Ante los cien actos contra Franco

Ante los cien actos contra Franco
Abel Cádiz
Por
— P U B L I C I D A D —

La batalla por el relato que inició Rodríguez Zapatero y hoy ocupa a Pedro Sánchez por creer que una lanzada a hombre muerto da fama de valiente, me ha movido a traer a El Mentor los recuerdos de Gabriel Elorriaga Fernández, a quien tengo por amigo y con el que tuve el placer de presentar en el año 1976 el incipiente partido centrista, Reforma Democrática, del que él era uno de los principales promotores. Elorriaga ha sido diputado y senador. Va a cumplir 95 años con una cabeza bien amueblada y un espíritu que no envejece, y que se rebela ante el despropósito sanchista contra un dictador fallecido en la cama hace 50 años.

He aquí su testimonio:

Mi grupo ya actuaba desde 1956, cuando había Brigada Político-Social y se podían habitar sus calabozos en la Puerta del Sol y las celdas de la cárcel de Carabanchel. Lo hizo cuando un viento de libertad se filtraba en el propio régimen. No olvidemos que el fuera ministro de Educación Joaquín Ruiz Jiménez, el rector de la Universidad, Pedro Laín Entralgo, así como Dionisio Ridruejo, mostraban su desacuerdo con el régimen. Sabíamos de la afiliación comunista de los compañeros Enrique Múgica y Ramón Tamames y era más interesante entenderse con Comisiones Obreras que con la casi inexistente huella del PSOE. Había una propensión a la concordia que no cuajó por una equivocada valoración del apoyo popular que cada grupo creía tener. Quedamos amigos pero separados los reformistas de los rupturistas y triunfamos los reformistas. Fernando Suárez defendió brillantemente como última ley fundamental del sistema una Ley de la Reforma Política que permitió la libre concurrencia de todas las ideologías y partidos a una Cámara elegida por un pueblo aferrado a su paz interior. Esto hizo posible los Pactos de la Moncloa protagonizados por Santiago Carrillo, Manuel Fraga y Adolfo Suárez, quien ostentaba la Presidencia del Gobierno de acuerdo con las viejas leyes. Antes de estos cambios legales, a los tres días de la muerte de Franco en una cama de un hospital de la Seguridad Social que sigue llevando el nombre de La Paz y siendo el mejor hospital de España, el Rey Juan Carlos I vaciaba las cárceles con un indulto general que beneficiaba, como a todos, al líder de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, con su chaleco de punto. Jorge Semprún, que circulaba clandestinamente como enlace comunista con el seudónimo de Federico Sánchez, en su libro Veinte años y un día cuenta la historia. Nuestras ideas de reforma triunfaron contra el intento de ruptura sin base popular. Semprún, dejó el comunismo y luego fue ministro con Felipe González, así como Enrique Múgica. Bajo su presidencia asistimos al cierre de la prisión de Carabanchel de la que fuimos antiguos inquilinos.

Hay quien cree que la Constitución de 1978 cayó de los cielos, aunque existe el cuadro del Congreso de los Diputados para recordar que fue escrita por personas que asumieron aquel difícil compromiso. La Transición no fue un proceso diseñado de antemano sino una trenza atada por individuos de distintas ideas formando un cable que se mantuvo firme en torno a la esperanza en la Monarquía parlamentaria. La campaña para que Franco nombrase en vida sucesor a título de Rey a Don Juan Carlos de Borbón fue el eje de un proceso muy complicado que abrió grietas en el seno del Gobierno, en la Familia Real y en la oposición operativa. No fue tan bonito. Hubo cárceles, ceses y disgustos familiares. Pero cuando se produjo la designación, la suerte estaba echada. En el bautizo del futuro Rey, Felipe VI, se reservó un cuarto para que la Reina Victoria Eugenia tuviera un encuentro especial con Franco. No se cumplió con tanta discreción y se pudo saber aquello de que: «Mi General cumpla la última voluntad de su Reina, designe sucesor en vida».

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