, bla” para ocuparse de varios temas: Unidad de España, lista más votada, Planes de urbanización e inversores extranjeros, licencias de obra, suciedad y ratas, Refugiados, Telemadrid, nepotismo, aumentos de IBI en función de superficies, horarios comerciales, desahucios y lanzamientos, Sociedad Civil…
Algunas precisiones sobre: Toros (No vamos a tocar la Feria de San Isidro, ni vamos a prohibirla). Edificio España (Negociación con el inversor chino). Catalanes (“No me posiciono en un proceso electoral). Empoderamiento de la sociedad. Los “pescaitos” en Mercamadrid. Los contratos de limpieza por diez años.
El aguante estoico a la opinión “Haga lo que tenga que hacer y no devuelva la responsabilidad a los ciudadanos”, que suavizó advirtiendo que “gobernar es escuchar”.
Y el rechazo a la posibilidad de una Moción de Censura y a decantarse por el nombre de su posible sustituto en la alcaldía.
Tras el bocadillo de PP, las palabras de Obama sobre la integridad de España ante el Rey y los rumores sobre correcciones al ministro de Asuntos Exteriores de un joven diputado popular.
Y olores varios, no todos apolíticos, a maquinaciones sindicales, empresariales o municipales, a operaciones internacionales, a presiones nacionales, a maquiavelismos, y…
A té.