No tienen prisa. Otegui y sus secuaces, digo. Ya les va bien con que las encuestas sobre las elecciones autonómicas de este domingo en Euskadi digan que la coalición abertzale y filoterrorista puede ganar en votos, en escaños, o en ambas cosas, al Partido Nacionalista Vasco. Pero no tienen ninguna inquietud por si ese resultado les permitirá hacerse con la lehendakaritza, que tal es el palabro con que en euskera se llama a la presidencia de la Comunidad Autónoma Vasca.
Y no tienen prisa porque saben que a ellos lo que les conviene es que Pedro Sánchez siga en La Moncloa y si piden al partido socialista vasco que les apoyen para gobernar Euskadi, lo mismo eso cabrea al PNV y se acaba la legislatura en España, que los jeltzales (que aún se llaman así, de la expresión fundacional “jaun eta legezarra” —Dios y Ley vieja, o sea tradición— los descendientes ideológicos de Sabino Arana) no aguantan una avispa en los cojones, y lo mismo apoyaban una moción de censura contra Sánchez, como ya hicieron, a traición, contra Rajoy.
Porque Bildu tiene su propia hoja de ruta y tienen muy claro que, para llegar al destino que se tienen señalado, que no es otro que la independencia de una Euskadi a la que ya hayan incorporado, de grado o por fuerza, a Navarra, necesitan que Sánchez siga compadeciéndolos como una formación progresista, leales aliados y en general buena gente.
Entre los hitos de Bildu está, en primer lugar, la salida de las cárceles del País Vasco, a las que ya han conseguido que se trasladara a la mayoría de los condenados por el terrorismo de ETA. Y entre que el Gobierno ya les cedió que presentaran una ley de “memoria histérica” que llegaba hasta que el PSOE accedió al poder en 1982 —con toda la Transición incluida—, que ha traspasado al gobierno vasco la gestión penitenciaria, y que hay por ahí una Ley de Amnistía que, si los jueces españoles y las instituciones europeas no lo remedian, vete a saber tú si no acaba beneficiando a los asesinos vascos, ese primer paso lo tienen ya cubierto.
Tampoco ven lejano el segundo, la incorporación de Navarra a Euskadi, una inquietud imperialista que nace, como la propia ETA, de los apetitos expansionistas del PNV. Porque la Comunidad Autónoma Vasca, como tal, ni tiene historia anterior al inclasificable Sabino Arana, ni territorio suficiente, ni frontera significativa con Francia, como no sea el embudo de Irún a Hendaya. Y no lo ven lejanos porque también allí, en Navarra, el partido socialista ya los tiene como aliados preferentes. Tanto que les ha regalado a los bildutarras la propia alcaldía de la capital navarra. O sea que, con un par de cosas más, calculan que Navarra cae en sus redes en un decir Jesús.
Bildu quiere a Sánchez, que ha hecho por ellos y por sus objetivos más que cuarenta y tres años de terrorismo, 3.500 atentados, 864 muertos y 7.000 víctimas. ¿Van a arriesgar el poder de su gran muñidor por un sillón en Ajuria Enea que —creen ellos— caerá con el tiempo por su propio peso? ¡Quita, quita! Otra cosa es que, para conseguirlo, tengan que reconocer que ETA fue un grupo de asesinos terroristas, como de repente han recordado los socialistas y los nacionalistas, que (¡fíjate tú que despiste!) no habían caído en ello hasta que faltan cinco días para las elecciones. No, hija, no, hasta ahí podíamos llegar.