Hoy parece que toca que nos dé mucha pena Pablo Casado, que ha preguntado una tontuna a Sánchez, que le ha contestado en modo “que te vaya bonito”, y ha recibido un largo aplauso de los mismos diputados que ayer lo empujaban al cadalso. Después fuese y no hubo nada.
Doy en pensar que, posiblemente, no era eso lo que pretendía Isabel Díaz Ayuso al enfrentarse a los manejos de Génova. Es más, estoy convencido de que la presidenta de la Comunidad de Madrid solo quería la cabeza de Teodoro García Egea, que era el malvado Yafar (el visir de la película Aladdin) con quien se las había tenido tiesas desde el mismo momento en que consiguió su rotunda victoria electoral.
Y todo porque, en buena lógica según los usos y costumbres del PP a nivel nacional, la niña Ayuso aspiraba a ser presidenta también del partido en su Comunidad. Y Teodoro no podía transigir con algo que menoscababa el poder absoluto que, como Secretario General del partido, pretendía tener en la organización del mismo en todas partes.
Ahí empezaron los manejos de Teodoro y sus Carromeros, hasta la lamentable (pero también sórdida) historia de la compra de mascarillas y las acusaciones internas de corrupción a la presidenta madrileña por un presunto beneficio de su hermano, la gota que colmo el vaso y ha empapado a todo el Partido Popular.
Ayuso ya tenía ayer tarde la cabeza de García Egea, que ofreció, pero demasiado tarde, Pablo Casado en un intento de salvarse a sí mismo. Salomé obtuvo de Herodes Antipa la cabeza de Juan el Bautista tras su sicalíptica danza ante el tretarca, a instancias de su madre Herodías, a la sazón esposa de este, que había sido su cuñado, en un culebrón que hoy hubiera sido pasto de buitres de Tele 5. Pero Ayuso no había bailado provocativamente (que hubiera sido muy de ver) ante Casado. Antes bien, lo había hecho responsable de las actuaciones de García Egea, ya fuera como inspirador (que no creo que lo fuera) o como consentidor, que eso seguro que sí.
Así que a lo mejor la niña Isabel ha sido más Judith que Salomé, por comparar a las dos decapitadoras bíblicas. Porque Judith se cargó al general asirio Holofernes, que estaba perjudicando a los vecinos de la ciudad de Betulia a las órdenes de Nabucodonosor. Como a Judith, a Isabel Díaz Ayuso la aclaman ahora los suyos más por acabar con Teodoro que por llevarse de propina la testa de Casado. Porque, al final, Casado ha perdido la suya por su mala cabeza, mira tú que paradoja: por haber consentido los manejos de Teodoro y sus Carromeros, que tienen nombre de mariachi murciano, y no haber reaccionado a tiempo una vez planteado el asedio de Betulia, que está vez se llamaba Madrid. Y ahora, a ver qué…