«Yo pido responsabilidad al Partido Popular. Y le pido que estén a la altura de las circunstancias. Porque en política no vale todo y porque no todos somos iguales. Y yo voy a defender el nombre, el mío, el de mi gobierno sin duda, pero sobre todo voy a defender esta casa, esta institución porque es la cuna de la democracia y porque creo firmemente que los ciudadanos y ciudadanas no se merecen según qué espectáculos. No se merecen según qué tergiversaciones ni se merecen según qué iniciativas que estoy viendo y que con dolor estoy viendo, porque, sinceramente, creo que, como les decía antes, no todo vale. Por tanto, quien tenga que dar las explicaciones ahora, que las dé y que las dé con documentos. Y que explique claramente qué ha pasado con el expediente de caducidad de esa empresa; y que explique, quien sale en el sumario, que explique por qué sale en el sumario.»
Francina Armengol
Bar, café, porras, churros y ruido. Armengol, presidenta del Congreso de los diputados, llenaba la pantalla de la tele. De repente, silencio. A petición de alguien, un camarero subió el volumen. Texto triste de entradilla, y poco más. Al terminar, bajada de voz, bullicio y opiniones: Los políticos son iguales. Unos más iguales que otros. En política vale todo. El espectáculo es echar abajo la mañana con una mujer doliente. Nosotros, al frío en el andamio. Al Congreso lo defiende mejor si se fuera. Pide explicaciones ahora. Que ella las dé también. Con documentos. Si tiene. Expedientes de empresas. Caducidad. Por qué unos y no otros. Quién puede explicar por qué sale en un sumario. Esta mujer está en la puerta de salida. El PSOE lo tiene crudo. Si sale, hay estampida. Amnistía. Presidente Congreso Puigdemont. Ni de coña. Sánchez tiene que mantenerla. O buscarle una salida. Digna. O como sea, pero que se vaya.
El camarero, informático peruano avispado en el exilio y coñón en barra, repitió la misma pregunta entre la clientela en jerga chupy: “Vosté, qué trabajo le daría a la exma”. Por servicio patriótico, gratis sin comisión, copia de ofertas, alguna chusca, de clientes colaboracionistas: Asesora para la presidencia de la Conferencia Episcopal (anciano). Ojeadora de titis culés, baleares e ibicencas (joven con sudoku). Modelo cincuentona tipos fondona, gorda y flaca (señora). Catadora de fiambres, denominación origen ibérico-bellota (jugador de ajedrez). Adjunta en Las Ventas, para sacrificio sin indulto a toros y bichos que manseen (señor con gorra). Deshojadora de margaritas de plástico ‘me quiere no me quiere’ (chica con fular). Controladora de cierre de bares, discotecas, terrazas y tablaos (agente con chaleco amarillo). A la cola del paro, ni más ni menos y sin un duro (Señor Luis, 87 años). Contadora de nubes, con Zapatero (jubilado). Traductora para entender o desatender recomendaciones de la Comisión de Venecia (mujer con gafas). Probadora de paracaídas y caídas en Asuntos Exteriores (jovenzuela). Vigilante en Valdebebas (chico). Para ayuda en casos y episodios de Depresión, ansiedad y estrés postraumático (opositora). Ja, ja, ja. Armengol, voy a pensarlo (Veterinaria jubilada en ministerio de Hacienda).
Pasada la mañana, lo de Armengol llegó al telediario. Antes supimos que el ministro de Transporte y Movilidad Sostenible “destituye al cargo de Puertos del Estado que tramitó la compra de las mascarillas del caso Koldo” (El País). Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, por las tuyas a remojar. A pesar de lo dicho por el mismo y publicado a cuatro vientos, Óscar Puente se apartaba y apartaba a Álvaro Sánchez Manzanales del caso Koldo-Ábalos-Sánchez-PSOE. Una posible barrera para defensa. Que no tapó el comportamiento de la hasta ese momento presidenta del Congreso de los Diputados. Ni impidió la condena en el telediario. Armengol, sola ante cámaras y flashes, hilaba frases, muy mal. Rehuía preguntas sin ofrecer la claridad, transparencia y responsabilidad que pedía al Partido Popular.
Acabado el telediario, quién se merece qué. Documentos, explicaciones, espectáculos, dolor, tergiversaciones y sumario. Siesta. En la almohada, la imagen triste para ella y penosa para los demócratas españoles de la tercera autoridad del Estado en mal momento. Sin otra ayuda que ofertas simples de personas que desayunan en un bar. A la presidenta del Congreso Armengol, insegura, pidiendo.