
Hace poco, recogía en estas mismas páginas unas síntesis del futuro de Europa y España, admirablemente expuestas por el economista Jesús Fernández Villaverde, que acusaba abiertamente a los gobiernos de Alemania de la situación no sólo de su país, sino del resto de Europa. La política llevada a cabo desde el mundo impuesto por las directivas de la UE, habían dejado a Europa y a buena parte de sus estados-miembros en franca descomposición.
Agitando consignas sobre supuesta “salvación del planeta” o tratando de descalificar a la Ciencia y al sentido común, como “ultraderecha”, la verdad es que los líderes europeos (salvo alguna excepción), están llevando a la ruina a sus ciudadanos (también con la excepción de quienes aprovechan para hacer caja). Los espantajos creados para atemorizar falsamente y sin fundamento a una sociedad propensa al miedo, nacen de dos razones. La primera es el ocultar el verdadero temor de que se pierda el “chollo” llamado Estado de Bienestar del que comen tantos espabilados. La segunda es que un cambio de políticas los lleve a dar cuenta de sus tropelías -en su caso-.
Alemania y el resultado de sus elecciones, muestran que ese modelo convertido en pensamiento único en que vienen moviéndose clientelar y cómodamente desde la 2ª G.M. , va a estar dispuesto incluso a provocar los conflictos que haga falta, con tal de no perder privilegios y gabelas.
El bipartidismo alemán, basado en los dos grandes partidos de diseño USA, ha llevado a la debacle electoral a unos (SPD y aliados) y al triunfo de los mismos (pero con diferentes atuendos) del CDU (una supuesta formación conservadora de origen demócrata-cristiano), que están llamados a unirse para salvarse. Y lo harán (fuera de la política dicen que hace frío), apoyándose además en verdes y otros verdaderos ideólogos y cipayos de lo que pretenden ser “izquierda”. De esta forma los pretendidos “conservadores”, los pretendidos “progresistas” y los pretendidos “izquierdistas”, seguirán manteniendo sus situaciones personales, revestidas del trampantojo buenista habitual. Una situación que nos recuerda a otros países europeos donde la corrupción se ha hecho sistémica, las libertades están cercenadas y la democracia es un triste recuerdo del pasado.
El líder del CDU tras su triunfo, ya ha vuelto a colocar el “cordón sanitario” que no hace mucho denunciaba el vicepresidente de EE.UU., hacia la llamada “ultraderecha”: el partido AFD “Alternativa para Alemania”, segunda fuerza política en el resultado electoral (21%) frente a los de CDU (28%) instalándose en la realidad política del momento: todos contra uno.
De ahí el título del artículo basado en la obra de Pirandello. Nada es lo que parece, sino lo que el “relato” bien engrasado es capaz de transmitir y difundir a través de los llamados “medios de comunicación”, cuando son meras correas de transmisión de la voz de sus amos. Los llamados “conservadores” o “derechas” y los llamados “progresistas” o izquierdas, mantienen la ficción de un sistema de contrapesos políticos que se basan en proyectos diferentes (algo que todavía creen algunos ilusos). Unos proyectos que no se diferencian suficientemente como para tener claras las ideas en los electores antes de otorgar la representación política social. De ahí el relato y la propaganda falsa.
Pero no, no existen proyectos políticos paridos desde la base social, urgidos por la base social, requeridos por la necesidad social de millones de europeos. En lugar de ello se dictan normas al servicio de los intereses de unos cuantos, cuya enorme influencia hay que temer en cuanto significa de menoscabo de las libertades y coerción a la soberanía.
En ese menoscabo está la “deuda”. Un artificio económico que permite a los gobiernos un gasto clientelar a costa de los impuestos a los contribuyentes y que se mantiene gracias al también supuesto PIB de cada país o conjunto de riqueza del mismo. Cuando la deuda supera porcentajes importantes de ese PIB, cuando los elementos que conforman tal riqueza son prohibidos y cuando se vive siempre de prestado, el panorama no parece tal como nos lo pintan.
Porque de eso se trata, de que ese panorama se traduzca en un relato que convierta y pervierta la realidad en fantasía. Un juego de prestidigitación que llegue a convencer a la soberanía nacional de que son preferibles las sombras chinescas de la caverna de Platón a las luces del exterior. Amílcare Puviani, un profesor italiano ya lo expone en su obra “Teoría de la ilusión financiera”. Una ilusión con que el poder político intenta convencer de que las necesidades económicas públicas, siempre son superiores a las aportaciones de los contribuyentes, en la subasta clientelar.
Llegados a este punto donde confluyen los juegos de manos en su rango más cutre (trileros) o en su nivel más sofisticado de prestidigitación, nos damos cuenta de que hay también una “Teoría de la ilusión política” del mismo autor en la que queremos reconocernos y, por ello, nos equivocamos. Ni los que se dicen “conservadores” son tales, ni los que se dicen “progresistas” lo mismo. El mundo partidario es un puro trampantojo de la democracia. Hay “pluralismo” pero se aplican “cordones sanitarios” o censuras a la discrepancia e incluso imposiciones y coerciones atrabiliarias (que no tienen fundamento real) a unos mientras se permite todo a otros.
De nada sirve el artº 14 de la C.E. puesto que las cartas magnas (neutrales en teoría), van ligadas a poderes e intereses particulares que son los que van a interpretarlas a su antojo, sin que exista obstáculo y control institucional. Nada es lo que parece y sólo los ilusos o los beneficiarios de la situación, siguen en sus imaginarios colectivos creyendo en lo que “parece”, pero no en lo que realmente “es”. Alemania lo ha comprobado y ha reaccionado, también Francia, desde luego Italia y todos los tachados de “ultraderechas” (incluso el actual presidente de EE.UU.) sin saber siquiera qué quieren decir con ello.